Cardenal Blase J. Cupich

La esperanza, la virtud que asombra incluso a Dios

jueves, diciembre 7, 2023

Cada Adviento, un hermoso poema del escritor francés Charles Péguy, me viene a la mente mientras reflexiono sobre el don de la esperanza. Él escribió: “En el pórtico del misterio de la esperanza” desde su propia experiencia y ofrece algunas hermosas ideas sobre la relación entre las virtudes de fe, esperanza y amor.

Péguy fue criado en la pobreza por su madre. Enviudada cuando su esposo falleció a causa de heridas sufridas en la guerra franco-prusiana, ella se ganaba la vida reparando muebles. Se encargó de que su hijo Charles fuera criado en la fe y recibiera una buena educación. Sin embargo, cuando tenía 22 años, él abandonó la práctica de la fe y se convirtió en un ferviente socialista y ateo.

Con el tiempo, se desilusionó de la política y después de sufrir una enfermedad que puso en peligro su vida, regresó a la fe a la edad de 35 años. Como su esposa era atea y se negaba a casarse por la iglesia o a bautizar a sus tres hijos, no pudo recibir la comunión, una situación que le produjo un gran sufrimiento. Sin embargo, su fe tuvo una influencia singular en su vida y sus escritos. Sus obras, especialmente su poema sobre la esperanza, influenciaron a muchos líderes, incluyendo Charles de Gaulle.

En “En el pórtico del misterio de la esperanza”, Péguy retrata a Dios comentando sobre las virtudes de fe, esperanza y amor, que son presentadas como tres hermanas en un viaje. Caminando entre dos hermanas adultas, la fe y el amor, la esperanza es una niña pequeña que, a diferencia de sus mayores, pasa desapercibida.

La fe y el amor obtienen toda la atención porque son tan fácilmente aceptadas y comprendidas de manera natural. Dios observa que no sorprende que la humanidad tenga fe y amor. Después de todo, uno solo necesita mirar el esplendor de la creación para creer. Las aguas abundantes del océano y los ríos, las gloriosas vistas de montañas y valles, el bosque y los campos y las estrellas en los cielos hacen que sea natural creer.

Así, también, la virtud de la caridad no sorprende a Dios. El amor a la familia y los amigos es algo natural, y cuando experimentamos amor, encontramos que es fácil amar a los necesitados.

Pero cuando se trata de la esperanza, Dios se sorprende por este don. La esperanza es inexplicable. ¿Cómo es que una persona, después de ver tanto sufrimiento y maldad en el mundo, puede terminar un día y retirarse a la cama todavía pensando que las cosas mejorarán mañana?

Yo he visto este tipo de esperanza en las personas. Mi difunta buena amiga Fritzie Fritzshall, sobreviviente del holocausto de los campos en Auschwitz, me dijo que cada noche su tía le decía: “mañana será mejor”. Esta simple expresión de esperanza hacia la joven Fritzie la mantuvo hacia adelante.

San Pablo en Romanos 4:18 escribe que esperanza contra esperanza permitió a Abraham creer en la promesa de Dios de que sería el padre de muchas naciones.

Esta esperanza contra esperanza es tan asombrosa, escribe Péguy, que también asombra a Dios. La fe ve las cosas como son, así como la caridad ama a las cosas como son, pero la esperanza ve y ama lo que será.

Aunque la esperanza es la hermana pequeña, que salta juguetonamente entre sus hermanas mayores, tiene el poder de halarlas hacia el futuro, porque a menos que lo haga, ellas no irán a ninguna parte y envejecerán y se volverán inútiles. La esperanza abre para la fe y el amor un nuevo día, un nuevo camino que lleva a la vida eterna.

“Una pequeña esperanza camina entre dos hermanas adultas y nadie ni siquiera le presta atención.

[...]
Es ella, esta pequeña, la que pone todo en movimiento.
Porque la fe solamente ve lo que es.
Y ella ve lo que sucederá.

El amor ama solamente lo que es.
Y ella ama lo que será.
[...]
Y de hecho, ella las dirige.

Y ella las hala.

Y hace que todo se mueva”.

Comenzamos un nuevo año eclesial esta semana con el comienzo de Adviento. Las virtudes de la fe y la caridad cobran protagonismo en esta época del año. Al recordar Navidades anteriores, respondemos fácilmente al llamado a creer que Dios viene a nosotros de una manera nueva con el nacimiento de Cristo. También sentimos el impulso a ser caritativos con los necesitados esta temporada.

Pero para que las virtudes de fe y amor se mantengan más allá de la época navideña, necesitaremos el asombroso don de la esperanza de Dios, particularmente dado el gran sufrimiento y tristeza en nuestro mundo que a menudo conducen a la desesperanza. Los invito a mirar el rostro del Niño Jesús, quien, como ese pequeña niña saltando entre sus hermanas mayores, nos atrae hacia el futuro de cada mañana, confiando en que avanzamos hacia el día en el que el sol nunca se pondrá.

Charles Péguy murió a la edad de 41 años de una herida de bala en la cabeza mientras servía en el ejército francés al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, su esperanza contra esperanza de que su esposa e hijos entraran en la fe de su niñez se hizo realidad después de su muerte.

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