Cardenal Blase J. Cupich

Lamentando la pérdida del obispo Kevin Birmingham

martes, octubre 24, 2023

La muerte repentina del obispo Kevin Birmingham nos sorprendió a todos. Por favor encuentren aquí mis palabras de clausura en la Misa de entierro cristiano llevada a cabo el día de su cumpleaños número 52, el 7 de octubre. Que en paz descanse.

 

Como todos ustedes, vengo aquí con el corazón cargado de un dolor indescriptible. Esta es una pérdida que siento personal e intensamente. Esa carga, por supuesto, la lleva principalmente usted, Jeanette, y su familia. Usted conoció a su hijo Kevin por más tiempo que nadie aquí, ya que le dio a luz un día como hoy hace 52 años y queremos que sepa de nuestro más profundo pésame.

También quiero ofrecer mis condolencias a los muchos amigos del obispo Kevin, a sus colegas en nuestras oficinas arquidiocesanas y a nuestros diáconos, sacerdotes y obispos, porque ustedes, también, sienten el dolor del fallecimiento de alguien que tenazmente eligió entrelazar su vida con las suyas.

Lo conocimos como alguien que fácilmente unía a las personas, con su buen humor, una palabra sanadora, buenos consejos e incluso cuando necesitábamos un desafío para escuchar a nuestros mejores ángeles. Él hizo de la unidad en la Iglesia y la familia humana una prioridad, sin temor a entrar en la batalla y llamar a la calma. Y así es, incluso en la muerte, nos une a todos en este día; su regalo de despedida para nosotros, para recordarnos cuán frágiles somos todos, cuánto nos necesitamos unos a otros y cuánto debemos prestar atención a lo que realmente importa, para que no compliquemos demasiado nuestras vidas.

El cardenal Bernardin, de feliz memoria, escribió en sus memorias espirituales que cubren los últimos años de su vida, El don de la paz, que llegó a aprender a través de sus sufrimientos la importancia de centrarse en lo esencial en lugar de aquellas cosas que innecesariamente ocupan gran parte de nuestro tiempo y esfuerzos. “Lo esencial nos pide que demos verdadero testimonio y amemos más a los demás. Lo no esencial nos encierra en nosotros mismos”, escribió.

Kevin vivió ese tipo de vida sin complicaciones, centrándose en lo esencial: mantener la cercanía, la familia y los buenos amigos, dar prioridad a las necesidades de los demás, servir a aquellos en los márgenes, reconocer los dones de los demás, mostrar gratitud, buscar la reconciliación, amar a Cristo.

Con ese mismo enfoque, Kevin vivió su fe sin complicaciones, nunca ostentosa pero siempre real y profundamente entrelazada en las rutinas de la vida diaria. Y sí, estaban aquellos otros placeres sencillos de la vida, que celebraba cuando se le presentaban: un buen escocés, el deshielo de la primavera y, mientras tanto, sus “retiros” al desierto, y su incomparable deleite por un buen chiste, que aprendí un día, cuando colocó una escoba afuera de mi puerta, emocionado de que los Medias Blancas habían barrido a los Cachorros; ¡y aún más emocionado de que lo hicieron en el Wrigley!

Olas de lágrimas continuarán bañándonos en los días y sí, en los años por venir, bien que deberían, ya que nuestro duelo por su prematura muerte no puede apurarse. Pero no siempre serán lágrimas de tristeza, ya que confiamos que está con el Señor a quien amó tan intensamente. Así que, hoy, aceptemos su regalo de despedida para nosotros, el regalo de unirnos, como recordatorio de cómo vivió y amó su vida, y de su desafío hacia nosotros de que vivamos y amemos la nuestra de la misma manera. Que en paz descanse. Y que encontremos paz en el don de haberlo conocido y en todas las maneras en que este buen pastor nos acercó a Dios.

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