Cardenal Blase J. Cupich

La promesa de Nuestra Señora de Guadalupe

viernes, junio 23, 2023

El fin de semana pasado, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines celebró su décimo aniversario. Tuvimos el privilegio de dar la bienvenida a un invitado especial, el cardenal Carlos Aguiar Retes, el arzobispo primado de México y el custodio de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac, quien predicó la homilía.

Él y los obispos de México han puesto en marcha un plan de una década para prepararse para la celebración del 500 aniversario de la aparición de Nuestra Señora en 2031. Millones hacen una peregrinación cada año el 12 de diciembre, la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.

Esta devoción a Nuestra Señora data del 9 al 12 de diciembre de 1531, cuando en el Cerro del Tepeyac, justo al norte de la actual Ciudad de México, un joven nativo, Juan Diego, experimentó la aparición de una joven mestiza, usando una prenda que él describió como brillante como el sol. El joven Juan se estaba preparando para el bautismo e iba camino a la catedral para continuar con su instrucción en el Evangelio.

Su mensaje para él fue ir al obispo de la Ciudad de México, y pedirle que construyera una iglesia en el cerro. El obispo Juan Zumarraga, un fraile franciscano, quería una prueba de la aparición, así que le dijo a Juan que pidiera una señal a la mujer.

El 12 de diciembre, tres días después, ella apareció por última vez y señaló un pequeño rosal cercano que milagrosamente apareció en medio del invierno en el clima seco del cerro. Él llenó su “tilma”, una túnica hecha de fibras vegetales, con las rosas y regresó al obispo. Cuando llegó a la residencia del obispo y abrió su túnica, las flores cayeron al suelo. El obispo miró con asombro, ya que la tilma tenía la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.

La imagen retrataba a María como una joven mujer azteca, fácilmente reconocible para la gente local. Era una mujer embarazada, llevando un cinturón de maternidad azteca. Era mostrada eclipsando el sol, la luna y las estrellas, que la población local interpretó como que ella era más grande que los dioses que adoraban, dioses que exigían sacrificio humano.

Estudios científicos de la tilma no revelan ningún deterioro durante estos casi cinco siglos, a pesar de que las fibras hechas de cactus normalmente se desintegran a los 60 años. El examen microscópico reveló que no había pinceladas. Aún más significativo, mientras la imagen de Nuestra Señora en la tilma habló a la población indígena mexicana, millones de mexicanos fueron bautizados poco después.

Después de la misa el 10 de junio, el cardenal Aguiar y yo renovamos la colaboración entre los santuarios de Des Plaines y del cerro del Tepeyac en las afueras de la Ciudad de México que nuestros predecesores establecieron hace una década. La Declaración de Intención que firmamos reafirma que los fieles pueden cumplir las promesas y mandas a Nuestra Señora en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en la Arquidiócesis de Chicago, tal como lo harían si hicieran una peregrinación a México. El nuestro es el único santuario de Nuestra Señora de Guadalupe que tiene este privilegio.

Estoy personalmente agradecido por el importante testimonio y la increíble energía que el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe trae a esta iglesia local. En tan solo unos pocos años, el santuario se ha convertido en un lugar vibrante de adoración, comunión y evangelización. Es un lugar sagrado de bienvenida para personas de todas las nacionalidades y orígenes étnicos y un lugar donde todos pueden venir y experimentar de primera mano el cumplimiento de la promesa que ella hizo a Juan Diego: “dar todo su amor, ayuda y protección a todos los pueblos de esta tierra” (“Nican Mopouha”, el relato más antiguo de la aparición).

Así como el 500 aniversario de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe en México ha inspirado a católicos alrededor del mundo, mi oración es que todos los que visiten nuestro santuario en Des Plaines encuentren fortaleza al saber que ella nos extiende su cuidado y promesa a nosotros.

Juan Diego enseña que cada una de nuestras experiencias es importante para la vida de la Iglesia y que lo que afecta la vida de la Iglesia y el mundo nos afecta a todos. Nuestra Señora eligió a un hombre desconsolado y neófito a la fe que estaba en un viaje para aprender más sobre Cristo.

Sin bien la tilma lleva la imagen de Nuestra Señora, San Juan Diego mismo es una imagen para nosotros. Todos estamos en un viaje para conocer a Cristo más y más.

Advertising