Cardenal Blase J. Cupich

El legado duradero del cardenal Bernardin

martes, noviembre 23, 2021

En su histórico discurso en la Universidad Fordham en 1983, el cardenal Joseph Bernardin presentó su famoso enfoque de ética de vida coherente para considerar los problemas críticos del día. Fue guiado por tres convicciones. Lo que hizo al presionar estas convicciones fue bastante revolucionario.

Primero, estaba convencido de la necesidad de prestar atención al llamado del Concilio Vaticano II de leer las señales de los tiempos. El cardenal comprendió que la Iglesia solo podría ser vista como creíble si estaba plenamente involucrada en el mundo y atenta a lo que estaba sucediendo en la vida de las personas reales, las fuerzas que influyen en las políticas y la opinión pública.

Su lectura de las señales de nuestros tiempos lo llevó a la conclusión de que era inútil tratar asuntos como el aborto, la pena capital, la proliferación nuclear, el uso de la fuerza militar y otros, como temas separados. Él reconoció que esto se debía en gran parte al hecho de que estos asuntos eran divisivos en sí mismos.

Sin embargo, estaba convencido de que un compromiso integral a respetar la vida como principio, conectando estos temas, los beneficiaría a todos. Como lo señaló: “El propósito de proponer una ética de vida coherente es argumentar que el éxito en cualquiera de los temas que amenazan la vida requiere una preocupación por la actitud más amplia en la sociedad acerca del respeto por la vida humana…La viabilidad de [este] principio depende de la coherencia de su aplicación”.

Segundo, el cardenal estaba convencido de que la integridad de la enseñanza social católica significaba que la iglesia tenía una capacidad especial para asumir el liderazgo en la definición de tales asuntos en el ámbito público. Como ejemplo, preguntaba cómo era que los obispos católicos se encontraban a sí mismos en la posición casi única de testificar fervientemente tanto contra el aborto como contra las políticas de guerra nuclear de Estados Unidos. Era la integridad de su enseñanza, es decir, su coherencia, lo que distingue a la Iglesia.

Como resultado, la enseñanza social católica no podría ser encajada dentro del marco político partidista que gobierna la vida pública estadounidense. Sin embargo, en última instancia esto es el por qué la ética de vida coherente ha atraído hostilidad. Asevera que la enseñanza católica no puede ser moldeada a nuestras divisiones políticas, ni debe ser socavada al restarle importancia a las enseñanzas sociales clave, incluso para avanzar metas políticas importantes.

Finalmente, el cardenal estaba convencido de que la Iglesia está en una posición única para ser una fuerza que promociona el bien común a través del fomento de políticas públicas. Nuestro culto, vida pastoral, ministerios de cuidado de la salud y educación, todos demuestran la integridad de la enseñanza social católica.

De hecho, el cardenal Bernardin admitió fácilmente que eligió una universidad católica para presentar su enfoque de ética de vida coherente, apreciando el hecho de que una universidad católica tiene un papel particular en la configuración del discurso público.

En muchos aspectos, el discurso del cardenal fue un momento decisivo. Ahora tenemos la tarea de desarrollar la ética de vida coherente, ya que en nuestros días el problema no es que los temas estén divididos en tópicos separados, sino que estamos polarizados como pueblo.

Vivimos en silos de nuestra propia elección, temerosos de interactuar unos con otros en una variedad de cuestiones, muchos de las cuales son, de hecho, asuntos de vida o muerte. Consideren la crisis de cuidado a la salud que enfrentamos en relación con la pandemia, o los problemas de injusticia racial que inspiraron poderosas protestas en el verano de 2020, o la amenaza que el cambio climático representa para toda la vida en la tierra.

Al igual que el cardenal Bernardin, el papa Francisco ha sido implacable en respetar la integridad de la enseñanza social católica, advirtiendo contra los intentos de reducirla a un solo asunto. El Santo Padre construye sobre las ideas del cardenal de una manera que nos ayuda a abordar la polarización al instar a lo que yo llamo una ética de solidaridad coherente. Él nos llama a poner un máximo valor a encontrarnos unos a otros, escucharnos unos a otros y discernir un camino a seguir juntos.

Somos los beneficiarios privilegiados del espíritu bondoso y sabio que animó al cardenal Bernardin. Como sucesor del buen cardenal, estoy muy feliz de celebrar su memoria y de animar a todos nosotros a continuar su legado.

Sus palabras y su ejemplo continúan inspirándonos a trabajar por la paz, por el desarrollo pleno de nuestros ministerios, por la educación y formación de los jóvenes, por fomentar el entendimiento y la colaboración ecuménica e interreligiosa y, por supuesto, por un respeto a la vida en todas sus preciadas formas.

Advertising