Cardenal Blase J. Cupich

CCHD a sus 50 años: una visión para el florecimiento humano

viernes, mayo 21, 2021

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La semana pasada, estuve encantado de unirme a la celebración del 50 aniversario de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano (CCHD, por sus siglas en inglés). Mi participación reconoció que CCHD, al igual que muchas otras iniciativas, como Catholic Extension, Organización Juvenil Católica (CYO, por sus siglas en inglés), Movimiento Familiar Cristiano (CFM, por sus siglas en inglés) y Cana Conference, tiene sus orígenes en la Arquidiócesis de Chicago.

La campaña fue idea de un pastor de Chicago (y luego obispo), el padre Michael Dempsey. Sus feligreses en Our Lady of Lourdes en la parte oeste de Chicago enfrentaban muchas dificultades desalentadoras relacionadas con la educación, los trabajos, el cuidado de la salud, la violencia, el desarrollo económico y el acceso a los servicios públicos. Él se dio cuenta de que no tenía todas las respuestas, así que decidió ir puerta por puerta y preguntar a las personas qué debería hacer la iglesia para ayudar a mejorar su situación.

Los feligreses expresaron aprecio por la ayuda directa dada por diferentes organizaciones católicas, como Caridades Católicas y la Sociedad de San Vicente de Paúl. Pero también hablaron de injusticias y obstáculos sistémicos que los detenían. Expresaron la necesidad del desarrollo de habilidades, educación y apoyo para organizarse para sus derechos.

Dos años después de ser nombrado obispo auxiliar en Chicago, el obispo Dempsey llamó a un esfuerzo nacional para empoderar a las organizaciones de autoayuda locales a través de una colecta anual para “abordar las causas de raíz de la pobreza en los Estados Unidos a través de la promoción y el apoyo de organizaciones de autoayuda controladas por la comunidad y mediante educación transformadora”.

Aunque había escépticos, los obispos de Estados Unidos apoyaron entusiastas su visión y plan, nombrándolo el primer director de CCHD. Su idea atrapó la imaginación de los católicos de los Estados Unidos, ya que la primera colecta de CCHD fue la colecta individual más grande en la historia de la iglesia católica en los Estados Unidos hasta esa fecha; recaudando más de $8.4 millones.

Tristemente, el obispo Dempsey falleció en 1974 a la edad de 55 años, sin embargo las semillas que plantó continúan dando mucho fruto, porque hasta este día, la colecta anual de CCHD es la colecta católica más grande, con un promedio de más de $11 millones al año.

Durante su visita a los Estados Unidos en 1979, el papa Juan Pablo II subrayó la efectividad de CCHD, señalando: “Los proyectos asistidos por la campaña han ayudado a crear un orden más humano y justo, y permiten a muchas personas alcanzar una mayor medida de legítima autosuficiencia”.

CCHD se ha convertido en una parte integral de la misión social de la iglesia en los Estados Unidos; desde ayudar a las personas con menores ingresos a participar en procesos de toma de decisiones que les afecta, hasta su misión complementaria de educar a los católicos acerca de la pobreza y la injusticia económica.

La visión de CCHD se necesita ahora más que nunca, a medida que la Iglesia asume la tarea de abordar las complejidades del desarrollo humano en un mundo postpandémico, incluyendo el pecado social de la injusticia racial, nuevamente traído al primer plano durante el último año.

Así como los eventos en la Iglesia y la sociedad de finales de la década de 1960 crearon un impulso para CCHD, la confluencia de las crisis de este último año nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos para examinar asuntos sociales y económicos a la luz de las necesidades de los pobres en su búsqueda por la autodeterminación.

Necesitamos tener presente la visión del obispo Dempsey de que el crecimiento no es el único indicador de una economía sana; las personas luchan y quedan al margen en maneras que no pueden controlar y que las estadísticas no miden adecuadamente.

A través de iniciativas financiadas por CCHD y organizaciones de base, trabajamos para abordar asuntos complejos como la justicia ambiental y la desinversión histórica; para desarrollar líderes que protegen los derechos de los trabajadores, los inmigrantes y las personas con discapacidades; para reformar el sistema de justicia penal y cultivar justicia restaurativa; y para garantizar que aquellos que son afectados por sistemas injustos compartan sus ideas y experiencias para efectuar un cambio social significativo. Las políticas pueden responsabilizar a las personas y las prácticas pueden adaptarse, pero CCHD va más allá de esto al dirigirse a cambiar actitudes y transformar estructuras sociales.

Cualquiera que sea el proyecto, por complejo que sea el problema o enorme el desafío, el punto de partida debe ser un profundo y amoroso respeto por los pobres, acompañándolos y encontrándolos con un aprecio por su capacidad creativa para buscar la vida que Dios siempre ha querido para ellos.

Mientras buscamos sanar del trauma de la pandemia, el papa Francisco ha comparado este momento con el tiempo del diluvio en el Génesis. Al igual que Noé, su familia y las criaturas que se unieron a ellos en el arca, debemos preguntar: ¿Cómo emergeremos de este tiempo de destrucción y dolor e ingresaremos a un tiempo de regeneración y reparación? ¿Cómo los pobres y marginados encontrarán una nueva esperanza? Como lo ha dicho el papa Francisco: “esa es la gracia disponible para nosotros ahora, la luz en medio de nuestra tribulación. No lo desperdiciemos”.

Tomando en serio las palabras de nuestro Santo Padre, que este 50 aniversario reavive en nosotros la determinación de asumir la responsabilidad de desafiar actitudes y condiciones adversas que atrapan a las personas en la pobreza. Esta es una oportunidad para volver a imaginar cómo vivimos, trabajamos, gobernamos, educamos, invertimos en las personas y vecindarios y desarrollar maneras para que las personas tengan éxito, las parroquias florezcan y las comunidades prosperen.

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