Cardenal Blase J. Cupich

La democracia, como el discipulado, no es un hecho consumado

martes, enero 26, 2021

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Permítanme comenzar con dos historias.

Recientemente, una mujer me dijo que después de que su padre falleció, encontró una carta que él había escrito para su esposa por el 13 aniversario de su matrimonio. Él le dijo a su esposa que necesitaban “un nuevo comienzo” y contó las dificultades que estaban teniendo.

La hija se sorprendió al saber que sus padres, que aparentemente estuvieron felizmente casados durante más de 50 años, experimentaron momentos en los cuales su matrimonio estaba en peligro. Sin embargo, después de pensar en su propia vida espiritual, se dio cuenta de lo ingenuos que somos al pensar que podemos alcanzar un estancamiento en nuestras relaciones y de allí ir llevándola.

La vida no es así, señaló. Si no fuera por los fracasos nunca escucharíamos el llamado de Dios de nuevo, ni podríamos desarrollarnos y crecer.

Hace años, el arzobispo Fulton Sheen les dijo a los sacerdotes durante un retiro que él llegó a un punto en su vida cuando su fama como personalidad pública lo estaba llevando a creer que él había dominado en qué consistía el sacerdocio. Una experiencia marcada por el fracaso personal y la vergüenza lo trajo de regreso a la realidad.

Un día, mientras visitaba una colonia de leprosos, decidió dar a cada persona un rosario. Se encontró con un hombre cuya mano había sido carcomida totalmente por la enfermedad. El arzobispo sintió tanta repulsión que simplemente dejó caer el rosario en lo que quedaba de la extremidad del hombre y se alejó.

La vergüenza rápidamente se apoderó de él por ser tan insensible. Rápidamente se devolvió y le quitó el rosario y lo colocó en lo que quedaba de la mano del leproso, sujetándolo para que el hombre supiera que estaba cerca de él y quería compartir su sufrimiento.

En ese momento, se recordó a sí mismo del por qué se convirtió en sacerdote: para participar en los sufrimientos de otros, o como escribió San Pablo, para completar “lo que falta a los padecimientos de Cristo”.

Estas historias me vienen a la mente mientras retomamos el Evangelio de Marcos en este nuevo tiempo litúrgico y escuchamos repetidamente cómo los discípulos son lentos en aprender y solo gradualmente vienen a comprender el significado de discipulado.

Es un Evangelio que pone de total manifiesto cómo la vida humana implica una serie de fracasos, reveses y fallas, y sin embargo también nos enseña que el miedo al fracaso y al pecado no debe paralizarnos. En cambio, tales momentos son oportunidades para llegar a una nueva conciencia o un nuevo despertar del significado de nuestras vidas y relaciones.

Cada uno de nosotros debe tener presente esta verdad, mientras observamos al panorama espiritual de nuestras vidas. Pero también debe hacerlo toda la iglesia.

Tenemos más que suficientes ejemplos de fallas en la Iglesia Católica, al punto en que podemos paralizarnos en lo que respecta a nuestro futuro. A lo largo de este año de Marcos, la Palabra de Dios nos convocará a un nuevo despertar, para escuchar en nuestros reveses, fracasos, y fallas el llamado a seguir a Jesús otra vez y a ser la iglesia y comunidad de fe que él quiere que seamos.

Cuando miramos alrededor de nuestro mundo hoy, vemos fracasos y fallas desesperanzadoras, incluso impactantes. Piensen en la pandemia. Piensen, también, en lo que sucedió en la capital de nuestra nación el 6 de enero. Lo que tenía la intención de ser una transición pacífica a una nueva administración fue puesta en peligro por un asalto mortal al Capitolio, y de hecho, un asalto a la democracia misma.

Estos eventos representan reveses y fallas institucionales y sociales. Y aun así, nuestra fe nos invita a escuchar el llamado de Dios a construir el bien común y a comenzar de nuevo. Si hacemos eso, recordaremos quiénes somos, y quiénes estamos llamados a ser.

La democracia, como el discipulado, no es un hecho consumado. Tenemos que trabajar en ambos, y recapturar lo que significan al aprender de los reveses y descubrir algo nuevo acerca de quienes somos.

La temporada de Navidad ha pasado y hemos ingresado en el Tiempo Ordinario, con el recordatorio de que los reveses son parte de la vida ordinaria.

También comenzamos esta temporada con vestiduras verdes, sugiriendo que mientras nos reunimos en estos días oscuros de invierno, debemos mantener nuestros ojos en la nueva primavera que Dios siempre está preparando para su pueblo. Dejemos que esa sea nuestra esperanza mientras iniciamos un nuevo año y una nueva era para nuestra nación.

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