Cardenal Blase J. Cupich

El milagro de la Eucaristía

lunes, agosto 10, 2020

Para leer esta columna en inglés, por favor haga clic aquí

En estos días de pandemia, he escuchado muchas historias de heroísmo, de gente que se esfuerza por atender las necesidades de los demás. Me edifica aprender sobre la extraordinaria generosidad de los vecinos que se toman el tiempo para asegurarse que los demás estén bien, estén bien, para consolar a los que han perdido a sus seres queridos, para contribuir a las despensas de alimentos y para ser voluntarios en las parroquias y otras agencias de caridad.

Recientemente un párroco informó que una mujer vino a la rectoría para hacer un donativo a la despensa de la parroquia. Le dio los 15 dólares que había ganado en propinas ese día como mesera. Y luego le pidió al párroco que rezara por ella porque al final de la jornada, el dueño del restaurante dijo que iban a cerrar. Ahora estaba sin trabajo.

El párroco insistió en devolverle su donativo. “No”, dijo, “sé que hay otros que tienen mayores necesidades, y además necesito decirme a mí misma que incluso en mi necesidad, incluso cuando quiero ciertas cosas, puedo hacer algo por el otro”.

Esa historia resume lo que oímos sobre Jesús en el relato del Evangelio de la multiplicación de los panes y los peces el fin de semana del 2 de agosto. Al enterarse de la muerte, el asesinato de Juan el Bautista, Jesús se retira, afligido, a un lugar apartado, como todos lo hacemos en momentos de tragedia; quería estar solo para llorar.

Pero en cuanto ve a la multitud que se acerca a él para ser consolada en su dolor y pena por la muerte de Juan el Bautista, se aleja de su retraimiento y se extiende a los demás. Es aquí donde comienza el milagro de dar de comer a los cinco mil. Se permite a sí mismo ser pan para los demás como lo hace en la Eucaristía.

Por eso es importante entender la conexión entre esta historia de la multiplicación de los panes y los peces y la Eucaristía. Es la forma en que Jesús nos dice que el verdadero milagro de la Eucaristía no es sólo que Jesús se haga presente para nosotros, sino que nos da la fuerza para ir más allá de nuestra tendencia a retirarnos en los momentos de sufrimiento y convertirnos en pan partido y compartido para nutrir a los demás.

Esto es lo que ocurrió en la vida de esa mesera cuando se dio cuenta de que incluso en su deseo tenía el poder de hacer algo por los necesitados. Eso es lo que ocurre en la historia del Evangelio, cuando Jesús ofrece el pan a Dios en la bendición, dándole el poder de partirlo y compartirlo. Eso es lo que ocurre en la Eucaristía, permitiéndonos dejar nuestro estado de retraimiento y, aunque nos cueste algo, ser pan para los demás.

La mayoría de nuestra comunidad católica en estos días no puede asistir a la misa y recibir la comunión. Sin embargo, esta historia del Evangelio nos proporciona una rica oportunidad para entender más plenamente lo que creemos sobre la Eucaristía. En el corazón de la Eucaristía están las palabras de Jesús que el sacerdote pronuncia al final de la consagración: “Hagan esto en memoria mía”.

Estas palabras son una invitación a aceptar el milagro de la Eucaristía en nuestras vidas, el milagro de volvernos hacia los demás, de vivir nuestras vidas como pan que Dios acepta y bendice, dándonos el poder de ser partidos y compartidos para nutrir a los demás. Aunque no todos podamos recibir la Eucaristía, podemos ser Eucaristía para los demás.

Cada día tenemos muchas oportunidades de ser Eucaristía para los demás. Puede ser ayudando a un vecino o a un familiar necesitado, rezando por aquellos que se sacrifican por la seguridad pública o consolando a aquellos que han perdido a sus seres queridos.

Como arquidiócesis, hemos organizado un fondo especial de ayuda COVID-19, que hasta la fecha ha distribuido 3.5 millones de dólares para ayudar a reabastecer las despensas de alimentos, a dar sepultura a los muertos, con el asesoramiento para la violencia doméstica y otras necesidades supervisadas en nuestras parroquias y por Caridades Católicas. Por favor, considere ayudar a construir ese fondo, si tiene los medios, contactando con nosotros en: COVID-19 Relief Fund, Archdiocese of Chicago, 835 N. Rush St., Chicago, IL 60611; 312-534-7959; o archchicago.org/coronavirus/donate

De todas formas, les invito a rezar para encontrar cómo pueden ser Eucaristía para los demás y hacer que comiencen los milagros.

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