Cardenal Blase J. Cupich

Una iglesia “pletórica de vitalidad”

martes, julio 14, 2020

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A la edad de 80 años, el santo papa Juan XXIII, quien vivió durante dos guerras mundiales y una gran depresión, permaneció esperanzado e incluso juvenil cuando escribió que la Iglesia todavía está “pletórica de vitalidad” (Humanae Salutis).

Su convicción de que el Espíritu Santo está guiando la historia inspiró una visión fresca del papel de la Iglesia en el mundo moderno: “conocer y comprender el mundo en que vivimos” y responder “acomodándose a cada generación” (Gaudium et Spes, no. 4). Mientras la Iglesia discierne los signos de las épocas en cada era y lugar, ciertos momentos en su vida requieren una atención más urgente a este trabajo de discernimiento. Nuestro momento es dicho tiempo y nuestro momento llama a un discernimiento enfocado.

Durante las últimas décadas, hemos visto un notable descenso en el porcentaje de católicos que asisten a misa regularmente. Esta tendencia se ha acelerado en años recientes, y ahora solamente aproximadamente el 20% de los católicos asisten a misa regularmente.

Con el descenso en la participación de los católicos en la vida de la Iglesia, los recursos necesarios para mantener nuestros antiguos edificios y apoyar a nuestros ministerios para personas en necesidad están disminuyendo. Estas tendencias a la baja se reflejan también en el hecho de que estamos viendo menos vocaciones para la vida religiosa y el sacerdocio, lo que se traduce en menos pastores elegibles en el futuro.

Estas dificultades financieras y estructurales poseen un desafío crítico para nuestras parroquias y comunidades. Sin embargo, lo que es aún más problemático acerca de estas estadísticas es que un creciente número de personas ha decidido vivir su vida apartados de la Iglesia.

Para los discípulos de Cristo, la plenitud de la vida puede ser encontrada solamente en Cristo y su Iglesia. Sin embargo, tristemente, los estudios nos muestran que un creciente porcentaje de nuestros católicos más jóvenes está desconectándose de la Iglesia. Claramente, no podemos ignorar este desafío. La necesidad de renovación está sobre nosotros.

La buena noticia es que ya ha comenzado en esta arquidiócesis. Las parroquias que han participado en el proceso de Renueva mi Iglesia están trabajando conjuntamente para construir una nueva realidad que sirva más efectivamente a su pueblo. A través de nuestros programas de divulgación, las personas están involucrando a la Iglesia con sus preguntas y expresando una nueva disponibilidad de explorar la fe.

Igualmente, durante esta pandemia, los pastores han iniciado una variedad de esfuerzos creativos para ministrar a su pueblo mientras todos nosotros hemos tenido que quedarnos en casa. Estamos construyendo un cuerpo nuevo de conocimiento acerca de cómo mejorar y crear formas nuevas de divulgación pastoral.

No sorprenderá a feligreses que, aunque la pandemia ha sido un momento de creatividad pastoral, nuestros pastores están agobiados por las cargas de la administración. Durante la pandemia aproximadamente un tercio de nuestras parroquias ha luchado para mantener incluso un 50% de sus colectas habituales.

Como era de esperar, aquellas parroquias con menos apoyo del usual han tenido dificultad para reabrir. La mayoría de nuestras parroquias han completado los requisitos para reabrir, para el 1 de julio, pero el 20% de nuestras parroquias todavía no ha reabierto para misa. Entonces, mi simple petición para ustedes es: por favor apoyen a su pastor y a su parroquia.

Debemos leer estos signos de la época también. Eso significa discernir de manera realista qué métodos y estructuras se adaptan mejor a nuestra misión hoy en día, si nuestras parroquias van a continuar dirigiendo a nuestro pueblo hacia Cristo y teniendo un impacto profundo en nuestras comunidades y en el mundo.

La pandemia nos ha hecho enfocarnos en lo que es verdaderamente importante, identificar áreas de vitalidad, así como también las áreas donde luchamos, y nos ha dado una mayor conciencia de las diferentes necesidades de nuestras parroquias. Hay mucho trabajo por hacer, y estoy agradecido con la enorme cantidad de personas que ya se han unido.

Debemos ser optimistas, pero también honestos. Debemos asumir los presentes desafíos, pero permanecer confiados en que el Espíritu Santo está guiando a la Iglesia. Hay una urgencia en nuestro trabajo, pero también una calma y serenidad, confiando, como nos recordó Juan XXIII, que la Iglesia todavía está “pletórica de vitalidad”.

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