Cardenal Blase J. Cupich

Discerniendo el camino por delante

jueves, junio 18, 2020

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La Compañía de Jesús envía a los novicios al mundo en su primer año, en una peregrinación de meses llevando poco a cuestas, apenas la ropa a sus espaldas. Aunque un retiro de 30 días es parte del noviciado, la peregrinación tiene la intención de dar a los novicios una experiencia de lo que aprendieron en el retiro. Ellos viven separados de su sistema de apoyo usual, totalmente dependientes de la divina providencia y la generosidad de otros a medida que tratan de determinar cómo quiere Dios que ellos vivan.

Los primeros discípulos de Jesús fueron puestos en una situación similar. A medida que el Señor resucitado ascendió al cielo, él los envió a proclamar la Buena Nueva a todas las naciones. Sin embargo, no recibieron un plan, ni recursos, ni consejos para hacerlo. ¿Cómo podrían emprender una misión en todo el mundo? ¿Quién podría ayudarlos a navegar las inevitables dificultades que surgirían a medida que encontraban diferentes culturas? ¿Cómo sabrían que permanecían fieles a los deseos de Cristo?

La respuesta simple es que Jesús les dio el don de su Espíritu. Pero el Espíritu no es un poder dado esporádica u ocasionalmente para compensar nuestras limitaciones. En cambio, es la presencia permanente de Jesús, quien prometió permanecer con sus discípulos en cada edad, y no dejarlos huérfanos.

Y es en la oración que encontramos a Jesús, tanto a nivel personal como comunal, interactuamos con el Espíritu, compartimos nuestras esperanzas y penas, nuestros desafíos y preocupaciones. Nuestra tradición espiritual usa la palabra “discernimiento” en referencia a esta interacción, particularmente cuando se trata de tomar una decisión, buscando orientación y asumiendo nuevas iniciativas para permanecer fieles a la misión de Cristo.

Es por esto que la oración es esencial, mientras asumimos individual y comunitariamente la misión de Jesús en fidelidad. Todas las preguntas acerca de lo que debemos hacer, cómo debemos hacerlo, cuándo debemos hacerlo necesitan ser traídas a la oración, porque allí es en donde aprendemos la voluntad de Dios con la ayuda del Espíritu, a quien Jesús llama nuestro Defensor, nuestro Consejero.

El discernimiento se necesita ahora más que nunca. Nos encontramos en una situación similar a la de aquellos primeros días de la iglesia, particularmente en estos días de malestar social, la pandemia y nuestros propios desafíos internos como iglesia.

A medida que buscamos permanecer fieles a la misión de Cristo, acertadamente nos preguntamos, ¿qué servicio puede traer la Iglesia para abordar siglos de injusticia racial que pueda resultar en un cambio real? ¿Cómo podemos nosotros, como seguidores de Cristo, ser agentes de la justicia, alivio y reconciliación que tanto se necesita en este momento? ¿A dónde nos lleva el Espíritu de Dios para permanecer abiertos a una renovación continua y fieles a la misión de Cristo?

El papa Francisco se refiere al discernimiento como ese diálogo por medio de la oración que parte “de una disposición a escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que siempre nos desafía de maneras nuevas” (“Gaudete et Exsultate,” no. 172). Es un escuchar devoto que nos permite percibir la dirección vital del Espíritu, que “permite a la iglesia rejuvenecerse” y “renovarla perpetuamente” como enseña el Concilio Vaticano II (“Lumen Gentium,” no. 4).

Nuestra historia local tiene muchos ejemplos de iniciativas tomadas después de orar que trajeron vida nueva a la iglesia. Una de esas es la iniciativa dirigida por el obispo Bernard Sheil, obispo auxiliar de 1928 a 1969, al fundar la Catholic Youth Organization en Chicago. En un momento de disturbios y tensiones raciales, CYO unió a decenas de miles de jóvenes de una amplia variedad de orígenes y vecindarios para compartir en conjunto a través de actividades atléticas y educativas. CYO construyó puentes entre los jóvenes y ayudó a superar divisiones en nuestras comunidades.

En nuestros días, a medida que asumimos el trabajo de volver a imaginar la vida de nuestra iglesia, hemos hecho del discernimiento por medio de la oración el corazón del proceso de Renueva mi Iglesia. La oración, tanto personal como comunal, debe permanecer en el corazón de nuestro esfuerzo para leer las “señales de los tiempos”, siempre permaneciendo cerca de Jesús a través del don de su Espíritu mientras buscamos su orientación para llevar a cabo nuestra misión.

Al igual que los novicios jesuitas en peregrinación, que aprendieron a confiar en el Señor más plenamente, así somos llamados en estos días difíciles a confiar en que el Señor se queda con nosotros, permanece con nosotros, siempre seguros de que Él conoce el camino.

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