Cardenal Blase J. Cupich

Lo que ofrece la Iglesia

miércoles, abril 8, 2020

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Durante generaciones, la pandemia de la gripe de 1918 fue meramente un evento en nuestros libros de historia; algo que sucedió durante una guerra mundial, un tiempo en el que la gente vivía una vida muy diferente y la medicina moderna todavía no se había inventado. La pandemia actual también será registrada en los libros de historia.

Qué humillante es para nuestra cultura tecnológicamente avanzada, bien educada y altamente móvil el ser derribada, congelada en su sitio, por una forma de vida primitiva. Que desestabilizador para nuestras ilusiones de control ver que el conocimiento colectivo de la humanidad se queda trágicamente corto.

¿Qué podemos nosotros como iglesia ofrecer a aquellos que toman decisiones que afectan a millones? ¿Qué podemos decir a cada familia, a cada persona acerca de las decisiones difíciles y las posibles experiencias dolorosas que enfrentan?

Ofrecemos un marco de referencia basado en la fe y los valores para tomar las decisiones difíciles que son inevitables en una crisis. Basados firmemente en una reverencia por toda la vida humana, imploramos a los líderes de la nación que actúen rápidamente, sin interés ni egoísmo para equipar y proteger a nuestros heroicos trabajadores de la salud. Y ofrecemos nuestras oraciones por aquellos que están al lado de la cama de los enfermos, con frecuencia poniéndose en peligro ellos mismos.

Ofrecemos nuestra compasión y solidaridad con aquellos encargados de mantener la paz y mantener abiertas las fuentes vitales de alimento y entrega de correo, servicios sociales y otras funciones esenciales de la comunidad.

Ofrecemos nuestro apoyo a todos aquellos que mantienen a nuestros niños y jóvenes concentrados en sus estudios bajo condiciones imperfectas y estresantes. Esto incluye a padres, abuelos y tutores forzados a servir como asistentes de maestros y monitores de salas de estudio. Ellos están proveyendo una medida de normalidad y enseñando lecciones formadoras de vida en perseverancia.

Ofrecemos nuestro compromiso de cumplir las misiones de alcance a la comunidad de nuestras parroquias y agencias. Como pidió el papa Francisco: “Hagamos sentir nuestra cercanía a las personas solas y a los más afectados”. Numerosos trabajadores y voluntarios han respondido. Nosotros, en la mayor medida posible, continuaremos alimentando, vistiendo y albergando a aquellos en necesidad.

Y ofrecemos nuestras más profundas condolencias a aquellos que sufren la pérdida de seres queridos y la pena adicional de ser privados de rituales de sanación y el consuelo de los amigos. Con nuestras oraciones fervientes encomendamos a los muertos al abrazo misericordioso de Dios, cuyo amor es eterno.

Como iglesia somos un humilde instrumento para la gracia de Dios y el mensaje de Dios de esperanza y amor para todas las personas. Puede que nos resulte difícil comprender por qué esta crisis debe privarnos de los medios usuales de gracia en la celebración pública de la misa y otros sacramentos. Esto es especialmente así en estos días de la Semana Santa y la Pascua, en que renovamos nuestro bautismo en la muerte y resurrección de Jesús.

Sin embargo, a lo largo de la historia, los cristianos han sido privados de los sacramentos por gobernantes y gobiernos. Los países de Europa del Este ofrecen un ejemplo particularmente despiadado. Esta privación no tuvo y no tiene que significar que la fe y la devoción cesen. A menudo incrementó. En nuestra situación de hoy, esta privación no es impuesta. La estamos escogiendo por amor al prójimo y porque valoramos la solidaridad humana, que es en sí mismo un acto de adoración; y como nuestros antepasados, no estamos privados de unir nuestros corazones y mentes en oración.

El papa Francisco nos ha invitado a unirnos a lo que él llama “la universalidad de la oración, la compasión y la ternura”. Las palabras del Santo Padre hablan a muchos más allá de nuestra propia familia católica. Todos están invitados a cultivar esperanza en sus corazones, incluyendo los que no creen.

“Todos somos hijos de Dios y él cuida de nosotros”, dice Francisco. “Incluso aquellos que todavía no han conocido a Dios, aquellos que no tienen el don de la fe, pueden encontrar su camino a través de las cosas buenas en las que creen. Ellos pueden encontrar fortaleza en su amor por sus hijos, su familia, sus hermanos y hermanas. Alguien puede decir: ‘no puedo orar porque no creo’. Pero al mismo tiempo”, concluye, “podemos creer en el amor de la gente que tenemos alrededor, y allí podemos encontrar esperanza”.

Lo que esta pandemia revela acerca de nuestra sociedad ya está quedando claro. De qué manera da forma a nuestro futuro está en nuestras manos.

Oramos para que las decisiones que tomamos hoy sean recordadas como al servicio del bien común. Y esperamos que al final den una visión más clara de lo que es verdaderamente importante en todas nuestras vidas. Por favor sepan que todos los que servimos en la arquidiócesis estamos orando por ustedes, nuestra comunidad y país y todos en la familia humana alrededor del mundo. Necesitamos y apreciamos mucho sus oraciones y apoyo.

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