Cardenal Blase J. Cupich

Nuevas directrices para celebrar los Ritos de Cristiana Sepultura

viernes, noviembre 1, 2019

Durante este último año, el Consejo Presbiteral me ayudó a desarrollar directrices diseñadas para asistir a los feligreses y al personal parroquial en la preparación de las Misas de la Cristiana Sepultura. Estoy intencionalmente emitiendo estas directrices en el Día de los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre, el día que apartamos exclusivamente para orar por los muertos. En tal sentido, sirve como punto de referencia para todos nuestros ritos de cristiana sepultura.

Desde los primeros días de la iglesia, los cristianos comprendieron la obligación de orar por los muertos como parte de la fe bautismal de uno. Creemos que nuestro bautismo crea un lazo entre nosotros como miembros del Cuerpo de Cristo, un lazo que la muerte misma no puede romper. Así como en vida nos acompañamos unos a otros, así también lo hacemos en la muerte. La muerte no disminuye nuestra responsabilidad de apoyarnos unos a otros como compañeros discípulos, peregrinos que hemos aceptado el llamado de Jesús: “Ven, sígueme”. Tomamos con seriedad esa responsabilidad por cada uno cuando nos reunimos para funerales, visitamos los cementerios u oramos privadamente por todos los muertos.

Poner esa creencia en práctica nos aleja de reducir nuestros ritos funerales cristianos a meros servicios de recordación o celebraciones de la vida. Ciertamente, hay buenas razones para recordar las virtudes de aquellos que han fallecido, reconocer sus contribuciones a nosotros y al mundo. Pero estas expresiones son secundarias. Las homilías, por consiguiente, deben enfocarse en lo que proclamamos en nuestro culto: “la vida no termina, se transforma”. Así, también, sería una oportunidad perdida si las elegías se enfocan solamente en los logros materiales del fallecido en vez de las virtudes que inspiran la santidad de la vida.

Nuestras oraciones por los muertos importan. Tenemos la confianza en que, así como nuestras oraciones asistieron a los fallecidos en vida, así también lo hacen en la muerte. Dicha oración también puede ser muy reconfortante para nosotros que nos quedamos, porque nos une a un cierto nivel con aquellos que han fallecido en la esperanza firme y cierta de que algún día estaremos con nuestros seres queridos otra vez.

También es importante resaltar que en el Día de los Fieles Difuntos oramos por aquellos que están en un estado de purgación (no castigo). Ellos están esperando, como el Catecismo de la Iglesia Católica lo indica, “alcanzar la santidad necesaria para entrar a la alegría del cielo”.

Hace algunos años, un grupo de adolescentes me presionó para que explicara el purgatorio. Muchos de sus amigos no podían entenderlo y ellos no sabían cómo explicarlo. Sabía que tenía que responder de una manera que tuviera sentido para ellos. Así que me volteé hacia una joven sentada en la primera fila y simplemente dije: “Puedo ver que realmente eres alguien especial”. Ella se sonrojó, como lo había anticipado. Entonces, dije a la clase:

“Miren lo que acaba de suceder. Con frecuencia nos sonrojamos cuando alguien nos elogia porque profundamente dentro de cada uno de nosotros hay algunas dudas oscuras de que seamos adorables, especiales y buenos. El purgatorio se trata de Dios mirando a nuestros ojos y diciéndonos una y otra vez que somos adorables, especiales, amados por él. Él hace esto hasta que realmente lo creamos y no nos sonrojemos. Sus intentos por convencernos que él nos ama, que somos adorables, nos purifica de la oscuridad y las dudas que no nos permiten creer en su amor, que evitan que creamos en su amor y convertirnos en todo lo que Dios siempre quiso que fuéramos. Somos purificados cuando somos capaces de mirar la cara de Dios y no sonrojarnos”.

Esa explicación parecía tener sentido para estos jóvenes, quizás porque saben lo que sucede cuando las dudas sobre si mismos se cuelan en sus corazones y evitan que sean todo para lo que Dios los ha creado.

Allí es en donde entra nuestra oración por los muertos. Al orar por ellos unimos nuestras voces a la repetida insistencia de Dios de que ellos son amados. Tomen seriamente su responsabilidad de orar por aquellos que han fallecido y que esperan la purificación de todo lo que les hace dudar del amor de Dios y de ustedes. Piensen de su oración por ellos como una manera de hacerles saber otra vez que los aman.

A medida que leen las directrices encontradas en línea en chicagocatholic.com/funerals, los invito a reflexionar sobre cómo nuestras creencias cristianas acerca de la muerte proveen un punto de referencia sobre cómo debemos celebrar nuestros funerales. Y sepan que estas directrices han sido producidas por pastores que siempre estarán presente para acompañarlos en sus momentos de pérdida con una fe que consuela y nos une los unos a los otros.

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