La gran noticia de la reunión anual del otoño de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos fue la decisión de la Santa Sede de que retrasemos el adoptar políticas nuevas para disciplinar a los obispos acusados de mal comportamiento y mal manejo de los casos que involucran el abuso de menores por el clero. El presidente de nuestra conferencia informó al cuerpo de obispos de esto la mañana del 12 de noviembre. Se me notificó con anticipación justo antes de la reunión por el cardenal DiNardo, presidente de USCCB. No está claro si la Santa Sede tiene preocupaciones específicas con las propuestas que están siendo presentadas. Se nos dijo que deberíamos esperar hasta la reunión en febrero cuando el Santo Padre está reuniendo a todos los presidentes de conferencias de obispos para abordar la protección de niños, de tal manera que nuestras decisiones puedan ser informadas al escuchar a nuestros hermanos obispos de alrededor del mundo. A pesar de que la solicitud de que demoremos fue decepcionante, dado el trabajo hecho en preparación para nuestra reunión, me levanté para alentar un camino hacia adelante. Como lo señalé, no había razón para que el cuerpo de obispos no tomara la discusión como estaba programada, afinara los documentos y luego tomara una votación de resolución para dejar claro a nuestro pueblo cual es nuestra posición, pero también para dar al presidente de nuestra conferencia una indicación clara de la opinión de los obispos en los Estados Unidos mientras él se prepara para participar en la reunión de febrero. Mi sugerencia final fue que debemos reunirnos nuevamente en marzo, o poco después de la reunión en febrero en Roma, para tomar nuestras propuestas, informados por los aportes de otras conferencias de obispos de alrededor del mundo, y luego adoptar nuevas políticas que construyan sobre la base del progreso que hemos logrado desde 2002. Ese progreso es sustancial e incluye revisiones de antecedentes completos de empleados y voluntarios, capacitación de ambientes seguros para adultos y niños, procedimientos para hacer reportes obligatorios a las autoridades civiles, cooperar con las fuerzas del orden, transparencia en la comunicación con los feligreses y atención a través de un equipo de asistencia a las víctimas. Lo que estaba faltando en nuestros procedimientos fueron estipulaciones claras para disciplinar a los obispos que manejan mal los casos o abusan a menores. Este es el trabajo que ahora necesitaremos completar después de la reunión de febrero en Roma. En mi opinión, al tomar esta acción sin precedentes de llamar a los presidentes de las conferencias de obispos del mundo a Roma, el Santo Padre está dejando claro que reconoce la urgencia de este asunto y que este es un momento decisivo en la vida de la iglesia. Una y otra vez, él ha mostrado su resolución de abordar exhaustivamente este flagelo, al remover obispos que manejan mal los casos de abuso de menores y al disciplinar a cardenales y obispos por mala conducta, al punto de laicizar a algunos. El papa Francisco está llamando a una reforma radical en la vida de la iglesia, ya que él comprende que esta crisis se trata de abuso de poder y una cultura de protección y privilegio, que ha creado un clima de secreto, sin responsabilidad por las faltas. Todo eso tiene que terminar, no solamente en términos de como arriesga la seguridad de los niños, sino también en cómo el abuso de poder de ciertos líderes socava el Evangelio y lastima la vida de fe de las personas a quienes los ordenados han sido enviados a servir. La reunión en febrero también demuestra que el papa Francisco no cree que el abuso de menores por el clero es un problema estrictamente estadounidense o del occidente, sino más bien que él sabe que es uno global para la iglesia. Nosotros los obispos tendremos tiempo para considerar en oración nuestros próximos pasos en enero, cuando nos reunamos para un retiro en el propio seminario de Chicago en Mundelein. El Santo Padre ha seleccionado al padre capuchino Raniero Cantalamessa para dirigir el retiro. Él ha servido como predicador apostólico de la Casa Pontificia desde 1980, cuando San Papa Juan Pablo II lo nombró. Necesito mucho sus oraciones y les pido orar por los obispos a medida que se preparan para tomar acción en las próximas semanas y meses. Estoy convencido de que vamos a hacer esto correctamente, pero solo con la ayuda de Dios y la participación de todos en la iglesia, especialmente los laicos. Esa es mi oración. Por favor háganla propia.