Cardenal Blase J. Cupich

¿Qué mueve al papa Francisco?

lunes, marzo 5, 2018

Una noche estaba cenando con un amigo que es un destacado líder en el mundo del entretenimiento. No es católico, pero profesa gustarle mucho nuestro Santo Padre, el papa Francisco. Él aprecia su voz clara en defensa de los marginados, su simbólico y poderoso testimonio en acciones como lavar los pies de prisioneros y sus interacciones radiantes y alegres con personas de todos los orígenes.

“¿Qué lo mueve?”, preguntó. “¿Qué lo centra y dirige su vida?” Yo respondí: “El Santo Padre genuinamente cree no solamente que Jesús resucitó de la muerte hace 2,000 años, sino que está resucitado, activo y vivo en el mundo, liderando la iglesia hoy. El papa Francisco ve su papel como un estar atento a todo lo que Jesús hace y nos llama a ser en nuestro tiempo”. Al ver la mirada desconcertada en la cara de mi amigo tuve la impresión de que lo había confundido totalmente, como si él estuviera hablando con alguien que acababa de llegar de Marte.

Quizás mi explicación pareció demasiado simple para él, pero estoy convencido que realmente no podemos entender al papa Francisco sin atender a esa creencia profundamente arraigada. Es gracias a su firme fe de que Cristo está vivo y activo en la iglesia que él está insistiendo en un nuevo enfoque pastoral para la iglesia y sus ministros. El ministerio comienza con el encuentro, continúa con el acompañamiento y dirige a la integración más completa dentro de la vida de la iglesia, porque esa es precisamente la manera de Jesús.

La convicción central del Santo Padre sobre la resurrección de Jesús también nos ayuda a dar sentido a su exhortación a no juzgar a otros o a convertirnos en un obstáculo al negar la gracia de Dios a aquellos cuyas vidas son imperfectas. El papa correctamente cree que, como alguien que ha derribado la barrera entre el tiempo y la eternidad a través de su resurrección, Cristo ama sin límite o condición.

Del mismo modo, su sensibilidad al Cristo Resucitado actuando en el mundo es la razón por la cual él considera que el discernimiento es central para la vida cristiana, un discernimiento que está siempre atento al llamado de Cristo a cada uno de nosotros a ser formados más completamente a su semejanza. Este es el por qué los pastores son urgidos a ayudar a formar las conciencias de las personas y no reemplazarlas.

El modelo es acompañamiento a aquellos a los que sirven al conocer su situación en vez de aplicar de una manera mecánica y rígida reglas y principios generales a circunstancias particulares. Esto es lo que significa confiar en el Señor Resucitado para dirigirnos gradualmente, paso a paso, a la plenitud de la verdad. El papa Francisco se refiere a esto como la pedagogía divina de la gradualidad.

Mientras cuento la conversación con mi amigo en este quinto aniversario de la elección de Francisco como papa, se me ocurre que el papa Benedicto XVI también compartió estas mismas convicciones sobre la centralidad de la resurrección de Cristo para su ministerio. Su misma decisión de renunciar después de aceptar sus limitaciones físicas fue quizás uno de los testimonios más convincentes de nuestro tiempo de una fe en el Señor Resucitado.

Él sabía que la iglesia continuaría muy bien sin él porque es la Iglesia de Cristo y él prometió estar con nosotros hasta el final de los tiempos. El papa Benedicto confiaba que Cristo abriría un camino hacia adelante para la iglesia. Pero, su creencia en la presencia y acción del Cristo Resucitado también moldeó su comprensión de cómo cada uno de nosotros debe enfocar la vivencia de nuestro discipulado siguiendo a Jesús.

Por ejemplo, al igual que el papa Francisco, él abogaba por “la ley de la gradualidad” cuando se trata de juicio en casos particulares. Él escribió que hay una necesidad de reconocer “la distinción entre trastorno objetivo y culpa subjetiva, que depende grandemente de las intenciones, motivaciones y circunstancias concretas…En esta línea la ley de la gradualidad ha sido correctamente desarrollada…Como juez, Cristo no es un frío legalista”.

El papa Benedicto también insistía en que viéramos nuestra fe cristiana no como un conjunto de leyes o reglas, una filosofía o ideología, sino antes que todo como un encuentro con el Señor Resucitado que transforma nuestras vidas. En pocas palabras, la creencia central en la acción y presencia del Señor Resucitado es la misma para ambos papas.

Es importante tener eso presente mientras oramos por el Santo Padre a medida que comienza su sexto año como el Sucesor de Pedro. Sin duda, sus audaces palabras y gestos, que dan expresión a su convicción central sobre el Señor Resucitado, han amenazado a algunos que encuentran difícil el cambio y preferirían que las cosas permanezcan igual, particularmente si significa que su influencia y poder están siendo desafiados.

Por esta razón, no sorprende que ocasionalmente escuchemos voces, desafortunadamente expresadas con frecuencia en medios impresos y audiovisuales diciendo ser católicos, que critican al papa Francisco por introducir temas como discernimiento, diálogo, misericordia, gradualidad para ayudarnos a comprender mejor nuestras vidas cristianas. Lo que ellos pierden en su crítica es que todo lo que el Santo Padre está diciendo está basado en su convicción central, una compartida por sus predecesores, de que Cristo está verdaderamente resucitado y activo en la iglesia y en cada una de nuestras vidas. Como dice el papa Francisco, esto significa que “Cristo siempre está haciendo algo nuevo”.

Inicialmente pensé que estas voces opositoras estaban motivadas por el miedo al cambio, el miedo al desarrollo y al crecimiento. Ciertamente algunas lo están. Pero también tengo que preguntarme si fallan en apreciar completamente la verdad de que Cristo está resucitado, vivo y activo en la vida de la iglesia y el mundo.

En ausencia de dicha apreciación, siempre habrá una tendencia a obsesionarse a leyes y reglas, o a colocar la confianza de uno en esfuerzos humanos de heroísmo personal como el punto inicial de la vida espiritual, en vez de confiar en la gracia y misericordia de Dios siempre presentes, para superar cualquier pecado. Yo noté que justo esta semana pasada, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano advirtió de los peligros de las enseñanzas que proponen que podemos obtener la salvación por nuestros propios esfuerzos. Este error tiene raíces profundas en la historia de la iglesia y es llamado Pelagianismo, la creencia que podemos decidir nuestra propia salvación.

El Santo Padre señala correctamente que un enfoque de nuestra fe que no comienza con la gracia y la misericordia de Dios termina “diluyendo al Evangelio”. También nos puede dejar sin alegría, convirtiéndonos, como dice coloridamente el papa, en “amargados”. Sin una confianza audaz en la gracia de Dios y una seguridad en la acción de Dios en el mundo, fácilmente podemos caer en “un derrotismo que nos convierte en pesimistas quejumbrosos y desilusionados”.

Mientras el papa Francisco celebra el quinto aniversario de su elección el 13 de marzo, aprovechemos esta oportunidad para seguir su ejemplo y hacer que nuestra fe en el Señor Resucitado sea el centro de nuestras vidas. También es una ocasión para reafirmar nuestra fidelidad al Sucesor de Pedro, a quien Jesús comisionó de una manera especial para liderar la iglesia.

No podemos ver un mejor ejemplo de esto que en el papa Benedicto, que confió que el Señor lideraría la iglesia después de su renuncia. También profesó una lealtad absoluta al papa Francisco, que él confirmó un día que unos visitantes llegaron a su residencia para quejarse de su sucesor. ¿La respuesta de Benedicto? Les mostró la puerta.

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