Cardenal Blase J. Cupich

La iglesia como un hospital de campaña

lunes, enero 29, 2018

Jorge Bergoglio necesitó tan solo unos minutos para reorientar radicalmente a la Iglesia Católica. En los días previos a un cónclave, los cardenales presentaron discursos diseñados a ayudar a sus hermanos a discernir hacia dónde está llamando el Espíritu a la iglesia. Algunos son más largos, algunos más cortos. En su intervención previa al cónclave en 2013, Bergoglio no perdió su tiempo.

“En el Apocalipsis”, quien pronto sería papa explicó, “Jesús dice que está a la puerta y llama”. La idea, continuó, es que Jesús está llamando desde afuera de la puerta.  Pero Bergoglio invirtió la imagen, y de acuerdo a las notas que luego entregó al cardenal Jaime Ortega, pidió a sus hermanos cardenales, y de hecho a toda la iglesia, considerar “las veces que Jesús golpea desde adentro para que le dejemos salir”.

Cuando la iglesia mantiene a Cristo para sí misma y no lo deja salir, continuó, se vuelve “autorreferencial –y entonces se enferma”. Para evitar esto, de acuerdo a Bergoglio, la iglesia debe salir de sí misma a las periferias, para servir al necesitado.

Esto es evangelización. Esta es la misión confiada a la iglesia por Jesucristo —y fue precisamente en este momento que auguró su programa para la Iglesia Católica como un “hospital de campaña” para el herido, una imagen profunda, de hecho impresionante, que presentaría en una entrevista sorpresa con el padre jesuita Antonio Spadaro poco después de convertirse en papa.

Al llamar a la iglesia un “hospital de campaña”, el Papa Francisco nos llama a repensar radicalmente la vida eclesial.  Nos está desafiando a todos nosotros a dar prioridad al herido. Eso significa poner las necesidades de los otros antes de las nuestras. La “iglesia de hospital de campaña” es la antítesis de la “iglesia autorreferencial”. Es un término que dispara la imaginación, forzándonos a repensar nuestra identidad, misión y nuestra vida conjunta como discípulos de Jesucristo. 

Los médicos son inútiles si el herido no puede alcanzarlos. Aquellos que tienen los vendajes van hacia aquellos que tienen las heridas. No se sientan en sus oficinas esperando que los necesitados lleguen a ellos. El hospital de campaña coordina todos sus recursos institucionales para servir a aquellos que más necesitan ayuda ahora.

Por supuesto uno no puede priorizar al necesitado sin entender sus sufrimientos y desafíos. Esto implica escuchar. Comenzamos con una pregunta: “¿Cómo podemos ayudar?” Luego nos dicen dónde duele. Esto requiere paciencia, docilidad y apertura para aprender cómo servirles mejor en las circunstancias y relaciones particulares que marcan sus vidas. Este ni es el lugar ni es el momento para diagnósticos previos en forma de prejuicios o predeterminaciones.

En el idioma de la dirección espiritual, llamamos a eso discernimiento. El discernimiento es una palabra que nos recuerda buscar lo que es posible, lo que es de valor, lo que funciona en la persona que ayudará a reintegrarlo(a) de vuelta en la sociedad.

Por supuesto, hay un riesgo en salir hacia el campo de batalla, de salirse de la zona de comodidad de uno y la seguridad de la experiencia propia. El Papa Francisco habla de nuestra necesidad de dejar la seguridad de la sacristía por el desorden de estar con el necesitado.

Los pastores no deben tener miedo de tener barro en sus zapatos. Tienen que estar dispuestos a cometer errores, que vienen de aprender del herido y probar nuevos tratamientos. ¿Cuántas curas han sido descubiertas en la urgencia del combate? La improvisación puede llevar a soluciones creativas.

La medicina en este hospital de campaña tiene un nombre. Se llama misericordia. La medicina de misericordia siempre es adaptable para cumplir las necesidades presentes; está disponible a todos y no requiere receta. La misericordia no es misericordia si reside al final de una carrera de obstáculos o tiene que competir con el poder, o está reservada para las heridas de unos pocos; o peor, requiere cierto nivel de salud antes de ser aplicada. Recuerden la conversación que Francisco tuvo con el periodista del Vaticano Andrea Tornielli, publicada como “El nombre de Dios es misericordia” donde el papa nos recuerda que “‘misericordia’ deriva de misericordis, que significa abrir el corazón propio a la miseria”. La misericordia no se repugna por la herida infectada, porque está hecha para eso.

Traer la medicina de la misericordia al mundo es la manera más efectiva para que los discípulos de Jesús recapturen la alegría del Evangelio. El hospital de campaña sana al sanador también. Algo transformador les sucede  cuando trabajan juntos para servir al necesitado. Obtienen un nuevo sentido del propósito, esperanza y alegría por la vida cuando descubren nuevas maneras de sanar.

Así va con la iglesia. Cuando la iglesia se vuelve un hospital de campaña puede cambiar radicalmente la manera que vemos la vida de nuestra comunidad. En vez de ser definidos como un grupo de personas que vive en el mismo vecindario, tiene una herencia étnica o estatus social común, va a misa regularmente o son los feligreses registrados, nos entendemos a nosotros mismos como aquellos que toman el trabajo de sanar al compartir los sufrimientos de otros. Somos una comunidad que aprovecha y comparte nuestros talentos para encontrar maneras creativas para ayudar a los más necesitados.

Ya sabemos esto acerca de nosotros mismos, ya que Jesús nos dio esta verdad al comienzo mismo de su ministerio cuando anunció que fue enviado “para anunciar buenas nuevas a los pobres… enviado… a proclamar la libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, y para proclamar un año favorable al Señor” (Lucas 4:18-19).

Ese es el desafío de Cristo para la iglesia de hoy: ser un hospital de campaña para el necesitado. Traer esas buenas nuevas, no sentarse y esperar por aquellos que necesitan que ellos pregunten. Salir, viajar a las periferias donde reside el oprimido. Estar con el herido en el campo de batalla. Esto es lo que es favorable al Señor. Es radical. La misericordia siempre lo es.

Y mientras el Papa Francisco continúa recordándonos esta verdad, nos lleva de regreso a nuestras raíces cristianas, ayudándonos a darnos cuenta que ha estado con nosotros todo el tiempo.

Este ensayo fue escrito para “A Pope Francis Lexicon”, una nueva colección de ensayos sobre las palabras que se han vuelto importantes en el ministerio del Papa Francisco. El libro es coeditado por Joshua J. McElwee y Cindy Wooden y será publicado por Liturgical Press el 15 de febrero.

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