Cardenal Blase J. Cupich

¿Qué pertenece a Dios?

miércoles, noviembre 1, 2017

Hace algunos años, el cardenal George recibió un regalo muy especial para la arquidiócesis; una moneda romana que data de la época de Jesús. Lleva la inscripción y la cabeza de Cesar Augusto y es el tipo de moneda mencionado en los Evangelios que escuchamos a comienzos de este mes.

En esa escena, los fariseos intentaron atrapar a Jesús con la pregunta: “¿Es legal pagar impuestos?” Si Jesús decía “sí”, entonces podían socavar su credibilidad con la gente al retratarlo como un colaborador y simpatizante romano. Si Jesús respondía que “no”, podían reportarlo a los romanos como insurgente.

Inteligentemente, antes de responder Jesús pidió ver una de estas monedas romanas. “¿De quién es la imagen e inscripción en la moneda?”, preguntó. Cuando se le dijo que es de Cesar, respondió la famosa: “Pues, dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.  

Todo eso genera la pregunta: ¿Qué pertenece a Dios? ¿Qué lleva la imagen y semejanza de Dios? Por supuesto, cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros es una moneda en el ámbito del reino de Dios. Describir nuestras vidas de esta manera, como un tipo de moneda a ser gastada, puede parecernos un poco extraño. Pero consideremos por un momento cómo la metáfora de la moneda nos ayuda a comprender mejor nuestras vidas como discípulos de Jesús, especialmente a medida que hacemos el trabajo de Renueva mi Iglesia.

Gastamos nuestras monedas, usamos nuestras monedas para sostener lo que se nos ha dado, dándonos cuenta que somos deudores por todo lo que hemos recibido del pasado. Nuestro pago de impuestos y nuestra filantropía con frecuencia son usados para sostener lo que ya ha sido proporcionado y que se nos está proporcionando a través de la contribución de otros. A través de Renueva mi Iglesia estamos intentando cultivar un mayor sentido de responsabilidad y buena administración para todo lo que se nos ha entregado, nuestras estructuras institucionales, nuestras tradiciones y patrones de vivir la fe.

Necesitamos evitar la tendencia a derrochar esta herencia al vivir de ella. Pero también sabemos que sería insensato pensar que podemos aferrarnos a todo como fue en el pasado, incluso si las circunstancias como los cambios demográficos y otros factores, como los desarrollos sociales, nos requieran cambiar. En otras palabras, Renueva mi Iglesia nos costará algo personalmente, porque seremos desafiados a dejar ir patrones familiares de comportamiento. También requerirá que seamos administradores prudentes que toman decisiones equilibradas. Mientras pienso en esto, recuerdo la imagen del Evangelio de “el dueño de una casa que saca de su almacén cosas nuevas y cosas viejas”.

La moneda también es usada para pagar invirtiendo en el futuro. Aquí tenemos que hacer la pregunta, ¿qué estamos añadiendo a lo que se nos ha entregado? Renueva mi Iglesia nos llama a reconocer que Dios está haciendo algo nuevo en nuestra época y a través de nosotros de tal manera que la próxima generación pueda experimentar el poder transformador del Evangelio que ha hecho una diferencia en nuestras vidas.

La imagen de la moneda nos recuerda que lo que estamos pasando a generaciones futuras no es solamente el pasado o un grupo de enseñanzas. Estamos pasándonos a nosotros mismos, gastándonos a nosotros mismos como monedas, por la mejor proclamación y la más creíble del Evangelio que es el testimonio, el testimonio personal. Renueva mi Iglesia requerirá una inversión personal de nosotros mismos, una disponibilidad de compartir nuestra fe los unos con los otros a través de este proceso.

Todo esto años recuerda que Renueva mi Iglesia no puede ser reducida a una reorganización estructural preocupada por las finanzas y los recursos. El dinero del mundo no es la divisa, la moneda en el ámbito del reino de Dios; somos nosotros.

Pensar que la renovación a la que hemos sido desafiados a tomar se trata solamente de tales asuntos materiales y mundanos es una distracción y un escape del verdadero tipo de renovación que necesitamos en la vida de la iglesia. La renovación tiene que comenzar con un reconocimiento que hemos sido llamados a ser gastados; somos llamados a invertirnos a nosotros mismos por el futuro. Cualquier cosa menor “no daría el cambio debido” a Renueva mi Iglesia.

La moneda romana dada al Cardenal George está encerrada en una caja de vidrio, para ser vista como una pieza de museo, una reliquia del pasado. Renueva mi Iglesia es un llamado a garantizar que la iglesia y nuestra fe nunca enfrenten el mismo destino.

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