Al centro, Joseph Martinez revisa que todo esté en orden con el grupo antes de que el padre Tom Boharic se les una para una oración antes de comenzar la misa en marzo de 2024 en Madre de las Américas. Foto: Karen Callaway/Católico
Promover vocaciones al sacerdocio entre los jóvenes no es fácil, pero en la parroquia Madre de las Américas, en La Villita, el grupo juvenil St. Aloysius lo hace de manera divertida, promoviendo también la amistad entre los muchachos. El grupo está abierto a chicos de 13 a 18 años que vienen del norte, oeste y sur de Chicago, incluso de los suburbios del sur, a participar de esta experiencia de fe. “Comenzamos hace cuatro años, justo después del covid” dice Joseph Martínez, líder del grupo, “cuando llegó nuestro pastor, el padre Tom Boharic, que quería conocer a los jóvenes de la iglesia”. El grupo comenzó con Martínez y algunos otros adolescentes que servían como monaguillos. Los seminaristas que hacía sus prácticas en la parroquia les fueron explicando a los muchachos lo que era el proceso de discernimiento y el significado de una vida católica. Esto fue inspirando a los chicos a organizar actividades y a reunirse, a practicar deporte, cocinar juntos. El grupo juvenil es conocido por una de sus actividades principales: servir en la misa del mediodía los domingos. Los muchachos lo hacen con mucha seriedad, llegan temprano a la iglesia para vestirse con sotanas y capas azul claro (el color es un reconocimiento a María) y sobrepellices blancas. Usan ropa negra y zapatos de vestir debajo. Ya vestidos, se dirigen a una capilla lateral y allí socializan y se preparan para la misa. Instalan el altar, y luego, durante la misa, entran y salen de la sacristía encendiendo incienso, sacando velas y la cruz procesional y más. Durante la Comunión asisten a los ministros extraordinarios de la Sagrada Eucaristía. “Nosotros nos dedicamos al servicio de Dios al servir en el altar” dice Martínez, y agrega: “Nos gusta enseñar el significado de lo que hacemos, la importancia de la reverencia frente al altar. Nuestra meta principal es enseñar a los niños que no nomás porque no los enseñaron a ser católicos desde un principio no significa que sea demasiado tarde”. “Nos gusta invitarlos si los encontramos jugando deportes en la calle” comenta Martínez, “o en el catecismo, para traerlos y enseñarles cómo es seguir a Dios”. Después de la misa, los miembros del grupo suelen ir al centro social de la parroquia para jugar básquetbol y comer, dijo Martínez. Muchos de los jóvenes también participan en eventos de vocaciones arquidiocesanos para adolescentes.