La doctora Patricia Ramírez, coordinadora de la clínica gratuita, revisa los niveles de azúcar de un paciente el 6 de agosto. Foto: Karen Callaway/Católico
Navegar el sistema de atención médica puede ser un desafío para quienes tienen un seguro adecuado, pero para las personas que tienen un seguro insuficiente o no tienen seguro, puede parecer imposible. La clínica de salud gratuita de Port Ministries proporciona atención primaria y urgente sin cargos a las personas que viven en el barrio de Las Empacadoras y sus alrededores todos los martes de 6 a 8 p.m. en 5013 S. Hermitage Ave. “Ya sea que tenga documentos o no, sin seguro o con un seguro insuficiente, aquí tiene un lugar para que lo vea un médico que se preocupa y para obtener las recetas que necesita en su tratamiento médico”, dijo David González, director ejecutivo. Port Ministries fue fundado por el padre franciscano Augustin Milon en 1985 en el barrio de Las Empacadoras para atender las necesidades de la comunidad. A medida que esas necesidades cambiaron, también lo hicieron los esfuerzos de extensión de la organización hacia las personas que viven en vecindarios que incluyen Las Empacadoras, Gage Park, Englewood y McKinley Park. Port Ministries es más conocido por su camión de pan que entrega bolsas de almuerzo con comida gratis seis días a la semana en varias paradas de la zona. La clínica ha existido durante varios años, pero no estaba optimizada para servir mejor a la comunidad, dijo González. Por ejemplo, el horario de atención de la clínica era en mitad del día durante la semana cuando las personas están en el trabajo. “Hay una gran diferencia entre lo que creemos que necesita una comunidad en comparación con lo que realmente necesita una comunidad”, dijo. Ahora la clínica está abierta los martes en la noche y Port Ministries está trabajando para abrir los sábados del mediodía a las 2 p.m. En mayo, la organización contrató a Patricia Ramírez, una recién graduada de la escuela de medicina que está haciendo la solicitud para ingresar a programas de residencia, como coordinadora de la clínica, lo que ayudó a darle nueva vida al programa. Ramírez es bilingüe y eso hace que los clientes, muchos de los cuales son inmigrantes latinos, se sientan más cómodos, dijo ella. “La mayoría de nuestros pacientes son inmigrantes de América Latina, así que hablan español, y la mayoría de ellos no saben leer”, mencionó Ramírez. “Algunos de ellos no saben cuándo nacieron. Ni siquiera tienen información sobre sus familias”. Cuando los pacientes visitan la clínica, se les saluda y se les pide que completen formularios de admisión. No se requiere identificación ni prueba de seguro. Si son analfabetos, miembros del personal los ayudan a completar la documentación. Luego, los pacientes se trasladan a uno de tres cuartos donde enfermeros voluntarios, estudiantes de medicina y otros miembros del personal médico les toman los signos vitales. Después, los ve un doctor. Toda persona que esté en la sala de espera a las 8 p.m. será atendida, sin importar cuánto tiempo tome, dijo Ramírez. Además de ver pacientes, durante esas dos horas, los médicos hacen llamadas para hacer seguimiento de otros pacientes. Ellos también hacen eso fuera de la clínica. La clínica tiene una farmacia pequeña que puede proporcionar medicamentos para afecciones comunes que atienden, como diabetes, hipertensión y colesterol alto. El personal también puede escribir recetas para surtirlas fuera de la clínica. Aproximadamente 30 pacientes pueden ser atendidos un martes cualquiera, y durante una clínica reciente de regreso a clases el programa inscribió a 50 pacientes nuevos. “Intento interactuar con ellos de manera positiva, porque a veces, por su situación de inmigrantes, no confían”, dijo Ramírez. “Son cautelosos. Se sienten asustados. Son vulnerables”. A menudo los pacientes vienen para surtir sus recetas para tenerlas hasta que puedan permitirse cubrir el costo de surtirlas otra vez, dijo Cecilia Vazquez, coordinadora de programa de Port Ministries. “Creo que estamos llenando muchos vacíos en el sistema de cuidado de la salud”, dijo. “Incluso el más pequeño, donde las personas no pueden ver a su proveedor médico y necesitan una receta importante para su presión arterial o su corazón, y nosotros estamos justo en el medio”. Eso es especialmente útil porque puede llevar mucho tiempo conseguir una cita con algunos proveedores, dijo Vazquez. “Simplemente esa necesidad básica, siempre estamos aquí. Con lluvia o con sol, de 6 a 8, usted viene y será atendido”, señaló. Mucho de lo que hace la clínica es gestión médica, dijo. Por ejemplo, un vecino recientemente sufrió su segundo ataque cardíaco. Es uno de los pacientes habituales de la clínica, por lo que Vazquez y los médicos siguieron comunicándose con él para recordarle que necesita tomar su medicamento todos los días y lo alentaron para que viniera a la clínica a surtir su receta. “Todos conocemos a nuestros pacientes habituales que vienen aquí”, mencionó Vazquez. “Para algunos pacientes somos su cuidado primario”. Ellos también brindan aliento, afirmó. “Todos están más que agradecidos”, dijo Vazquez. “Pienso simplemente que es tener a alguien que viene y realmente tener una conversación con ellos sobre lo que se puede hacer y los próximos pasos sin apresurarlos ni buscar un pago ni angustiarlos sobre si tienen seguro o no”. Tener una clínica gratuita le da a la comunidad una oportunidad de una vida mejor, dijo Ramírez. “Es importante si estamos hablando de una oportunidad para que ellos estén más sanos, de poder prolongar su vida”. Cuando estaba creciendo, sus padres y abuelos trabajaron duro por la comunidad, afirmó Ramírez, y eso inculcó en ella un deseo de ayudar a los demás. “Las personas te necesitan, especialmente los inmigrantes”, dijo. “Por ejemplo, soy puertorriqueña. Soy ciudadana. Pero, aun así, a los ojos de los estadounidenses soy una inmigrante”. Las personas a las que atiende son “mi gente”, dijo. “Cuando vienen, me veo a mí misma en ellos. Ellos están luchando por una vida mejor”. Cuando los inmigrantes no tienen un lugar como la clínica a donde ir, es posible que tengan que ir a una sala de emergencias donde el personal no puede identificarse con ellos o tal vez no habla su idioma, y eso puede ser aterrador, mencionó Ramírez. “Así que estamos allí para abrir puertas”, dijo. “Y ese es el punto de la clínica en el barrio de Las Empacadoras”.