Migrantes escogen zapatos en St. Catherine of Siena-St. Lucy. El ministerio funciona ahora en San Edmundo, en Oak Park. Foto: Diácono Randy Belice/Católico
Para la comunidad de fe en Oak Park, ayudar a los migrantes que han llegado en busca de asilo es una manera de poner su compromiso en acción. En junio del año pasado, los feligreses de St. Catherine-St. Lucy empezaron a usar la rectoría para recibir a algunos de los migrantes que se quedaban en la estación de policía cercana. En la parroquia, se les permitía bañarse y se les daba desayuno y ropa, además de que podían recibir el chequeo de un doctor voluntario de Loyola Medicine. Pero los migrantes llegaban por cientos, y la necesidad era tal, que a principios de este año movieron estas operaciones a la escuela San Edmundo. El centro de migrantes San Edmundo, en Oak Park, se compone de voluntarios provenientes de las parroquias St. Catherine-St. Lucy, St. Giles y Ascension-St. Edmund. Trabajan también con Caridades Católicas para ayudar a los migrantes a encontrar vivienda. Recientemente, el equipo de La hora católica: misa y más visitó San Edmundo y conversó con Celine Woznica, coordinadora del centro de migrantes, y con Matthew Brophy, director de operaciones en St. Catherine, St. Lucy y St. Giles. “Yo veo a la Sagrada Familia en ellos” dijo Celine Woznica. “Porque, ¿qué era la Sagrada Familia? ¡Refugiados! Ellos tuvieron que huir a otro país, donde no conocían a nadie, donde no hablaban el idioma, por miedo de lo que podría pasar a su hijo. Lo mismo pasa con los migrantes, con los solicitantes de asilo, ellos hicieron este viaje tan horrible por siete países, porque temían por la vida de ellos mismos y la de sus hijos”. Desde que empezó a trabajar con ellos, Woznica ha escuchado historias terribles de sobrevivencia. Aunque por respeto, ella no les pide que le cuenten. “Yo me quiero controlar, porque no soy psicóloga, no tengo conocimientos para tratar a una persona traumatizada”. Pero, dice Woznica, a veces sale de ellos compartirlas. “Más que nada, hablan de la selva del Darién” dice. “Ellos tuvieron que pasar por todo el lodo, por el río tan crecido y vieron cuerpos, a veces cuerpos de familias enteras, y tuvieron que seguir caminando”. Woznica habla de una señora que perdió a su esposo en el Darién, intentando cruzar el río, “el último acto de su esposo fue agarrar a su hijo y arrojárselo a otra persona, mientras el río se lo llevaba a él. ¡Y ella tuvo que seguir caminando! No tenía otra. Y llegó aquí, madre soltera con tres hijos, con el luto de haber perdido a su pareja. ¡Hay tantas historias así!” Asegura que para ella, los solicitantes de asilo que han tenido la oportunidad de conocer son héroes. “Yo conocí a una señora, madre soltera, que hizo ese viaje con un bebé de tres años y un niño de nueve años, ciego, ¡ciego! ¿Cómo logró hacer eso? Por eso tenemos que darles la bienvenida con los brazos abiertos”. No pensamos que fuera a durar tanto Ha sido un periodo intenso, desde que los parroquianos empezaron a movilizarse. “Nosotros empezamos el 26 de junio” dice Matthew Brophy, “empezamos por ofrecer duchas, porque se quedaban en la estación de policía y no había lugar para que ellos pudieran bañarse. El programa de las duchas empezó en la parroquia de Santa Catalina-Santa Lucía, y poco a poco se fueron ofreciendo desayuno, ropa, zapatos”. “No pensábamos que el programa fuera a durar tanto” admite Brophy. “Creímos que la crisis se iba a acabar y no sabíamos que iba a haber un aumento de autobuses que llegaban de Texas. Nosotros hemos repartido gorros, cobijas, bufandas, hemos dado clases sobre cómo limpiar la nieve, clases de inglés, un poco de todo”. El esfuerzo comienza a dar frutos, considera Brophy. “Ayer tuvimos la oportunidad de que ocho de los migrantes hicieron la solicitud para obtener su estatus protegido de migrante provisional (TPS) con la ayuda de Caridades Católicas”. “Este trabajo de Caridades Católicas es apoyado por las parroquias católicas de Oak Park” dice Woznica, “pero los voluntarios vienen de todas las denominaciones: hay judíos, budistas, protestantes, gente que no tiene una fe. También hay otras organizaciones como The Knights of Malta, The Knights of Columbus, que nos están apoyando con donaciones. Nosotros somos parte de una red más grande”. Vecinos se involucran Woznica habla con profunda admiración por los migrantes que hacen este peligroso viaje que dura semanas, en ocasiones meses. “No es nada fácil dejar su familia” dice. “La mayoría de ellos son jóvenes, digamos 20 o 30 años, ellos están dejando a sus papás, algunas veces dejan sus propios bebés, para poder realizar esta jornada, con la esperanza de poderse reunir más tarde”. “Pero algo sucedió que los impulsó a salir” continúa. “Sea una amenaza de los cárteles, o tal vez porque no había suficiente comida. En un caso una familia perdió a su hija a la edad de un año y tres meses por la falta de medicina. Situaciones tan difíciles. Salieron de sus hogares para hacer este viaje tan peligroso”. Es notable la manera en que las historias de los migrantes han conmovido a los vecinos de esta área. En cuanto se enteró de esta situación, Woznica sintió la urgencia de hacer algo. “Mi marido y yo éramos misioneros laicos de Maryknoll” dice, “y nunca dejamos de ser misioneros laicos, no tenemos que irnos a un país ajeno, aquí hay necesidad, aquí hay una manera de vivir nuestra fe. Entonces, cuando escuché las noticias yo me repetía ‘tengo que hacer algo, tengo que hacer algo’”. “Yo era profesora de salud pública en una universidad local” agrega. “Yo dije ‘no puedo pasar tiempo trabajando en la computadora, tengo que poner manos a la obra’. Fue así como me involucré”.