Juan Pablo Benavides en la mesa de los juguetes. Su parroquia organizó una colecta de beneficencia para juntar útiles esenciales a beneficio de familias migrantes el 12 de agosto. Foto: Karen Callaway/Católico
La mesa de juguetes fue un destino popular para docenas de niños migrantes que vinieron con sus familias a la iglesia Santos Genoveva y Estanislao Obispo y Mártir, en 5352 W. Belden Ave., el 9 de septiembre para la tercera entrega mensual de ropa, juguetes, comida y otros artículos de primera necesidad. Sus ojos se iluminaron y las sonrisas cruzaron sus rostros mientras conversaban en español, expresando emoción al ver los juguetes. Todo esto fue supervisado por Juan Pablo Benavides, un feligrés de 10 años de la parroquia, que donó muchos de los juguetes de su propia colección. Juan Pablo estuvo atento a los niños, asegurándose de que eligieran juguetes apropiados para su edad, que fueran seguros para ellos. Los voluntarios, varios de ellos familiares, llaman cariñosamente a Juan Pablo “el Jefe”. Él no sólo opera la mesa de juguetes; también ayuda a traer dentro las donaciones, que se dejan en las mañanas, y ayuda a instalar las mesas donde se muestran los artículos. Su madre, Barbara Maldonado, es una de las organizadoras principales de la entrega. Ella le sugirió que donara algunos de sus juguetes a los niños migrantes, y él no lo dudo, dijo. “Quiero regalar mis juguetes”, dijo Juan Pablo, mientras jugaba con un yoyo azul. “De esa manera, otros niños que vienen aquí, que no tienen nada, pueden ser felices jugando con los juguetes”. Juan Pablo dijo que ama los yoyos y tiene su propia colección. En el evento inicial, Juan Pablo le dio a un niño un juguete que tuvo durante por los menos cinco años, o la mitad de su vida, dijo. “Cuando se lo di, estaba feliz, así que quería seguir y darles felicidad”, dijo el estudiante sobresaliente con puras A. No fue difícil regalar sus juguetes, mencionó Juan Pablo. “Ya yo los tuve durante mucho tiempo, entonces yo ya tengo recuerdos con ellos así que no necesito tener más”, señaló. La familia de Juan Pablo llegó a Chicago unas semanas después de que el huracán María devastara Puerto Rico en 2017. Muchos de los juguetes que donó se los regalaron cuando su familia llegó aquí cuando él tenía tres años, dijo su madre. Él le da crédito a su familia por enseñarle a compartir, dijo. El espíritu generoso de Juan Pablo probablemente proviene de su madre y su abuela, quienes fueron voluntarias en viajes misioneros de un mes en su natal Puerto Rico. También realizaron viajes misioneros a Venezuela, Ecuador, Colombia y otros países de América Latina como parte de Obras Misionales Pontificias de Puerto Rico. La mayoría de los inmigrantes que están ayudando ahora son de Venezuela y Ecuador, así que tienen un conocimiento de primera mano de lo que las personas soportaron en sus países de origen y lo que los hizo huir, dijeron Maldonado y Nancy Hernández, la abuela de Juan Pablo, quien también fue voluntaria en la entrega. Juan Pablo definitivamente comparte su misión de servir, dijo Hernández. “Eso es lo que mi nieto está haciendo también. Él regaló todos sus juguetes”, dijo Hernández con lágrimas en sus ojos. “Yo era la que estaba llorando. ‘No regales ese. Yo te di ese, papi’. Pero él dijo: ‘abuela, quiero hacer feliz a otros niños’”. Ella dijo que estaba feliz de ver a su nieto donando sus juguetes y de voluntario. “Realmente feliz y orgullosa de él”, dijo. “¿Qué puedo decir? Él ha estado sirviendo a la iglesia durante tres años como monaguillo”. Maldonado llamó al nacimiento de Juan Pablo un milagro. Ella tuvo dificultades con el nacimiento de su hija, quien ahora tiene 18 años, y quien los doctores dijeron que no viviría. Su hija pasó más de un mes en el hospital después de nacer. Los doctores le dijeron a Maldonado que no podría tener más hijos, pero casi ocho años más tarde, después de sentirse enferma por varios meses, fue al doctor y le dijeron que estaba embarazada y que el niño también podría no sobrevivir. Ella le rezó al papa Juan Pablo II por su intercesión durante el embarazo y las muchas semanas que Juan Pablo pasó en el hospital después de nacer. “Le dije a Dios: ‘Si me enviaste a este niño, fue por una razón. Así que por favor muéstramela en el camino’”, dijo ella con emoción en la voz y lágrimas en los ojos. “Él ha sido nuestro apoyo. Nuestro ángel. Está lleno de bondad. Él es quien se quita su comida de la boca y se la da a los demás”. La parroquia continuará las entregas mensuales para los inmigrantes y planea celebraciones para Acción de Gracias y Navidad. Para donar artículos para las entregas, llame a Bárbara Maldonado al 708-654-6636.