Área de Chicago

“La Iglesia no podía quedar callada” ante los atropellos en Nicaragua dice sacerdote exiliado en Chicago

Por Redacción Católico
jueves, marzo 2, 2023

La comunidad nicaragüense recibe a exiliados en Chicago

Con una misa de bienvenida y acción de gracias la comunidad nicaragüense recibió al sacerdote Erick Díaz y a tres presos políticos recientemente liberados por el gobierno de Nicaragua en la iglesia Santa María del Lago y Nuestra Señora de Lourdes, en Buena Park, al norte de Chicago, el 19 de febrero. Fotos: Karen Callaway/Católico
Lázaro Ernesto Rivas Perez y Antonio Zelaya Sevilla, refugiados nicaragüenses oran durante la misa en Santa María del Lago y Nuestra Señora de Lourdes. Fotos: Karen Callaway/Católico
“Igual que yo, miles de nicaragüenses hemos tenido que abandonar nuestra patria” dijo el padre Díaz ante una iglesia llena.
El padre Erick Díaz recibe los dones durante la misa del 19 de febrero.
Lázaro Ernesto Rivas Perez, quien fuera prisionero político en Nicaragua, con uno de los familiares que lo recibió en Chicago.
El padre nicaragüense Erick Díaz se une a los sacerdotes de la parroquia para bendecir a los refugiados en la misa del 19 de febrero.
Los parroquianos oran sobre los refugiados en la misa del 19 de febrero.

Con una misa de bienvenida y acción de gracias la comunidad nicaragüense recibió al sacerdote Erick Díaz y a tres presos políticos recientemente liberados por el gobierno de Nicaragua en la iglesia Santa María del Lago y Nuestra Señora de Lourdes, en Buena Park, al norte de Chicago, el 19 de febrero.

El padre Díaz, a quien el cardenal Cupich ha ofrecido refugio en la citada parroquia, contó a los asistentes, entre ellos nicaragüenses que viajaron de Indianápolis y Ohio para estar presentes, sobre la dura situación que se vive en su país de origen, la represión sistemática que el gobierno de Daniel Ortega ha desatado sobre su gente.

“Igual que yo, miles de nicaragüenses hemos tenido que abandonar nuestra patria” dijo el padre Díaz ante una iglesia llena, “por el simple hecho de soñar y querer un país digno para todos”.

“La Iglesia no podía quedar callada cuando asesinaron a los más de 356 jóvenes” agregó el sacerdote, “ni cuando desterraron a los primeros nicaragüenses, cuando encarcelaron a las personas inocentes”.

Las críticas y denuncias de la Iglesia católica sobre los abusos de poder y la represión del gobierno de Ortega han desatado una persecución a religiosos y feligreses, entre ellos el obispo Rolando Álvarez, quien estaba en la lista de 222 deportados que debían viajar a Estados Unidos, pero que declinó de último momento abordar el avión, para compartir la suerte de los que se quedaron.

“Acompañé a monseñor Rolando Álvarez muy de cerca” dijo el padre Díaz en la oficina parroquial antes de la misa, “porque era parte del consejo presbiterial de la diócesis y el 4 de agosto (pasado), cuando a él lo encerraron en la curia episcopal, su casa, nos dolió mucho”.

Después, el 14 de agosto empezó más de cerca la persecución hacia el padre Díaz. “Las patrullas policiales estaban constantemente llegando a mi parroquia y me encerraron por un día entero” dijo a Católico, “no me dejaron salir para ir a la misa diocesana que teníamos. Del 14 al 22 de agosto fueron días de acoso, de persecución”.

El 22 el padre Díaz recibió una llamada cuya fuente no puede revelar, por la seguridad de esa persona, diciéndole que iba a ser capturado. El padre tuvo solo media hora para abandonar el país, por la frontera sur, hacia Costa Rica, con su pasaporte en mano y sin poderse despedir de su familia.

“Hasta el día de hoy somos más de treinta sacerdotes desterrados que se nos ha quitado la ciudadanía y sigue la persecución contra la Iglesia, la Iglesia sigue sufriendo” dijo el padre.

Al padre Díaz, como a casi un centenar de personas, le ha sido revocada la ciudadanía de su país de origen, pero esto no le impide sentirse ante todo nicaragüense. Por su parte, la Arquidiócesis de Chicago dio a conocer la declaración del cardenal Cupich, que entre otras cosas dice: “En solidaridad con la Iglesia sufriente de Nicaragua, he ofrecido hospitalidad y bienvenida a un valiente sacerdote que, con muchos de sus hermanos, se mantuvo unido a su obispo como testigo de los derechos humanos de su pueblo”.

Estuvieron también presentes en la misa tres de los presos políticos con asilo en Estados Unidos: Antonio Zelaya Sevilla, Jerling Uriel Cruz Ortiz y Lázaro Ernesto Rivas Pérez. Ellos forman parte de los 222 presos políticos nicaragüenses deportados por el gobierno de Ortega.

Antes de la misa, Ernesto Rivas dio a la prensa un testimonio cargado de emoción. Contó que llegó a Chicago el 11 de febrero. Acá lo esperaban dos hermanos, pero tuvo que dejar atrás a su esposa y sus hijos pequeños.

“Pasé años encerrado en una cárcel” dijo Rivas, con la voz quebrándosele, “pasando muchas dificultades, tortura, asedio. Yo de alguna manera siempre reclamaba mis derechos aunque me golpearan. El transcurso que pasé allí es algo que no se lo deseo a nadie. Nunca tuve sol, todo el tiempo estuve encerrado. Fue un martirio”. Sorpresivamente, le dijeron que tenía que alistar sus cosas rápidamente, lo subieron esposado junto con otros a un mini bus con las ventanillas cerradas para que no vieran su destino. Hasta que llegaron al aeropuerto supo que se dirigían a los Estados Unidos y que tenía que firmar un documento de acuerdo.

“Hasta ese momento sentimos que estábamos libres” dice. “Aunque yo dejaba a mi familia, a mi esposa. Yo la verdad no me quería venir” agrega con la voz rompiéndose en llanto, “porque dejaba lo más lindo que tengo, mi familia, que estuvieron conmigo cuando más lo necesité. Pero, si no firmaba sería preso. No me quedó otra opción que dejar a mi familia”.

Antes de la misa, Católico le preguntó al padre Díaz si ha tenido algún tipo de contacto con el obispo Rolando Álvarez. “A partir del 19 de agosto a él se le inhabilitó a estar en comunicación con el exterior” respondió, “él no tiene televisión, teléfono, estaba recluido en una casa. Y a partir de la liberación de los 222, como él no quiso venirse, porque él ha abrazado la cruz, como Cristo, porque no quería dejar a su pueblo, entonces se le hizo un juicio exprés, arbitrario y se le condenó a 26 años de prisión”.

Los disturbios en Nicaragua se han venido agravando desde que la gente mayor saliera a las calles a reclamar por la reforma de la ley de pensiones en 2018, que elevaba la edad de jubilación a 65 años, en un país cuyo promedio de vida es de 70 años. A las protestas de los mayores se respondió con represión, lo que provocó protestas juveniles, que también fueron reprimidas y provocaron muertes. Unos tras otros los campesinos y otros gremios de la población se fueron sumando. La Iglesia católica ha sido perseguida por ser una de las voces críticas más fuertes.

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