Área de Chicago

A pesar de la pandemia, a la distancia, ministerio de la tercera edad atiende a grupo de alto riesgo

Por Ely Segura
viernes, junio 5, 2020

Esta foto fue tomada antes de la crisis de la pandemia. Hoy, el ministerio toma precauciones de distanciamiento social. Juanita Pérez, quien es paciente de diálisis, distribuye la comunión durante visita a casa de los Rodríguez. Foto: Karen Callaway/Católico

Juana Irma Pérez tiene 60 años y es de Guanajuato, México. Llegó a este país en 2005, dejando atrás a su familia y el ritmo de vida al que estaba acostumbrada. Ansiosa por encontrar un lugar en donde celebrar su fe, una compañera de trabajo le habló de la parroquia Misión San Juan Diego, en el suburbio Arlington Heights, que, entre todos sus ministerios, alberga un proyecto para la atención especial de los adultos mayores que allí se congregan.

Juana Irma –que desde hace unos meses ya no vive sola, sino con una familia amiga compuesta de madre e hija– expresa que pese a sentir la tristeza de no recibir la Eucaristía, se siente agradecida por seguir teniendo su trabajo en un restaurante: “Espiritualmente me siento en paz, protegida y confiada. Tengo confianza de que no me va a pasar nada y si llegara a pasarme estaré en manos de Dios y esperaré que se haga su voluntad”, asegura.

Juanita sigue el ritmo de su vida cotidiana: asiste a sus sesiones de hemodiálisis, sus habituales compras al súper y con su participación en el Ministerio de la Tercera Edad, pero ahora virtualmente. “Rezamos la Coronilla de la Divina Misericordia todos los días a las 3:00p.m.” dice. “Oramos por la santidad del mundo, por los sacerdotes, por las vocaciones y por lo que está pasando. Cuando todo esto acabe seguiremos orando para dar gracias”.

Desde que la pandemia del coronavirus tomó auge, una de las grandes preocupaciones ha sido la alta posibilidad de contagio en las personas de 65 años y mayores, consideradas población de riesgo, lo cual se suma a la preocupación por la soledad que cada vez más atraviesan los adultos mayores en este país. Iniciativas como el Ministerio de la Tercera Edad de la parroquia Misión San Juan Diego han logrado trascender las limitaciones del distanciamiento físico para revertirlo en cercanía espiritual y comunitaria.

Este ministerio nació en 2008 y forma parte de las iniciativas de la pastoral social de la parroquia. Hoy es dirigido por María Pérez Morales, laica quien, hasta el surgimiento de la pandemia, había sido responsable de que todos los martes tuvieran un sabor a entusiasmo entre las personas de la tercera edad (una decena, aproximadamente) que llenas de motivación asistían a su atenta invitación matutina.

Antes de la crisis del covid-19, este ministerio ofrecía el servicio de ir a buscar a algunos de sus miembros a casa para llevarlos a misa y luego regresarlos. Se ofrecían también visita a los enfermos, clases de zumba, proyecciones de películas de reflexión, picnics, servicios en casos particulares como trámites o apoyo en alguna necesidad material, la tradicional cena de Acción de Gracias y, sobre todo, espacios en donde cada uno pueda expresar sus opiniones y ser escuchado. Se espera que una vez que la crisis pase vuelvan a ofrecer estos servicios.

“Es un proyecto que desafió mis capacidades, pero sobre todo mis deseos de servir a Dios”, declara María Pérez, quien comparte que tras su divorcio descubrió que aún con su nuevo estado de vida podía servir a la Iglesia. María se comprometió a esta misión después de haber concluido un curso del Instituto de Liderazgo Pastoral, de la Arquidiócesis de Chicago. Finalizado el curso, el párroco de Misión San Juan Diego motivó a quienes asistieron a asumir uno de los proyectos ya existentes y no crear uno nuevo. Y es así como María abre su corazón al Ministerio de la Tercera Edad, apartando el martes de su horario laboral como empleada doméstica.

María Pérez comparte que su misión en el ministerio durante esta pandemia es procurar que todas sus integrantes se queden en casa; las llama personalmente para conocer sus necesidades y para establecer el rezo simultáneo a través del WhatsApp. “Gracias a Dios ninguna se ha enfermado y ninguna está sola en estos momentos. […] He constatado que lo que más aprecian es recibir una palabra de aliento. Dios me tiene en casa siendo un canal para suplir lo que ellas necesiten en estos momentos”.

Laura Rodríguez, de 66 años, oriunda de Jalisco, México, lleva un año en el ministerio. Relata que es feligrés de Misión San Juan Diego desde hace unos 45 años, cuando antes la parroquia se llamaba Santa Teresita. A pesar de que lleva tiempo sin asistir a las reuniones de los martes, recibe con frecuencia la visita del ministerio a su hogar, en donde se encuentran su esposo y su hijo con necesidades especiales de 24 años. “En casa tratamos de llevar esta situación lo mejor que podemos. Hacemos un poquito de todo, hasta cosas que no hacíamos, como caminar diariamente, ver una película bonita. Todos los días vemos la misa con el Papa y rezamos el rosario en familia. Me mantengo siempre en contacto con la señora María Pérez”, comparte.

Tatiana Leiva es de Perú, no es de la tercera edad (tiene 49 años), pero por su discapacidad visual decidió formar parte de este ministerio que le ofrece mucha vida. Por los dos trasplantes que ha recibido (riñón y páncreas), ha sido informada de que forma parte de la población de alto riesgo y debe quedarse estrictamente en casa. “Me afecta que no nos reunamos porque es un grupo divertido y se extraña. Rezamos por videollamadas y en caso de cualquier emergencia llamamos a Mari [María Pérez]. Ella se encarga de contactar a las personas pertinentes y nos apoya. Ella hace todo lo posible para que el grupo se mantenga activo y motivado”.

Con calidez, María Pérez resalta la importancia de tomar en cuenta a los adultos mayores de las comunidades; de fijarse en ellos, de mostrarles respeto, atención y brindarles escucha. Sueña con el retorno de las misas de los martes para ellos y con que haya más personas que se ofrezcan a ir por ellos a sus casas y llevarlos de regreso después de misa o de cualquier otra actividad parroquial. Junto a ella también colaboran jóvenes de la parroquia, el Rev. John Dearhammer, pastor de la comunidad parroquial y todos los feligreses a la hora de hacer donaciones cuando es necesario.

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