Área de Chicago

Declaración del cardenal Blase J. Cupich, arzobispo de Chicago, sobre el asesinato de George Floyd y sus consecuencias

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lunes, junio 1, 2020

Las últimas noches he visto con gran dolor personal como la ira acumulada de nuestro pueblo se encendió a lo largo de nuestro país. Vi la ciudad donde nací, las ciudades donde he vivido, la ciudad donde soy pastor ahora, atrapar brasas de la ciudad donde fui educado y quemarse. ¿Me horroricé de la violencia? Sí. ¿Pero me sorprendí? No

Como reza el dicho, si no estas indignado, no estas prestando atención. ¿Qué esperábamos cuando supimos que, en Minneapolis, una ciudad con frecuencia aclamada como un modelo de inclusividad, el precio de la vida de una persona de raza negra es un billete de veinte dólares falso? ¿Cuando añadimos otro nombre a la lista de aquellos asesinados por ser negros o por preocuparse por los marginados?

No pretenderé hablar con alguna autoridad acerca de los desafíos que las personas de color experimentan en nuestra sociedad. Yo no comparto el miedo que sienten cuando ellos y sus hijos dejan sus casas cada día. Yo no sé lo que significa ser “otro”. Pero sé que hay una manera de arreglarlo. Y el arreglo comienza cuando dejamos de hablar acerca de la proporcionalidad de “su” respuesta y comenzamos a hablar acerca de la proporcionalidad de la “nuestra”. Ciertamente, una nación que pudo poner a un hombre en el espacio, su seguridad garantizada por la brillantez de mujeres de raza negra, puede crear un sistema legal justo, educación equitativa y oportunidades de empleo y fácil acceso al cuidado a la salud. Las leyes no solucionan problemas, pero crean un sistema donde el racismo en todas sus formas es castigable y los campos de juego se nivelan.

La pandemia de COVID-19 ha sido llamada una gran igualadora. Ha sido aún más una gran reveladora de cánceres de la sociedad, tan mortales como el virus. Como otros lo han señalado, la inseguridad sanitaria mata, y la pobreza es veneno. Podemos y debemos hacer una sociedad que ve el alza del potencial de un niño con más alegría que el alza de un cohete.

Estoy listo para unirme a líderes religiosos, cívicos, laborales y comerciales para reunirnos a lanzar un nuevo esfuerzo para traer una recuperación y reconciliación a nuestra ciudad. No necesitamos un estudio de las causas y efectos. Esas respuestas se pueden encontrar en las repisas de oficinas del gobierno e instituciones académicas a lo largo de nuestra nación en llamas. No, necesitamos asumir el arduo trabajo de sanar la profunda herida que ha afectado a nuestro pueblo desde que los primeros barcos de esclavos atracaron en este continente. Y necesitamos comenzar hoy.

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