Área de Chicago

Sacerdotes administran la unción a pacientes terminales por coronavirus

Por Ely Segura
martes, abril 28, 2020

Sacerdote en Congreso Pastoral en el Encuentro Mundial de Familias en Dublín en 2018. Foto: Hannah McKay, Reuters/CNS

En un gesto pastoral de suma compasión y empatía, la Arquidiócesis de Chicago creó una comisión para administrar la unción de los enfermos a pacientes terminales por coronavirus y transmitir consuelo a sus familiares. La comisión está compuesta por 26 personas; 24 sacerdotes y dos consejeros del sector salud –Mary Kay Barron Gawne y Justin Lombardo– que trabajan para dicha diócesis.

La convocatoria fue realizada a mediados de marzo a sacerdotes de toda la Arquidiócesis, con la idea de formar un equipo de cuatro sacerdotes para cada una de las seis vicarías que la componen. Los mismos deberían ser menores de sesenta años y gozar de buen estado de salud. Quienes aceptasen, deberían asistir a los hermanos católicos que están a punto de morir en distintos hospitales o en sus hogares en toda la ciudad.

Para la fe católica (CEC 1520-1523, 1532), la unción de los enfermos es el sacramento en el que la Iglesia, a través de un sacerdote, implora a Dios por la salud de cuerpo y alma del creyente enfermo. Y en caso de que sea la voluntad de Dios llevárselo a su presencia, este sacramento otorga al debilitado las fuerzas que necesita para la lucha corporal y espiritual (y esto incluye la remisión de sus pecados) en su último viaje. El rito consiste en la unción de la frente y las manos del enfermo con los óleos sagrados, acompañada por las oraciones que corresponden.

Los presbíteros Jesús Romero Galán, Manuel Dorantes y Miguel Venegas fueron de los 24 sacerdotes que aceptaron voluntariamente esta asignación espiritual abrazando nuevamente al primer llamado recibido durante su ordenación sacerdotal. Para ejercer este nuevo ministerio, recibieron un entrenamiento especial y los equipos sanitarios necesarios para administrar este sacramento sin poner en riesgo sus vidas.

“No, nunca tuve miedo de aceptar esta invitación. Al contrario, es para lo que Dios me llamó y lo hago con amor. Es como entrar en el Matrimonio, se está en la salud y en la enfermedad, y cada uno de los feligreses son como los hijos que Dios me ha encomendado. A mí me duele cuando mis hijos sufren, por eso voy corriendo a auxiliarlos al hospital cuando me llaman”, expresa el padre Jesús Romero Galán de la parroquia Santa María Estrella del Mar, en West Lawn, quien al momento de esta entrevista había acompañado a nueve personas en este proceso.

“Me tocó ir a visitar a un feligrés que corresponde a un vicariato distinto al mío para cubrir a otro sacerdote, porque según el protocolo que hemos recibido, no podemos asistir más de dos veces a administrar el sacramento en un solo día. Es una forma que tiene la Arquidiócesis de no exponernos demasiado”, señaló Romero Galán.

El padre Miguel Venegas, de la parroquia Inmaculada Concepción y Cinco Mártires, en Brighton Park, nos explica que sólo tienen permitido asistir cuando se trata de pacientes contagiados en peligro de muerte y siempre que el hospital se los permita. Explica que el proceso para administrar este sacramento en esta situación especial es de la siguiente manera: Las familias del paciente contagiado a punto de morir se ponen en contacto con sus respectivas parroquias y éstas con la Arquidiócesis, que los manda a los lugares en cuestión y les provee de la información de contacto que requieran.

El padre Manuel Dorantes, de la parroquia Santa María del Lago, expresa conmovedoramente que esta ha sido una experiencia única que aceptó tras un proceso de discernimiento. “No sólo somos sacerdotes cuando las cosas están bien, sino cuando las cosas están mal. Somos ministros de Dios en todo tiempo y tratamos de ser coherentes. […] A nivel pastoral lo considero un privilegio poder acompañar a en este sacramento, que es signo visible de la gracia invisible de Dios. Me tocó ver a un paciente cuya última persona a quien vio fue a mí. Usualmente es la familia quien está al lado tuyo en estos momentos. Yo representé su familia, a Cristo, a la Iglesia. En otra ocasión me tocó hacer una videollamada para que el paciente pudiera despedirse de su familia, a cuyos miembros no había visto en las tres semanas de haber sido internado. A nivel humano, psicológico, emocional y espiritual ha sido una experiencia muy fuerte”, relata.

Los sacerdotes Manuel Dorantes y Jesús Romero coinciden en que para ambos esta tarea no sólo se trata de un ministerio para acompañar a estos fieles en fase terminal y sus familias, sino una oportunidad para acompañar y escuchar a enfermeros y doctores que también sufren este drama que vivimos, que se cansan, que están preocupados por las familias que han dejado en casa o que tienen dudas de fe ante esta situación.

“Por lo general, este rito lo hacemos con los familiares del enfermo, pero ahora los médicos también se unen a la oración” dice el padre Manuel Dorantes. “En una ocasión un médico se me acercó y me dijo: ´Padre, hemos hecho lo humanamente posible, ahora le toca a usted´. Esto fue bastante significativo para mí. Ven en mí a alguien que representa a Dios, a alguien más allá de la ciencia y de este mundo”. Al momento de esta entrevista, el padre Dorantes había visitado a cinco pacientes en fase terminal por coronavirus.

Para el padre Jesús Romero esta experiencia le ha llevado a reconocer sus propias faltas y su indignidad ante Dios, pero que Él mismo toma para hacer un puente de misericordia: “Dios toma mi indignidad, la necesidad del enfermo y la de su familia y las toma para sí”, enfatiza.

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