El arzobispo Blase Cupich pone un sombrero de los Cubs a la hermana Rosemary Connelly, en imagen de 2016. Foto: Karen Callaway/Católico.
Cuando la hermana de la misericordia Rosemary Connelly entró en Misericordia Home en agosto de 1969, ésta era una instalación para niños hasta los 6 años con discapacidades del desarrollo en la parte sur de Chicago. Ofrecía lo que se llamaba “cuidado supervisado”, dijo la hermana Rosemary, manteniendo a los niños limpios y a salvo, pero sin ofrecer programas para educar o entretenerlos. “El personal que estaba allí era principalmente personas del vecindario, y de verdad amaban a los niños”, señaló la hermana Rosemary. “Ellos siempre estaban vestidos y todo eso…pero ellos querían mantenerlos seguros, y mantenerlos en la cama era seguro”. Eso era común en la época. “No había realmente programas para niños con discapacidades”, mencionó. Pero la hermana Rosemary, quien había llegado al trabajo después de haber sido una maestra y trabajadora social sin experiencia en educación especial, recaudación de fondos o administración, no lo veía de esa manera. “Si valoramos sus vidas, debemos darles una vida que valga la pena vivir”, dijo la hermana Rosemary de 88 años, quien fue honrada por su medio siglo de liderazgo durante una cena con cerca de 1,500 invitados el 25 de agosto. “Todos ellos estaban en cama, y yo los quería fuera de la cama. Ese personal no gustaba mucho de mí, te puedo decir”. Ahora, Misericordia es hogar para 600 niños y adultos con discapacidades del desarrollo, la mayoría viviendo en un campus de 31 acres en la parte norte de Chicago. Hay una continuidad de cuidado, con todo, desde hogares en vecindarios cercanos hasta enfermería especializada para los residentes con condiciones médicas complejas hasta vivienda para personas mayores. Otras 200 personas con discapacidades participan en los programas de extensión de Misericordia. La hermana Rosemary dijo que Misericordia recientemente adquirió una propiedad adyacente, con la esperanza de hacer espacio para algunas de los cientos de personas en lista de espera. La organización emplea a 1,200 personas, y es financiada por una combinación de pagos del gobierno y donaciones privadas. Además de hogares, hay instalaciones y programas recreacionales; espacio para terapia del lenguaje, física y ocupacional; y negocios que emplean a los residentes. Las familias de los residentes también son parte de la comunidad de Misericordia. Para Sue Hartemayer, cuyo hijo Kirk, de 33 años, ha vivido en Misericordia durante más de 10 años, “Es una parte del cielo en la tierra”. Kirk ama el fútbol, ama participar en las Olimpiadas Especiales, y le encanta la música, especialmente la música country. Aunque tiene dificultad para expresarse verbalmente, disfruta estar con personas que le hablan, y ser parte de un grupo. “Ha sido simplemente un regalo”, dijo Hartemayer. “Ellos proveen un lugar seguro y sano para él. Él tiene un lugar al cual llamar hogar, un lugar para trabajar. Tiene amigos”. El padre Jack Clair, director ejecutivo asistente y capellán en Misericordia, dijo que también él se siente de esa manera al tener a su hermana viviendo en Misericordia. Ella se mudó allí hace 10 años aproximadamente, dijo, luego de vivir en otras instituciones. “Ella es una persona feliz ahora”, dijo Clair. “Ella dice que esto es como el cielo”. La hermana Rosemary, dijo Clair, estaba adelantada a su época en su defensa de las personas con discapacidades, y en su insistencia de que se les debería permitir desarrollar sus habilidades y sus dones en la medida que pudieran. Para Clair, mantenerse al día con las condiciones cambiantes de los residentes — una población que alguna vez incluyó a muchos niños con síndrome de Down, ahora tiene muchas personas medicamente más complejas y personas con autismo — y encontrar financiamiento siempre será desafiante. Pero encontrar suficientes miembros del personal eficientes también es un desafío, dijo, especialmente con una población que envejece, lo que aumenta la demanda de cuidadores personales. Clair dijo que sigue asombrado con lo que la hermana Rosemary ha logrado. Se necesitarán los esfuerzos concertados de nuevos líderes para mantenerlo andando. La hermana Rosemary dijo que ella no está preocupada. “En el momento en el que entré a Misericordia, sentí la presencia de Dios, y supe que nunca tendría que caminar sola”, dijo.