Área de Chicago

175 Aniversario de la Arquidiócesis de Chicago: Nuestra Señora de Guadalupe, en Sur Chicago, fue la primera iglesia hispana de Chicago

Por Clemente Nicado
jueves, noviembre 29, 2018

Fue aquí donde se dio la primera misa en español y donde los mexicanos recién llegados encontraron un sitio propio para venerar a su Virgen Morena. Foto: Brian J. Morowczynski/Catolico.

Los migrantes mexicanos de la década de los veinte, en el siglo pasado, en su mayoría trabajadores de la industria del acero, encontraron en esta parroquia un lugar donde empezar a juntarse y profesar su fe. Retomamos de nuestro archivo este artículo aparecido en diciembre de 2010, editado y abreviado.

 

Hay quien afirma que es la casa familiar de la comunidad católica hispana de Chicago.

Es imposible hablar de la historia de este ministerio sin hacer alusión al templo de madera fundado en 1923 por el reverendo William Kane, SJ, a quien el cardenal George Mundelein le encargó abrir lo que se considera la primera iglesia mexicana en Chicago.

Fue aquí donde se dio la primera misa en español y donde los mexicanos recién llegados encontraron un sitio propio para venerar a su Virgen Morena.

La apertura de este ícono parroquial vino cargada de cierta urgencia, debido a la preocupación de las autoridades de la Iglesia Católica que veían en los recién llegados un blanco para la religión protestante.

La pequeña iglesia se construyó en el 9024 S. Mackinaw Ave, a sólo cuatro cuadras de la actual parroquia, y el padre Kane, quien hablaba español, la bautizó con el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de México.

Era de madera, pequeña y muy modesta, pero adorable. Por vez primera la comunidad católica hispana tuvo un lugar para venerar a su virgen querida, pedirle su bendición, orar y formar su propia iglesia, hablando en su idioma, sin ser discriminados.

Porque antes de abrirse este capítulo en la historia, los católicos hispanos difícilmente eran aceptados en otras parroquias del área, donde solían ser recibidos con palabras hostiles.

El historiador claretiano Sebastián Ripero dibuja un triste escenario en la época previa a la fundación de la parroquia, según una referencia del investigador Thomas Kelligher.

“La inauguración de la nueva iglesia al sur de Chicago marcó el fin de una era en la que nuestros misioneros se veían forzados a llevar el apostolado a la calle, usando fachadas abandonadas como capillas, e incluso vagones de ferrocarril abandonados para dar misas y enseñar catequismo y dar los sacramentos. Ahora los mexicanos del sur de Chicago tenían una buena iglesia donde adorar.”

Kane regresó a la Universidad de Loyola y ante la actividad de los protestantes que estaban más adelantados en la formación de personas en español, Mundelein tomó la decisión de pedir a los misioneros claretianos que asumieran la responsabilidad pastoral de la parroquia y, por ende, de la naciente comunidad hispana en la Arquidiócesis de Chicago.

Según explicó el investigador Malachy McCarthy en un artículo publicado por el Chicago Católico hace 15 años, Mundelein tomó esta decisión, entre otras cosas, porque “la Arquidiócesis no tenía el personal” para atender a feligreses de origen mexicano.

“La Arquidiócesis no tenía a nadie para hacer esto, en realidad. No teníamos un clero mexicano. En esencia el clero mexicano era español. No teníamos órdenes que llegaran de México, como los polacos o los irlandeses”, dijo McCarthy.

Los miembros de la orden claretiana estaban dispuestos a trabajar con la gente hispana y buscaron expandir su labor catequética por toda la ciudad.

Marcado por un rápido crecimiento de la población mexicana en el sur de Chicago, los claretianos comenzaron a construir una nueva parroquia, como extensión de Nuestra Señora de Guadalupe, a sólo cuatro cuadras de la pequeña iglesia.

El 30 de septiembre el cardenal Mundelein inauguró la nueva parroquia en la calle 91 y Brandon Ave. y desde entonces sigue siendo un punto de referencia de los católicos hispanos de Chicago y un símbolo de este ministerio en la Arquidiócesis.

Un año después de la fundación, en 1929, vino la mayor catástrofe económica y financiera que ha conocido Estados Unidos con la Gran Depresión.

Las plantas de acero se vieron forzadas a cerrar sus puertas y miles de trabajadores quedaron desempleados. Frente a este escenario, el padre James Tort estableció el santuario de San Judas, el santo patrono de las causas difíciles”.

En un principio la iniciativa no prendió en la comunidad mexicana, pero con el tiempo también se abrazaron al santo milagroso. El lugar pasó a ser un lugar devocional y hoy es reconocido en todo el país como el Santuario de San Judas, al que acuden personas de todas partes.

Por casi un siglo, la parroquia ha dado abrigo a los desamparados, luchado contra la injusticia y ayudado en mil maneras a una comunidad que trata de adaptarse a una nueva realidad manteniendo vivos su cultura y su idioma. 

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