En 1986, la comunidad hispana iba ganando terreno en diferentes campos de la vida estadounidense. Ese año, el gobierno decretó una amnistía para la población indocumentada, a la que se acogieron muchos de nuestros paisanos. El padre Donald Headley, quien servía entonces en la parroquia de La Merced, recordó que en ese momento había tres grupos de formación arquidiocesana relacionados con la comunidad latina: catequesis, liturgia e Instituto de Liderazgo Pastoral. Pero, como dijo el padre Headley a Católico en 2006, “se necesitaba una reunión que celebrara la presencia del emigrante acá y también para demandar las cosas que se tienen que demandar.” Así fue como surgió, en 1987 en el seno del caucus hispano, la idea de celebrar una posada, esa tradición católica tan arraigada entre los hispanos, que cada año celebra el peregrinar de María y José en busca de un lugar donde dar a luz al Redentor. “La gente se reunió en ese momento”, recordó el padre Headley, “diciendo que necesitábamos algo para celebrar la cultura y la historia de la comunidad. No solamente de afuera, sino la gente que está ahora acá, su historia dentro de la ciudad de Chicago. La celebración de las posadas salió de esa inquietud.” En aquel año, el padre Michael Boehm estaba como párroco en Santa Ludmila, en La Villita. “Me acuerdo de que en 1986 llegó la amnistía”, comentó a Católico, “cuando muchos de los indocumentados no pudieron arreglarse.” El padre Boehm dijo que siente que la Iglesia en general se ha olvidado de este grupo, por lo que una gran motivación para organizar la posada fue, “que se sintieran acogidos por la misma Iglesia. Elaboramos este documento, ‘En nombre de Dios pedimos posada’, enfocándonos en los indocumentados que no podían beneficiarse de la amnistía.”