Área de Chicago

Hermanas de Chicago trabajan para traer paz a las calles desgarradas por la violencia

Por Dan Stockman/CNS
miércoles, agosto 30, 2017

La hermana Joanne Delehanty explica las características de la entrada de la iglesia católica St. Benedict the African en Englewood, el 25 de mayo. Foto: Cortesía Dan Stockman, Global Sisters Report/CNS

CHICAGO (CNS) – Las hermanas Joanne Delehanty y Mary Pokorny se sientan en la oficina de una iglesia, hablando del vecindario en el que han vivido durante casi de 30 años. Sus sonrisas, la sala en la vieja estructura de ladrillo y los árboles frondosos afuera sugieren un oasis de paz en una ciudad ocupada.

Pero Englewood, ocho millas al sur del centro de Chicago, ha visto de todo menos paz en más de 50 años.

Englewood, que cubre apenas tres millas cuadradas, fue el lugar de 818 crímenes violentos –incluyendo homicidios, robos y asaltos– en los primeros seis meses de este año, de acuerdo a estadísticas de la policía recopiladas por el Chicago Tribune.

Al menos 755 personas habían sido disparadas para el momento de la marcha del cardenal Cupich en abril, reportó el Chicago Tribune. En 2016, más de 4,300 personas fueron disparadas en Chicago y más de 760 fueron asesinadas, dijo el periódico, haciéndolo el año más violento en dos décadas.

Las hermanas Delehanty y Pokorny, pertenecientes a las Hermanas Dominicas de Springfield, son dos de las muchas religiosas en Chicago trabajando por traer paz a las calles desgarradas por la violencia.

El distrito comercial de Englewood en la calle 63 y la parte sur de la calle Halstead alguna vez rivalizó con el centro de Chicago, dijo la hermana Pokorny. Luego vino el “white flight” en la década de 1950, durante el cual no solamente los residente blancos se mudaron a los suburbios, sino que los negocios los siguieron.

Eso dejó edificios vacíos y pocos trabajos para los afroamericanos que pensaron que estaban teniendo la oportunidad de mudarse dentro de un área mejor. El desempleo y la caída en los valores de las propiedades llevaron a la pobreza y el crimen y comenzaron una espiral donde cada factor parecía empeorar a los otros.

Arthur Eiland, de 93 años, se mudó a Englewood en 1952 y todavía tiene una copia de la carta que recibió de un confundido agente de bienes raíces diciendo que debería vender su casa: los valores de la propiedad en Englewood estaban declinando porque los afroamericanos se estaban mudando allí.

“Supongo que no pudo darse cuenta de mi raza por mi apellido”, dijo.

Los valores cayeron otra vez en décadas más tarde, cuando “nosotros también tuvimos la huida de nuestra clase media negra”, dijo Eiland, dejando un vecindario con todavía más pobreza concentrada y más problemas”.

La población de la comunidad fue alguna vez 80,000, dijo Eiland. En 2010, era 30,000, de acuerdo a estadísticas recopiladas por el Chicago Tribune. Actualmente, 42 por ciento de los hogares tienen ingresos por debajo del nivel federal de pobreza, que es $24,600 para una familia de cuatro personas, y la tasa de desempleo es de 21 por ciento, comparado con la tasa de desempleo nacional en junio de 4.4 por ciento. Casi un tercio de los adultos en Englewood no tienen un título de secundaria. 

Añada drogas, pandillas y la fácil disponibilidad de armas y el resultado es mortal: el vecindario registró seis homicidios en junio solamente, además de 102 asaltos y agresiones, 44 hurtos, 42 robos de vehículos, 32 arrestos por prostitución y 43 casos de abuso de drogas, de acuerdo a las estadísticas de la policía.

En el vecindario del suroeste de la ciudad Chicago Lawn, el Southwest Organizing Project también está trabajando para restaurar las relaciones en el área. La hermana Margaret Zalot, una hermana de San Casimiro, ha estado activa en el grupo desde su fundación en 1996 para combatir préstamos abusivos.

Chicago Lawn fue alguna vez un enclave lituano, predominantemente blanco y católico, y se hizo famoso en 1966 cuando el Rev. Martin Luther King Jr. marchó allí por una vivienda abierta, solo para ser recibido por una muchedumbre lanzando ladrillos y rocas, una de las cuales le pegó en la cabeza.  

“A medida que el vecindario cambió, las hermanas se quedaron”, comentó Paula Staisiunas Schultz, quien creció en el vecindario de Chicago Lawn y ahora es coordinadora de comunicaciones para las Hermanas de San Casimiro. “Ellas fueron alentadas a mudarse a los suburbios del oeste, pero ellas dijeron, 'no, nosotras estamos aquí para servir a las personas de la comunidad, quienquiera que sean’”.

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