Área de Chicago

El milagro de una educación católica

Por Jim Rigg
martes, enero 31, 2017

Como pueblo de fe que somos, creemos en los milagros. En las Sagradas Escrituras y en la historia de nuestra iglesia son abundantes los ejemplos de sucesos divinos. Muchos de estos hechos fueron realizados por Cristo mismo, como la multiplicación de los panes y los peces, o el definitivo milagro de la resurrección. Otros milagros suceden gracias a hombres y mujeres santos, como Santa Teresa de Calcuta, personas que son recordadas por su profunda fe y su compromiso con Cristo. Sin embargo, nuestra fe también nos enseña que nosotros tenemos la capacidad de obrar milagros. De hecho, muchos de nosotros hemos escuchado historias de milagros que ocurren en la época actual, ocurridos a gente normal. Muchas vidas han sido bendecidas por procedimientos médicos milagrosos. Las oraciones de un ser querido han proporcionado a algunos una fuerza y una curación milagrosas.Creo fervientemente que los milagros se producen constantemente a nuestro alrededor, incluso si no son reconocidos ni identificados como tales. Quizá no seamos perfectos, pero somos capaces de realizar milagros a través de la siempre presente gracia de Dios.

Una de las mayores alegrías de mi trabajo es visitar las escuelas católicas y ser testigo del modo en que una educación católica impacta la vida de los niños. En mi carrera como maestro de escuela, director y superintendente, he recibido la satisfacción de presenciar el valor transformador de nuestras escuelas. Para mí, la educación escolar católica es un milagro, y los milagros ocurren todos los días en nuestras aulas.

Este mes, las 217 escuelas católicas de la Arquidiócesis de Chicago participarán en la Semana de las Escuelas Católicas, una celebración nacional de la excelencia, la historia y el éxito de la educación católica. Cada una de nuestras escuelas ha planeado para esta semana una serie de actividades especiales con el objetivo de demostrar el valor de este importante ministerio. Desde liturgias y proyectos de servicio hasta eventos sociales y reuniones para celebrar y animarse, la Semana de las Escuelas Católicas nos permite mostrar la maravillosa vitalidad del sistema escolar católico más grande del país.

Aun cuando la Semana de las Escuelas Católicas es verdaderamente un tiempo de gozo, ninguna actividad puede demostrar de manera total el valor milagroso de una educación católica. Durante generaciones, nuestras escuelas han dado la bienvenida a todos los estudiantes y los han envuelto de un entorno en el que son valorados y validados. En un momento en que muchos distritos escolares han cortado los programas de artes y de enriquecimiento académico, nuestras escuelas están comprometidas con la educación integral del niño, proporcionando un programa académico riguroso que realmente les prepara para la vida que tienen por delante. Se puede encontrar a los graduados de las escuelas católicas en puestos de influencia y de liderazgo en todo el mundo, en los que trabajan para hacer una diferencia positiva para aquellos que les rodean.

Nuestras escuelas hacen que dentro de cada niño se despierte un corazón para el servicio. Cada año, nuestros estudiantes contribuyen miles de horas de servicio a sus comunidades locales. A los estudiantes se les enseña todos los días que deben devolver algo de lo que han recibido a los menos afortunados, y a vivir una vida de compasión y humildad.

Sin embargo, la verdadera fuente del milagro de la escuela católica surge de la presencia de Cristo en todo lo que hacemos. Nuestros estudiantes están inmersos en un entorno en el que Cristo está presente constantemente. A cada niño se le enseña a desarrollar su propia relación con Cristo, y a explorar su particular llamado a la santidad de parte de Dios. La travesía de un niño en una escuela católica no es nada menos que un milagro. Cuando los estudiantes se gradúan, están bien preparados para difundir la alegría transformadora del amor de Dios a todos los que les rodean.

Espero que durante la Semana de las Escuelas Católicas, se unan a mí para celebrar el valor incalculable de nuestras escuelas católicas. Los animo a visitar una de nuestras escuelas, y ser testigos de primera mano de la formación en la fe y la preparación académica de nuestros estudiantes. Sé que se quedarán convencidos de la importancia de nuestras escuelas. Al igual que yo, sé que verán milagros.

¡Que Dios vele y bendiga a nuestras preciadas escuelas católicas!

Topics:

  • educación católica

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