Área de Chicago

Hermanas celebran 25 años de “esparcir el bien” en Sur Chicago

Por Redacción Católico
lunes, junio 26, 2023

Las hermanas de Inmaculada Concepción celebran aniversario

Hace ya 25 años que el padre Michael Enright, entonces pastor de la parroquia Inmaculada Concepción en Sur Chicago, invitó a las hermanas de una congregación mexicana, las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, a venir a Chicago a encargarse de la escuela Inmaculada Concepción. Fotos: Karie Angell Luc/Catolico
Alumnas levantan la mano mientras la Hna. Ilse espera la respuesta. Fotos: Karie Angell Luc/Catolico
Claudia González, maestra de arte muestra los materiales a las Hnas. Laura Velázquez, Ilse Aguilar, y Katia Alcántar.
Las Hnas. Laura Velázquez, Katia Alcántar, Ilse Aguilar y Norma Vázquez en las instalaciones de Inmaculada Concepción, el 31 de mayo.
De buen humor, ríen las hermanas Katia Alcantar, Patty Sánchez, Ilse Aguilar, Laura Velázquez, Norma Vázquez y Pilar Gómez, en Inmaculada Concepción el 31 de mayo.
Las hermanas Katia e Ilse visitan uno de los salones el 31 de mayo.
Las Hnas. Laura Velázquez y Katia Alcantar, el 31 de mayo.

Hace ya 25 años que el padre Michael Enright, entonces pastor de la parroquia Inmaculada Concepción en Sur Chicago, invitó a las hermanas de una congregación mexicana, las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, a venir a Chicago a encargarse de la escuela Inmaculada Concepción.

A finales de los noventa, Sur Chicago era uno de los barrios más violentos de la ciudad, y las cifras de muertos era preocupante. El padre Enright esperaba que el trabajo de las hermanas fuera una presencia positiva y protectora en el barrio, que en ese tiempo era de mayoría mexicana.

“Por lo que han compartido las hermanas que llegaron aquí hace 25 años, sí había mucha violencia” dice la hermana Ilse Gabriela Aguilar Castillo, directora de la escuela. “Era escuchar balazos a diario, encontraban incluso cuerpos aquí enfrente de la escuela.”

Esto ha disminuido, dice la hermana: “Gracias a Dios se ha visto un cambio en la comunidad, y poco a poco han ido llegando familias que buscan el llenarse de Dios, el conocerlo más. Porque algunas de nuestras familias (en la escuela), ciertamente no son católicas pero al venir aquí ellos buscan esa formación humana, esa formación integral”.

Inmaculada Concepción, ubicada en 8739 S. Exchange Ave. es una primaria católica que atiende a estudiantes desde preescolar de tres años hasta el octavo grado. Le preguntamos a la hermana Ilse si la presencia de las hermanas ha ayudado un poco a calmar el ambiente de violencia.

“Yo estoy cien por ciento segura de que la presencia de las hermanas aquí en Inmaculada ha sido una gran ayuda para la comunidad de Sur Chicago” responde. “Por lo que ellos (los miembros de la comunidad) nos comparten, las sienten parte de su familia por el hecho de ser originarios de México, entonces ven que hermanas de México vienen aquí, pues para ellos es un orgullo”.

Otras nacionalidades

La hermana Ilse tiene ocho años en Chicago, vino a Inmaculada Concepción como maestra y los últimos dos años ha servido como directora de la escuela. Le preguntamos por los cambios que ella ha visto en este tiempo de vivir en el barrio.

“He notado que la comunidad ha ido cambiando en cuanto a las nacionalidades que tenemos, al menos en la escuela” responde. “Al principio, por lo que las hermanas platican, hace 25 años eran familias hispanas en su mayoría, de papás mexicanos, por tanto la mayor parte de los alumnos sabían español. Y ahora, hace aproximadamente cuatro o cinco años hemos tenido familias nuevas que han estado emigrando de Nigeria. Actualmente tenemos tal vez un 30 o 40 por ciento de alumnos de Nigeria y de otros países. Tenemos 12 países diferentes en la escuela, entonces es una gran riqueza”.

Le comentamos a la hermana nuestra sorpresa al saber lo mucho que ha cambiado la población de este vecindario. Ella nos dice que, aunque la mayoría de los alumnos son de papás mexicanos, varios vienen no solo de Nigeria, sino también de El Salvador, Guatemala, Jamaica, Puerto Rico, Ghana, Togo, Ecuador y otros nacidos en Estados Unidos.

Le preguntamos también a la hermana cuáles cree que son ahora mismo los retos más grandes de la comunidad. “Uno de los problemas es la falta de Dios” dice. “Todavía nos falta trabajar mucho en eso, ayudar a las personas a que se acerquen a Dios, a que lo tengan como prioridad en sus vidas. Otra cosa sería lo económico, a muchas personas les cuesta, después de COVID tuvimos muchas bajas en muchos aspectos, uno de ellos la falta de dinero, la falta de trabajo”.

 

Aquí fueron doce años de mi vida

Una de las invitadas a los festejos por el cuarto de siglo de las hermanas en Chicago fue la hermana Katia Alcántar Sánchez, ella estuvo doce años en Chicago, a donde llegó en 2006 y se regresó a México en 2019. Ahora es directora en una escuela católica en San Juan del Río, Querétaro.

Para la hermana Katia fue muy emotivo venir a celebrar con sus compañeras de Chicago y reencontrarse con exalumnos y padres de familia. Ella vino a Inmaculada Concepción primero como maestra, luego se desempeñó como administradora y después como directora

—Entonces, ¿usted estuvo aprendiendo sobre la marcha todo lo que es la administración? —le preguntamos.

—Así es —responde— pero la verdad yo algo que recuerdo mucho es el apoyo de la arquidiócesis en cuanto a la formación de los directores, por todos los cursos que nos dieron, la verdad es que a pesar de la situación económica que la escuela tiene, ellos siempre nos han acompañado, nos han dirigido.

—¿Qué significó para usted venirse de México a un país que no conocía?

—Fue un reto muy grande porque fue venir y aprender la lengua, las costumbres, venir a estudiar, como dicen, “la experiencia de inmersión”. Pero creo que lo que nos ayudó mucho fue el estar abiertas, abiertas a aprender, y seguir ese sueño del padre Mike, cuando él reabrió la escuela, decía que él quería reabrir la escuela para sacar a los chicos de las pandillas, a través de la educación. Ser partícipes de ese sueño vale la pena, la verdad es que miro hacia atrás y digo “aquí fueron doce años de mi vida, pero este lugar modeló también mi vida religiosa, mi vida profesional, y fue una experiencia de las más hermosas que he tenido.

—¿Cómo recuerda el barrio cuando llegó usted?

—La verdad es que a mí ya no me tocó tanta balacera, como a las hermanas que habían venido antes, a ellas sí les tocó estar en medio de los balazos. A mí la verdad me tocó más tranquilo, cuando yo estaba ya no era tan palpable la violencia. Esta, aunque tal vez es una escuela pequeña, ha ido esparciendo el bien. De manera callada, pero se va esparciendo.

Para la hermana Katia no hay ninguna duda de que la escuela ha sido una influencia positiva en la comunidad. Ahora que vuelve brevemente a Chicago su reencuentro es muy emocional. “En ese tiempo conocía a todos los niños, a todas las familias, conocía su historia. Era una experiencia de cercanía muy hermosa que no se tiene en México, por ejemplo, ¿no? Entonces ahora me toca verlos ya muy ‘grandotes’, es una experiencia muy hermosa”.

La hermana Katia se siente satisfecha y agradecida de haber participado en este proyecto educativo “Doy gracias a Dios por el bien que nos ha permitido a las religiosas de mi comunidad de Chicago todos estos años” dice. “Hemos apoyado en la evangelización, pero creo que es un regalo para cada una de nosotras estar aquí. No ha sido fácil, pero creo que porque nos ha costado lo valoramos mucho. Ahora, regresar y ver cómo está la escuela, lo veo con mucha esperanza, podemos seguir haciendo el bien a esta ciudad”.

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