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Meditaciones para la temporada de Adviento

Por Padre Alejandro Marca Mansilla
martes, noviembre 29, 2022

Adviento, el tiempo de gozosa espera, comenzó el 27 de noviembre de 2022. Foto: Gregory A. Shemitz/CNS

Primera meditación

María, madre de la evangelización

La Virgen María es uno de los personajes clave del tiempo de Adviento. Ella nos enseña a esperar a Jesús. Por eso a lo largo de estas reflexiones quiero invitarlos a acercarnos a su persona y contemplarla para aprender de ella. También nosotros queremos que esta Navidad no sea un festival consumista sino una ocasión de dejar nacer a Jesús en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras comunidades.

María, madre del evangelio viviente (e.g.287)

El Adviento es un tiempo litúrgico que nos permite preparar el corazón para recibir a Jesús y dejar que nos transforme en discípulos suyos y misioneros del Evangelio. La iniciativa de venir a nosotros es suya, por encargo de su Padre: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en El no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

La condición para que brote en nosotros esa Vida Nueva que trae Jesús es la fe y por eso en este tiempo de Adviento nuestra mirada se vuelve a María. El relato de la anunciación nos permite contemplar la fe de la Virgen y aprender de ella.

“Al sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea, llamado Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. La virgen se llamaba María” (Lc. 1,26). Dios quiere realizar su plan de amor y busca una joven que pueda acoger su proyecto. Fija sus ojos en María. Ella pertenece a una familia de campesinos pobres, vive en Nazaret un pueblo bastante desconocido, tampoco tiene educación formal, pero sí tiene lo más importante para la misión que Dios le va a pedir: una fe inquebrantable y un inmenso amor al Señor.

La joven Virgen está en oración y ahí se produce el diálogo con Dios a través del ángel Gabriel. Sólo en un clima de oración constante se puede escuchar a Dios y fortalecer la fe. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, le dice el arcángel. Con razón el papa Francisco comienza su primera Exhortación Apostólica con estas palabras: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (EG n. 1).

Frente a la pregunta que hace la Virgen al arcángel: “¿Cómo va a ser esto posible, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. Y el Señor le explica: el niño que va a nacer no es cualquier niño, es el Hijo de Dios: “El Espíritu de Dios vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc. 1,35). 

¿Tengo la libertad y disponibilidad de María para asumir nuevas misiones, por difíciles que sean? ¿Estoy al servicio de Dios o tengo a Dios a mi servicio?

Segunda meditación

María, madre de la Iglesia

La Santísima Virgen acompañó a Jesús y a sus discípulos en la tarea evangelizadora. Hoy nos acompaña a nosotros como Madre, por eso el papa Pablo VI la proclamó “Madre de la Iglesia”, es decir, “Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa”.

El relato de las bodas de Caná nos muestra la delicada preocupación de María por todos sus hijos e hijas y su poderosa intercesión ante Jesús. Nos dice San Juan que “se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos” (Jn 2, 1-2).

En medio de la fiesta, ella se da cuenta de que se ha acabado el vino. Nadie se ha acercado a ella para decírselo, simplemente toma la iniciativa y se dirige a quien ella sabe que podría dar una solución, su amado hijo Jesús. “No tienen vino” le dice al oído.

Como dice el papa Francisco, “María es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios” (EG n. 286).

La respuesta de Jesús es sorprendente: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía” (Jn 2,4). Sin embargo, María no se desanima. Conoce mejor que nadie el corazón misericordioso de su hijo. Por eso, simplemente dice a los sirvientes: “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2,5). La Virgen tiene, pues, un gran poder de intercesión ante Jesús y por eso acudimos a ella con confianza de hijos cuando tenemos problemas de salud, de trabajo, de crisis matrimoniales o familiares, etc. Ella siempre se encarga de encaminarnos hacia Jesús, y todos los favores y gracias que recibimos por intercesión de Ella, nos deben motivar a ser cada vez mejores discípulos de Jesús, y hacer siempre su voluntad, aunque nos cueste: hagan todo lo Él les diga.

¿Qué lugar ocupa la Santísima Virgen María en nuestra familia? ¿Cómo podría ocupar un lugar más destacado?

Tercera meditación

María, la estrella del Adviento

María de Nazaret es la estrella del Adviento… Ella llevó en su vientre con inefable amor de Madre a Jesucristo. Ella vivió un Adviento de nueve meses en su regazo materno y virginal, pero también en su mente y en su corazón.

¡Qué largo y hermoso Adviento! Ella es la Madre de la Esperanza, el modelo de la espera. Supo, como nadie, preparar un sitio al Señor, el Hijo que florecía en sus entrañas…

Por eso el Adviento es el tiempo por excelencia de María. Así nos lo enseñó el papa Pablo VI en la exhortación apostólica Marialis Cultus:

“…los fieles que viven con la Liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene…” (nº 4).

Cuarta meditación

María en tu Adviento

Hoy invita a María a preparar contigo la venida de Jesús. Invítala a tu Adviento… ¿No se parece la cueva de Belén a tu corazón? A veces está lleno de mal olor, de excremento, de orín… Hay animales, bichos, telas de araña, maleza, espinas… Está oscuro, frío, olvidado de todo el mundo… Hay soledad, tristeza, angustia… Porque eso es lo que hace el pecado en nosotros.

Y es ahí precisamente donde Jesús quiere nacer. En medio de esa oscuridad, en medio de esa basura. Dirás: “Pero Señor, ¡está tan sucio…!” “¡No te preocupes!”, dice Dios: “¡No te preocupes! Porque va mi Madre…”

Entonces, dale cabida a ella en tu corazón. Verás cómo a través de esta oración ella irá transmitiéndote toda su acción… Y como hizo en Belén, irá limpiando y disponiendo toda tu vida, iluminando, sacando la humedad, el excremento, el orín, los bichos; sanando los olvidos, las soledades, las angustias…

Y empezarás a desear cada vez más a Dios. Querrás dejar el pecado y no ofender más a Dios, y te irás a confesar… Y tendrás hambre de Dios, y lo buscarás en la Eucaristía.

Y así, Jesús podrá nacer de nuevo en tu corazón, porque encontrará un lugar tan lleno de amor como el que su Madre le preparó en la primera Navidad.

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