Área de Chicago

El obispo John Manz, aliado de la comunidad hispana, cumple cincuenta años de ordenación sacerdotal

Por Ely Segura
viernes, abril 30, 2021

El obispo Manz después de oficiar la misa de apreciación a los monaguillos en Our Lady of Mount Carmel, en marzo de 2019. Foto: Karen Callaway/Católico

Su residencia —en la rectoría de la parroquia del Buen Pastor, en La Villita— continúa siendo al sur de la ciudad de Chicago, junto a la comunidad hispana migrante. Hoy, la iglesia de su ciudad natal celebra el quincuagésimo aniversario de su “sí” generoso como sacerdote de Cristo pronunciado el 12 de mayo de 1971.

“Siempre me he sentido muy acogido por los hispanos. He podido formar amistades con ellos y entender sus situaciones, muchas veces no vistas por los medios de comunicación” señala Manz, al mirar en retrospectiva estos cincuenta años de servicio. “Mi participación con ellos me ha hecho un mejor sacerdote y una mejor persona”.

“Mi primera parroquia (Providencia de Dios) fue en el barrio de Pilsen, en la calle 18, ya no está. Estuve siete años allí” recuerda Manz. “En aquel entonces era un área pobre. Me llegué a encariñar mucho con esa parroquia. Llegué allí de 25 años, era 1971, época en la que comenzaba a hablarse sobre los derechos de los hispanos, de los chicanos. Me acuerdo haber participado en marchas y protestas a favor de sus derechos”.

“Él nos ha inspirado con su defensa de la justicia y la dignidad mientras nuestra nación responde a los inmigrantes en este país” dijo el cardenal Blase Cupich a Católico. “Pero él está también familiarizado con los desafíos que los inmigrantes enfrentan en otras partes del mundo por medio de sus viajes que durante más de una década hizo como miembro del Subcomité de Cuidado Pastoral de Migrantes, Refugiados y Viajeros de la USCCB”.

Este trabajo como defensor de los derechos del inmigrante le ha ganado el cariño de feligreses y líderes por igual. “Desde el inicio de nuestro ministerio, no sólo de Pastoral Migratoria, en 2008, sino también de la Campaña Católica por la Reforma Migratoria, en 2005, el obispo Manz ha sido un líder que nos acompañó en las subidas y bajadas” dijo Elena Segura, directora asociada de la Oficina de Dignidad Humana y Solidaridad de la Arquidiócesis de Chicago. “Yo le llamo el ´Padrino de la Pastoral Migratoria´”.

Pero no solo es reconocido por su tarea de defensa del inmigrante, sino que su vocación a menudo ha inspirado a otros a tomar los votos del sacerdocio. “El obispo Manz era mi párroco en la parroquia Santa Inés cuando yo era joven y, junto con el padre Mike Enright, me invitó a contemplar la entrada al seminario y a discernir si tenía vocación al sacerdocio” dijo el Rev. Esequiel Sánchez, rector del Santuario de Ntra. Sra. De Guadalupe, en Des Plaines.

Veinticinco años después de su ordenación, tras servir en una enriquecedora experiencia pastoral a los feligreses de las parroquias Providencia de Dios, San Román y Santa Inés de Bohemia, el padre Juan —como prefieren llamarle sus amigos hispanos— recibió la misión de obispo auxiliar. Este cargo lo llevó a abogar por la justicia y la dignidad de sus hermanos más vulnerables en la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), en donde asumió la responsabilidad de presidente del Subcomité del Cuidado Pastoral de los Migrantes, Refugiados y Viajeros, y miembro del Comité de Diversidad en la Iglesia, así como del Subcomité para la Iglesia en América Latina.

Sus tareas lo llevaron a visitar quince estados donde la presencia hispana es significativa, a ministrar y conversar con trabajadores agrícolas, a escucharlos, ya sea en las granjas de Kentucky o Alabama. Visitó además algunos de sus países de origen, como Panamá, en donde acompañó durante medio año.

El tema de la situación de los migrantes en este país continúa siento prioritario entre sus intereses pastorales. Al respecto, habla con preocupación y decepción sobre este panorama: “Hay muchos problemas en las fronteras en América Central. La nueva administración se ha abierto a encontrar mejoras en la solución de estos problemas migratorios, pero creo que no están preparados. Hay que comenzar de nuevo con nuevas estructuras, principalmente para resolver el caso de los menores de edad”, señala.

Actualmente, el obispo John Raymond Manz funge como obispo auxiliar de la Vicaría IV de la Arquidiócesis de Chicago, responsabilidad que abrazó en 2011. Este mayo no sólo marca la celebración de sus bodas de oro con la Iglesia, sino también 25 años de su servicio como obispo, ahora que ha llegado el momento de su jubilación.

Sobre su visión acerca de la Iglesia local, el obispo Manz habla sobre cómo ha sido acogido el proceso de la iniciativa Renueva mi Iglesia entre sus feligreses, señalando que, entre las decisiones vertebrales de ésta, se encuentra la reducción del número de parroquia por falta de recursos económicos que puedan sostener mayor personal y los cuidados que los distintos edificios eclesiales ameritan. “Este proceso de unificación ha sido difícil, pero necesario; a través de los años hay menos personas que asisten a las iglesias. Hay menos gente, menos sacerdotes, menos ingresos y muchos edificios que necesitan reparación. Causa dolor en todas partes. Aunque esto ha traído mucho dolor, tristeza, preocupación o enojo entre los feligreses, la mayoría de ellos son fieles, y lo aceptan a pesar de la dificultad”.

Pese a la reclusión obligatoria que todos en cierta medida han experimentado debido a los cuidados que amerita la actual pandemia, la labor del obispo John Manz, de 75 años, no se ha detenido. “Durante el confinamiento no pudimos viajar ni tampoco pude ir a la oficina hasta hace apenas un par de meses, pero hemos tenido muchas reuniones a través de Zoom”, comenta el obispo, quien además mantiene su participación pastoral junto a los sacerdotes de La Villita.

Hoy el obispo Manz mira su trayecto sacerdotal de medio siglo con satisfacción y gratitud. “Como sacerdote el trabajo nunca ha sido fácil, pero me siento muy afortunado. He tenido muchas experiencias, nunca he estado aburrido y creo que es porque me gusta la gente. Como sacerdote, creo que he recibido más de lo que he dado”.

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