Área de Chicago

Cardenal Cupich dice que la pena de muerte hace que el derecho a la vida sea 'condicional'

Por Michelle Martin
jueves, agosto 9, 2018

Ronald J. Tabak; moderador de la discusión y presidente del comité de pena de muerte de la Sección de Derechos Civiles y Justicia Social de la Asociación Americana de Abogados, escucha al cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago, durante una conferencia el 2 de agosto sobre la pena de muerte. Foto: Karen Callaway/Católico

El mismo día que el papa Francisco revisó el Catecismo de la Iglesia Católica para decir que la pena de muerte es “inadmisible porque es un ataque a la inviolabilidad y la dignidad de la persona”, el cardenal Cupich habló acerca de cómo la enseñanza católica sobre la pena de muerte se desarrolló.  Condenar a las personas a muerte — incluso criminales que sean ciertamente culpables de actos terribles — hace parecer que el derecho a la vida dado por Dios es condicional.

El cardenal habló como parte de un panel de discusión el 2 de agosto, “¿Se ha convertido la pena de muerte en un anacronismo? Una discusión de leyes cambiantes, prácticas y religión en nuestro estándar de decencia”, presentado por la sección de Derechos Civiles y Justicia Social de la Asociación Americana de Abogados.

Él fue invitado en parte para reflexionar sobre una charla del papa Francisco en octubre de 2017, en la cual él habló sobre cómo la tradición católica se desarrolla. En ese discurso, el papa usó la enseñanza católica sobre la pena muerta como un ejemplo.

A pesar de que el Catecismo, hasta el 2 de agosto, permitió la posibilidad de que podía existir un momento cuando la pena de muerte era necesaria para proteger a la sociedad, el papa San Juan Pablo II dijo que dichas circunstancias eran tan raras que es como si fueran “virtualmente no existentes”.

Esa enseñanza fue continuada bajo el papa Benedicto XVI. El papa Francisco ha abogado constantemente por la abolición de la pena de muerte, señaló el cardenal Cupich.

Él estuvo acompañado en el panel por Robert Dunham, director ejecutivo del Centro de Información sobre la Pena de Muerte; Meredith Martin Rountree, académica senior de la Escuela de Leyes Pritzker de la Universidad de Northwestern; y Karen Gottlieb, codirectora del Centro para Representación Capital de Florida de la Universidad Internacional de Florida. El panel fue moderado por Robert J. Tabak, presidente del comité de pena de muerte de la Sección de Derechos Civiles y Justicia Social de ABA.

Los otros oradores discutieron el desarrollo de la ley en relación con las circunstancias bajo las cuales la pena de muerte puede ser aplicada constitucionalmente, si es que lo es del todo, y las muchas maneras en las cuales ha sido aplicada injusta y arbitrariamente.

Dunham dijo que los mayores indicadores en cuanto a si una persona será sentenciada a muerte tienen poco que ver con qué tan horrible fue el crimen, o qué tan moralmente culpable se juzga que sea la persona. Recibir la pena de muerte tiene más que ver con el condado en donde fue cometido el crimen, las opiniones políticas del fiscal, si el acusado recibe una defensa competente y comprometida, y la raza – tanto la raza del acusado como la raza de la víctima.

Rountree señaló que desde que la pena de muerte fue restablecida en Estados Unidos en 1976, docenas de personas han sido ejecutadas bajo leyes que luego fueron encontradas inconstitucionales, incluyendo personas que tenían menos de 18 años cuando cometieron sus crímenes, personas intelectualmente discapacitadas, y aquellos que fueron sentenciados bajo reglas que no permitieron que fueran presentados factores atenuantes.

Defensores ahora argumentan que personas con enfermedades mentales serias y aquellas que son menores de 21 años cuando cometen los crímenes no deberían ser elegibles para la pena de muerte, dijo.

Gottlieb habló de las arbitrariedades con las que se ha impuesto la pena de muerte. En Florida, dijo, el sistema originalmente pedía que el jurado hiciera una recomendación no vinculante al juez acerca de si el acusado debería ser ejecutado. Por lo menos dos personas fueron ejecutadas después que un juez anuló una recomendación unánime del jurado de que el acusado fuera sentenciado a cadena perpetua.

Florida ha rehusado volver a escuchar los casos de 160 prisioneros en el corredor de la muerte sentenciados bajo las normas viejas porque fueron sentenciados antes de que la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminara en un caso en Arizona que los acusados tienen el derecho a tener una sentencia de muerte determinada por un jurado.

El apoyo popular por la pena de muerta, el número de sentencias a muerte impuestas y el número de ejecuciones llevadas a cabo, todos han disminuido desde la década de los 90, mencionó Dunham, pero la disparidad racial en los casos de pena de muerte ha de hecho aumentado.

El cardenal Cupich dijo que no importaría si la pena de muerte fuera aplicada perfectamente; todavía estaría mal. Va en contra de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que sostiene que es tarea de todos los cristianos el “crear un mundo más humano”.

“El trabajo de Dios, el cual debemos hacer propio, se trata de unir a la gente hacia un nivel más profundo de inter-comunión humana y vida compartida”, dijo el cardenal Cupich. “Así que tenemos que hacer todo lo que podamos para garantizar que nadie sea excluido, y debemos estar especialmente atentos de aquellos que viven en los márgenes de la sociedad, los pobres, los vulnerables, los débiles, aquellos cuyas vidas están en riesgo, incluyendo aquellos en el corredor de muerte, porque el plan de Dios es unir a las personas y no dejar a nadie atrás”.

Al mismo tiempo, los católicos y otros que se consideran a sí mismos provida no pueden discutir que todos los seres humanos tienen dignidad porque son creados a la imagen y semejanza de Dios, pero negar esa dignidad a algún grupo, incluso criminales.

“Somos dejados confrontando la inevitable pregunta moral planteada por la pena capital; ¿Es el derecho a la vida condicional o es incondicional?”, dijo el cardenal Cupich. “¿Pueden los hombres y las mujeres perder su derecho a la vida por su comportamiento, o es ese derecho irrevocablemente dado por Dios? ¿Puede la sociedad — eso es, nosotros, las personas — determinar que los crímenes cometidos por seres humanos sustituyen su demanda intrínseca a la vida?”

Él reconoció que el anuncio de la revisión del catecismo del papa Francisco no obtendrá apoyo universal, incluso entre católicos.

“A un nivel humano profundo, tendemos a creer que, al ejecutar a un asesino, estamos de alguna manera ayudando a reequilibrar las balanzas de la justicia”, señaló. “Pero ese pensamiento es fallido, porque la verdadera tragedia del homicidio es que no hay manera de reequilibrar las balanzas de la justicia, no hay manera de devolver la vida a aquellos que han sido asesinados o recobrarlos a sus familias afligidas”.

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