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Devotos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe dan gracias después que el rector y todos los otros pasajeros sobrevivieran un accidente de avión

Por Michelle Martin
martes, agosto 7, 2018

Devotos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe dan gracias después que el rector y todos los otros pasajeros sobrevivieran un accidente de avión

Cientos de devotos se reunieron al aire libre en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines la noche del 1 de agosto para dar gracias que sobrevivieron todas las 103 personas a bordo del vuelo 2431 de Aeroméxico, que se estrelló casi inmediatamente después de despegar del Aeropuerto Internacional General Guadalupe Victoria de Durango el 31 de julio. Entre los pasajeros en el avión se encontraba el padre Esequiel Sánchez, rector del santuario.
El padre Manuel Padilla, vice-rector del Santuario, ofrece la homilía en una misa para dar gracias en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines el 1 de agosto. La misa fue para el padre Esequiel Sánchez y otros pasajeros y la tripulación a bordo del vuelo 2431 de Aeroméxico que se estrelló el 31 de julio en México. Foto: Karen Callaway/Católico
El padre Giovanny Navarro Sánchez, vice-rector; el padre Manuel Padilla, vice-rector; el padre Charlie Plovanich, vice-rector; oran mientras cientos de personas se reunieron en la misa para dar gracias en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines. Foto: Karen Callaway/Católico
Cientos de personas asistieron a la misa para dar gracias en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines el 1 de agosto. Foto: Karen Callaway/Católico
José Alvarado durante la misa que reunió a cientos de personas para dar gracias en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines el 1 de agosto. Foto: Karen Callaway/Católico

Cientos de devotos se reunieron al aire libre en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines la noche del 1 de agosto para dar gracias que sobrevivieron todas las 103 personas a bordo del vuelo 2431 de Aeroméxico, que se estrelló casi inmediatamente después de despegar del Aeropuerto Internacional General Guadalupe Victoria de Durango el 31 de julio.

Entre los pasajeros en el avión se encontraba el padre Esequiel Sánchez, rector del santuario, y aproximadamente 15 familiares y amigos que estaban en México para celebrar su cumpleaños número 50. El grupo estaba viajando a la Ciudad de México en su camino de regreso a Chicago.

Sánchez sufrió de un brazo roto que requirió cirugía, pero se espera que se recupere.

Ignacio Pérez, encargado de relaciones con los medios para el santuario, dijo que estaba preparado para una congregación mayor a la usual y para la lluvia, con paraguas listos para proveer algo de protección.

“La gente estaba aliviada que el padre [Sánchez] estaba bien y estaba recuperándose después de lo que le sucedió”, dijo Pérez. “Oramos por su bienestar y el bienestar de todas las personas que fueron heridas”.

Sánchez, quien habló con los reporteros en una conferencia telefónica antes de ingresar a la cirugía debido a múltiples fracturas en su brazo el 1 de agosto, dijo que fue “absolutamente” un milagro que todos sobrevivieron.

“Estoy muy agradecido que todos estamos vivos”, dijo Sánchez. “No perdimos a nadie, y para mí eso es un milagro. Gracias a Dios”.

Él describió lo que sucedió al vuelo, donde las personas abordaron normalmente. Él y otros pasajeros notaron que el clima había cambiado a lluvioso y con viento mientras el avión comenzaba a rodar, para el momento que estaba listo para despegar, se había intensificado el viento y estaba cayendo granizo.

Sánchez, quien tomó clases de vuelo privadas hace varios años, pensó que quizás el piloto pospondría el vuelo. En cambio, los motores aceleraron y el avión comenzó a descender por la pista.

“Pareció como que si despegamos”, dijo. “El avión de hecho si despegó del suelo. Creo que puede haber sido una micro explosión que empujó el avión otra vez hacia abajo”.

Luego sintió que el tren de aterrizaje cedió y el avión se deslizó hasta el final de la pista y chocó con el terraplén.  Si hubiera logrado subir más, o volar más rápido, o no ser desacelerado por el tren de aterrizaje averiado, muy bien podría haberse volteado y atrapado a los pasajeros adentro.

Como sucedió, todos lograron salir.

“Mis respetos para la tripulación”, señaló. “Hicieron un buen trabajo ayudando a todos a salir”.

Sánchez dijo que aquellos que estuvieron en condiciones asistieron a otros a alejarse del avión, con sus llamas y humo ondulante, y los pasajeros se congregaron en pequeños grupos en la lluvia.

“Traté de ministrar a aquellos que lo necesitaban”, mencionó.

Cuando los vehículos de emergencia llegaron, fue subido a una ambulancia con una niña pequeña cuyas piernas estaban gravemente quemadas. Ambos fueron llevados a un hospital de niños, y luego Sánchez fue transferido a otro hospital, donde supo que necesitaba una placa de metal en su brazo izquierdo.

“Voy a ser el sacerdote biónico”, dijo.

Pérez dijo que el personal en el santuario supo del accidente aproximadamente a las 5:30 p.m. el 31 de julio, a medida que los sobrevivientes comenzaron a llamar a sus seres queridos en Chicago. Casi al mismo tiempo, recibieron una llamada de una estación de televisión tratando de confirmar si Sánchez estaba en el vuelo.

Poco después de eso, dijo Pérez, llamó una enfermera del hospital a donde había sido llevado Sánchez y pudo ponerlo en el teléfono.

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