Padre Claudio Díaz Jr.

Levantar la voz

miércoles, agosto 31, 2022

El profeta Jeremías es castigado por haber denunciado la injusticia, idolatría y los abusos del poder babilónico. Jesús habla sobre la división que provocará el adherirse o rechazar su mensaje. Ambos utilizan su dimensión profética, Jeremías como el profeta de profetas y Jesús como profecía cumplida, para denunciar la injusticia y señalar la necesidad de tomar una posición. Ambos hablan con distinción, seguridad y claridad. Esto resulta en malestar y controversia entre aquellos en cuyos corazones no residen la verdad ni la justicia y por ende no reside Dios. 

En circunstancias de injusticia y de decisiones pobres tenemos que alzar la voz. Tenemos que señalar la verdad, hacerla evidente, generando luz, conocimiento y vida. El profeta no es el que pierde su tiempo con latitudes futuristas y vaticinios superfluos. El profeta es el que ve algo y lo señala pidiendo, rogando y exigiendo resoluciones. El verdadero profeta lo es de palabra y en acción.

Vivimos en un mundo lleno de actitudes ciegas donde la injusticia se racionaliza y se justifica con argumentos políticos, valores culturales negativos, discriminación o sencilla opresión. Es dentro de esas circunstancias donde hay que traer luz y en ciertos casos esto implica división. Estás con lo que es justo o con lo que es injusto, con la luz o con las tinieblas, con la vida o con la muerte. Esta división, tan marcada por Cristo en sus prédicas y enseñanzas, se basa en mantener una consciencia clara y el resultado que viene de seguir la voluntad de Dios y no la nuestra. Cuando sabemos lo que Dios quiere, necesita y pide de nosotros y del mundo, tenemos que actuar. Cuando no actuamos somos parte de la mayoría silenciosa, tibia y muerta. “El que calla otorga”. 

El evangelio nos fuerza a afrontar los hechos, a seguir la voluntad divina y ayudar en la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra. Damos la respuesta al llamado a ser profetas configurando nuestras vidas con la de Cristo y proclamando su evangelio. Esto puede que sea una razón de resistencia para ciertos miembros de nuestra familia, amigos, conocidos y otras facciones de nuestra sociedad, ridiculizándonos y criticándonos por hacerlo. ¡Es precisamente en esa coyuntura donde viene la división! Nuestro deseo de ser como Jesús puede que nos lleve a la cruz. Pero como Jesús, la cruz nos traerá la luminosa victoria de la resurrección. Vayamos luminosos, alegres y justificados en Cristo a hacer la voluntad de nuestro Dios Padre como lo que somos: Un Pueblo de Reyes, una Asamblea Santa y un Pueblo Sacerdotal. ¡Seamos Profetas! 

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