Padre Claudio Díaz Jr.

Esperemos con amor al Salvador

martes, noviembre 30, 2021

El Adviento es la temporada de espera. En medio de nuestra experiencia humana, nuestra historia humana en desarrollo, esperamos a nuestro Mesías. Nos envolvemos con la gloria púrpura, encendemos la vela semanal de la llegada del Adviento. Asistimos a los diferentes servicios de Adviento, consultamos el sacramento de la reconciliación, damos limosnas, regalos, tarjetas... nos preparamos... y esperamos. Esperamos a este niño; esperamos a que este corderito místico quite los pecados del mundo. Si bien puede haber dificultades en nuestra vida, decepciones, injusticias y tristezas, sabemos que la realidad es más grande de lo que vemos. Sabemos que fuimos creados para un gran propósito.

La alegría cristiana es algo más completo y profundo que simplemente permitir que las circunstancias definan quiénes somos y para qué fuimos creados. La alegría cristiana proviene de la conciencia de que nada nos alejará de Dios. No importa lo que suceda en nuestra vida, la guerra, la enfermedad, la inestabilidad económica, el divorcio, incluso la muerte, nada nos quitará la alegría cristiana porque somos de Dios y hacia Él debemos irnos.

Durante el Adviento celebramos. Envueltos en púrpura, en medio de tres velas, en la simplicidad de un pesebre vacío que esperamos. Muy pronto el color será blanco y dorado, las velas encenderán una llama que incendiará el mundo y el pesebre se llenará con la Palabra que se convertirá en carne. ¡Qué maravilloso es el amor de Dios que ha decidido ser uno como nosotros! Ese es el tipo de Dios que tenemos.

Reconocemos que el Dios del Antiguo Testamento, el Dios de nuestros antepasados, ha montado su tienda, su morada entre nosotros, llenando el mundo de buenas nuevas, con gran alegría. A los pobres les ha traído riquezas, al prisionero la libertad, a los que sufren una inmensa alegría y a los pecadores, la redención eterna. Y un día todos estaremos llenos de luz, todos estaremos llenos del amor de Dios, todos viviremos para siempre...

En ese día consideraremos a nuestro vecino no como una amenaza, no como un extranjero, no como un inconveniente, sino como un hermano y una hermana. Ya no somos hijos de la oscuridad, el dolor, la culpa y el miedo. Somos hijos de la luz, así que regocíjate Chicago. Esperemos la sabiduría de lo alto, la estrella del oriente y la salvación de todos... Jesucristo Emmanuel.

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