Padre Claudio Díaz Jr.

Estamos llamados a ser buenos pastores

martes, mayo 1, 2018

Una de las particularidades de la Tierra Santa al conducir por el desierto fue la imagen del pastor que cuida sus ovejas. De repente, en medio de las colinas rocosas se aprecia un pastor beduino con su rebaño. Se podía notar su preocupación en la búsqueda de un espacio con hierba, con algo de sombra, algún riachuelo u otro cuerpo de agua. La preocupación por sus ovejas era evidente. En cierto sentido cuidar de su rebaño era cuidar de su propia vida. De su rebaño salía leche, lana, carne… De su rebaño salía vida… Era indispensable cuidarlo, salvarlo de todo peligro.

En los evangelios Jesús adquiere la imagen del pastor amoroso preocupado por sus ovejas. Jesús es el Buen Pastor que lo da todo por el beneficio de su rebaño. Es el pastor de la vida que da la vida por los demás. Jesús, en un deseo de redimir al mundo, en un deseo de traer justificación a la humanidad y finalmente la salvación, predica, enseña, exhorta, hace milagros, produce signos, alimenta a las multitudes y hasta levanta a los muertos de sus ataduras mortales. Jesús es el Buen Pastor porque todo lo que hace es para el beneficio de sus ovejas.

Dentro de esta percepción de Jesús, la humanidad es simbolizada por las ovejas. Pero, ¿Por qué estamos representados por esta criatura en particular? ¿Por qué nos representa una oveja? No hay nada exótico, diferente ni glamuroso en una oveja. En ocasiones no parecen ser inteligentes, dan la impresión de ser meros seguidores y pueden ser algo tercos. ¡En ocasiones hasta huelen mal! Pero aunque esto pueda ser cierto, también es cierto su sentido de dependencia, su confianza en el pastor, su capacidad de reconocer la voz de su líder y, finalmente, son fuente de comida, leche, lana y calor. ¡Las ovejas dan vida!

Esto plantea un desafío. ¿De qué manera damos vida? ¿Cómo somos fuente de consuelo, alimento y vida para los demás? ¿Cómo seguimos la voz correcta en un mundo lleno de voces? En nuestra sociedad se presentan varias voces con mensajes de todo tipo. Voces que nos invitan a “ser el número uno” sin importar quien se afecte o perjudique. Hay voces que nos invitan a centrarnos en lo material, “eres lo que tienes”. Hay voces que nos llaman a deshacernos de una vida por conveniencia, aborto, eutanasia o voces que nos laman a satisfacer todo tipo de necesidad personal e individual, sin considerar las consecuencias. Hay voces que nos piden el mentir para ganar ventaja como en los impuestos al gobierno y voces que nos piden buscar venganza y no justicia. ¿Oímos la voz del pastor? ¿Escuchamos su voz llamándonos a ser hijos de la luz, rechazando todo lo que sea egoísta, tratando a los demás con justicia, misericordia y caridad? Estamos llamados ser las ovejas que caminan juntas con su pastor, cuya unidad en la oración y en la caridad no la pueden destruir ni “los lobos de esta sociedad” (monogenismo, materialismo, individualismo por decir) ni siquiera el enemigo puede entrar al redil si no se lo permitimos.

De la misma manera el desafío es otro. Jesús el Buen Pastor nos dio el ejemplo de ser oveja. Mientras los corderos estaban siendo sacrificados (en viernes santo) para la cena de la Pascua, Cristo moría en la cruz por los pecados del mundo. ¿Qué tipo de pastor soy para los demás? Si trato a mi esposo con dignidad y respeto soy un buen pastor. Si apoyo a mis hijos y los corrijo cuando sea necesario, soy un buen pastor. Si hago tiempo para escuchar el dolor de un compañero de trabajo y doy un buen consejo a un vecino, soy un buen pastor.

La declaración es sencilla. Estamos llamados a ser buenos pastores, a imitación de nuestro salvador y ovejas del rebaño de Cristo, corderos dignos de la oblación. Siempre hay un precio por ser cualquiera de las dos; El Papa Juan Pablo II pagó el precio. La Madre Teresa de Calcuta pagó el precio. Monseñor Oscar Romero pagó el precio. Cristo pagó el precio por ser tanto el Buen Pastor como el Cordero del Sacrifico perfecto. Debemos creer y al creer pagar el precio. Después de todo, ¿qué hay detrás de la cruz? Un sepulcro vacío. No temamos y asumamos este reto; ser pastor y oveja para la gloria de Dios y la salvación de su rebaño.

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