Padre Claudio Díaz Jr.

Chicago Católico - Desde la Misión - ¿Conocemos a Jesús?

jueves, junio 30, 2016

¿Quien dice la gente que soy yo? Esta pregunta ha llenado los corazones y las mentes de maestros, filósofos, historiadores y pensadores por siglos. Ha llenado manuales de espiritualidad, ha creado incontables tesis doctorales. Ha sido tópico de investigación y debate, creando volúmenes para la posteridad. Ha sido razón para la caída de imperios y el levantamiento de corazones hacia Dios. Aun así para muchos Jesús sigue siendo un enigma porque saben de él pero no saben quién es él en lo concreto de sus vidas. Para conocerle hay que tener ese encuentro con él. Debe ser intencional y relacional. Hoy nosotros todavía ponderamos la misma interrogante quizás de manera diferente; “Jesús, ¿Quién eres tú?

Ciertamente sabemos algo de Jesús. Las escrituras nos presentan su rostro de diversas maneras. Sabemos que desde el Antiguo Testamento fue anunciado como el Mesías esperado, Emmanuel, Dios con nosotros, siendo la respuesta a las inquietudes del pueblo de Israel. En el Nuevo Testamento los evangelios, cartas y demás dieron testimonio de su carácter, persona, vida, obra, muerte y resurrección. Ciertamente sabemos de Jesús cuando recitamos el credo. Pero esto no es suficiente. Inclusive un ateo puede desde el punto de vista académico saber estas cosas. Pero hay que profundizar en la figura de Jesús.

Conocer a Jesús es verlo en todos y en cada uno de nuestros hermanos. Es tratar a tu prójimo como a ti mismo. Es ver la cara de Jesús en los demás. Al final de los tiempos Jesús dirá, “Venid a mi benditos de mi Padre porque tuve hambre y me diste de comer…” Tenemos que ver a Jesús en todos. En nuestros amigos, hermanos, familiares y también en aquellos que no nos quieren, que nos critican, que nos hacen la vida difícil. Es fácil ver a Jesús en un amigo pero que difícil es ver a Jesús en uno que se considere nuestro y se comporte como nuestro enemigo. Para esto se requiere pobreza: Pobreza en soberbia, pobreza en vano orgullo, pobreza de espíritu. “Será mas fácil para un camello entrar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los cielos”, dicen los evangelios. No podemos ser ricos en prepotencia, superficialidad ni vana gloria decimos conocer a Cristo.

Cuando se conoce a Jesús se ama. Ese amor se manifiesta en dar lo necesario al ser amado. No lo que él o ella quiera sino lo que necesita para su salvación. Esto implica reafirmarlos, ayudarles, darles cariño, pero también implica el aconsejarles, corregirlos, e iluminarlos aunque quizás en el momento no lo comprendan o inclusive no lo acepten. Cuando se conoce a Jesús se perdona. El perdonar produce liberación y la liberación te lleva a la sanación. Te liberas del resentimiento que te haya causado el prójimo y al perdonarlo lo liberas de su culpa para que pueda seguir a Dios y crecer en su espíritu. Sanas y eres instrumento de sanación. Esto no quiere decir que aceptemos el abuso de otras personas porque entonces no te estas amando a ti mismo, no te estas dando el valor que tienes por ser hijo o hija de Dios.

El apóstol Pedro siempre era espontáneo al expresar sus ideas y sentimientos. En ocasiones lo hacía no necesariamente de manera adecuada. Aun así, cuando Jesús hizo la pregunta sobre su identidad, es Pedro quien sin titubear contesta apropiada y correctamente. Pedro lo identifica como el Salvador y el Redentor, como el Mesías de Dios.

Conocer a Jesús implica seguirle. “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque así mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.” ¿Cuál cruz? Todos tenemos una cruz. Todos tenemos una condición o un sinnúmero de circunstancias que nos hacen sufrir. Pude ser un hijo que se porta mal o un cónyuge que no nos escucha. Puede ser un vecino desconsiderado o una enfermedad. El que conoce a Cristo le hace frente a estos desafíos con oración y fe. Esto es el verdadero significado de llevar nuestra cruz. El entender que hay condiciones en las cuales no tenemos control y que con la ayuda, la presencia, de Dios en nuestras vidas las podemos encarar y hasta resolver.

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