Padre Claudio Díaz Jr.

Desde la Misión - Hijos e Hijas de la luz en medio de las tinieblas

jueves, marzo 31, 2016

La presencia de un Cristo resucitado nos anuncia la misericordia de Dios que se da generoso e inefable. Dios en su grandeza y amor por la humanidad entrega a su unigénito hijo para que toda la creación entera sea redimida por su cruz y su resurrección. El amor de Dios, que lo puede todo, que lo quiere todo y que lo espera todo, rompió las cadenas del pecado y de la muerte, dándonos un lugar en la mesa del banquete eterno, la esperanza de nuestra salvación. ¡Y por eso decimos, Aleluya!

Los conflictos alrededor del mundo como los ataques de fundamentalistas islámicos, la corrupción moral de nuestras campañas políticas, el relativismo social basados en valores falsos, las familias divididas, los retos de nuestra Iglesia y los problemas personales sugieren un futro incierto. ¿Cómo proclamar la esperanza? ¿Cómo se puede ser parte de un canto de victoria en medio de estas vicisitudes? La respuesta es clara. No podemos dejarnos por las apariencias. Conocemos a un Cristo resucitado. Porque lo conocemos sabemos discernir entre la vida en el Espíritu y la vida en una cultura de muerte, entre los Ángeles de Dios y los ángeles luciferinos, entre la voluntad del Padre y las falsas promesas de otras voces, de otros dioses. Podemos dar testimonio de un Cristo que se ha hecho presente en nuestra vida a nivel personal. Sabemos quienes somos.

Igualmente sabemos quienes no somos. No somos María Magdalena quien al pie del sepulcro no reconoció a Cristo confundiéndolo con el jardinero del lugar. No somos los discípulos de Emaus quienes no supieron quien era él sino hasta “el partir el pan”. No somos los discípulos asustados porque lo vimos caminar sobre las aguas del mar de Galilea y pensaron que era un fantasma.

¡Nosotros conocemos a Cristo! Lo conocemos a través de la palabra de Dios y de la suya misma que es Palabra de vida eterna, el Verbo encarnado. Lo conocemos en sus sacramentos que revitalizan su iglesia dándonos un nuevo creyente, un nuevo comulgante, un nuevo confirmado y la promesa de vida eterna. Lo conocemos en el prójimo que con su trato da testimonio de lo que es ser un verdadero cristiano. También en el prójimo que con su caída nos demuestra lo que la misericordia de Dios puede hacer. El conocimiento que tenemos de Dios y la relación constante e intencional de tenerle como salvador nos lleva a sus pies, a su luminosa presencia y a su futura gloria. El que conoce a Cristo se siente en deuda con Dios. ¡Nos atrevemos a tener esperanza, especialmente en un mundo cansado de esperar y no dispuesta a trabajar por todo lo que es bueno, hermoso y verdadero!

En medio de esa incredulidad levantamos nuestras voces, al igual que Jesús quien se levantó de un sepulcro, victorioso sobre la muerte y el pecado, renovando toda esperanza. Es la voz de las Hermanas de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta perdonando desde el cielo a sus criminales en Yemen. Es la voz de las Hermanitas de los pobres presentándose ante los tribunales en esta nación y expresando porque no pueden ser parte de un sistema hospitalario que apoya pastillas abortivas. Es la voz de aquellos que rezan, marchan y laboran infatigablemente por una reforma migratoria comprensible. Es la voz del cristiano que no permite que el pecado, la violencia, la justicia y la corrupción entren en su corazón. Levantamos nuestras voces como pueblo de Dios y de la luz. Jesús nos ha garantizado que nada ni nadie tocarán nuestras almas si no se lo permitimos. Ni la pobreza, ni la enfermedad, ni los problemas personales, ni la misma muerte tienen la última palabra para el creyente, porque “es Cristo quien vive en mi”. Así pues, como María Magdalena, corramos al sepulcro y esta vez veámoslo con los ojos de la fe. Compartamos el pan de la Eucaristía sabiendo quien nos alimenta y no tengamos miedo a las manifestaciones de Cristo en nuestra vida. Si verdaderamente lo conocemos digamos sin titubeos “Es el Señor”. La historia de la resurrección de Cristo es la historia de lo inesperado que llega, de lo imposible hecho posible, del amor que se hace realidad… ¡Es nuestra historia! ¡Felices Pascua de Resurrección!

Advertising