Padre Claudio Díaz Jr.

Desde la Misión - La Cuaresma es una jornada

lunes, febrero 29, 2016

La Cuaresma es el tiempo litúrgico donde nos movemos hacia la tierra prometida. Pero para poder llegar a ella y valorizarla tenemos que salir al exilio. En un momento de exilio o de retiro de todo aquello que nos es cotidiano, familiar, emprendemos una jornada de introspección. Pensamos en lo que dejamos atrás en preparación para nuestro futuro.

Muchos grupos latinos saben lo que es el exilio ya sea político, social o económico. Es precisamente en momentos como ese donde simplemente caminamos con Jesús identificándonos con su vida, su pasión, muerte y en mayor escala su resurrección. Es imposible entender totalmente la resurrección sin una cuaresma, y una cuaresma sin resurrección no tiene sentido. Uno es el vehículo por el cual nos acercamos a la meta. El otro es la finalidad de un momento espiritual y litúrgico.

Para los judíos sentarse en las cenizas implicaba tristeza por los pecados o la pérdida de un ser querido y abandonarse a la misericordia de Dios. Era un momento de meditar en lo obtenido, en lo perdido y en maneras de acercarse más al Todopoderoso. La Iglesia nos da un momento donde la ausencia de símbolos nos lleva a centrarnos en la jornada de amor que Cristo emprendió por nosotros. Con pocos símbolos como la imposición de las cenizas recordando nuestra inmortalidad, el color morado símbolo de luto, el vaciar las fuentes de agua bendita como noción de desierto y otros elementos que dan una presencia espartana y minimalista, la idea es llevarnos a una experiencia donde nada nos distraiga. Un “retiro” donde nos encontramos a Jesús. De esta manera lo imitamos y le seguimos al desierto.

Dentro del desierto Jesús es tentado. El desierto se convierte en lo opuesto del jardín del Edén, presentándose como árido, inhospitalario, fragmentado y lleno de espejismos. Jesús lucha, según los evangelistas, con tres tentaciones. Estos tres momentos pretenden empujar a Jesús a ser parte del vacío, de la falsa ilusión del enemigo y de esa manera abandonar su misión.

La primera tentación envuelve pan. Resulta irónico que Jesús “el pan de Ángeles” sea tentado con pan. El enemigo conoce a Jesús y utiliza ese conocimiento para dominarlo. Primero dice “Si en verdad eres el hijo de Dios...” probando, retando y cuestionando su divinidad. El demonio quiere colocar la semilla de la duda personal en Jesús para que su misión de salvación no se lleve a cabo. Segundo le dice, “... ordena a estas piedras a que se conviertan en pan”. Jesús llevaba cuarenta días y cuarenta noches ayunando. La tentación está dirigida a su humanidad, a su necesidad primaria y biológica de comer, a su cuerpo físico. Esta primera tentación lo coloca en una posición donde su divinidad y su humanidad son tentadas y cuestionadas. En cuantas ocasiones no caemos víctimas de nuestros propios apetitos a la comida, a la bebida, a gastar en cosas para nuestros cuerpos...

La segunda tentación lo lleva al templo. El lugar que debería ser símbolo de seguridad y adoración a Dios se convierte en el escenario para probar su humildad dándole una oportunidad de caer en manos de los y de la arrogancia. “Ángeles vendrán a atenderte si te arrojas de aquí”. El enemigo no descansa en la posibilidad de arruinar el plan de Dios. En ocasiones cuando se nos da un cargo, posición como líder o autoridad puede que caigamos en la creencia de pretender que nuestra autoridad es un escudo y carta blanca para hacer lo que nosotros queremos y no lo que debe de hacerse. Eso es arrogancia.

La tercera tentación implica el ámbito político-secular. El enemigo invita a Jesús a cambiar su vocación por aspiraciones terrenales; “Adórame y te daré todos los reinos de la Tierra”. Le presenta una visión de Cristo limitada y controlada por el demonio, pues es él quien la ofrece y quien quiere contaminar, nublar y tronchar la verdadera misión de nuestro salvador. Al ofrecerle los reinos del mundo se le está presentado un poder temporal, fragmentado, limitado y material. El enemigo sólo puede ofrecer eso, una ilusión de autoridad temporal, sin sustancia y ultimadamente vacío. Quizás en nuestra vida se nos ha propuesto una oportunidad de ejercer poder sobre otros y terminamos limitados a tiempo y espacio no dando vida sino quitándola. De ahí que la arena política no sea suficiente para el cristiano. Todo, desde un rosario hasta una marcha por los inmigrantes, deber hacerse por amor a Dios y por la plenitud de su Reino. Porque Dios así lo quiere...

La Cuaresma nos invita a confrontar esos y varios demonios en nuestras vidas. Es tiempo para una oración prolongada, contemplativa, donde hacemos un inventario de cómo respondemos al llamado de Dios. Atendemos a los servicios penitenciales y de reconciliación para ponernos al día con Dios y con el prójimo. Es un tiempo de solidaridad con los oprimidos donde a través del ayuno y abstinencia, compartimos con otros el dolor humano y la esperanza salvífica de actos de purificación. Es un tiempo para devociones y peregrinajes especialmente hacia nuestros corazones.

La Cuaresma luego entonces es una jornada autentica de introspección, purificación y ultimadamente resurrección. Unamos nuestros corazones y manos en esta jornada hacia la luz divina de un sepulcro vacío... Todo comienza con estar “sentados en las cenizas”.

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