Monseñor Michael Boland

La violencia engendra violencia, pero el amor de Cristo es un antídoto

domingo, enero 31, 2016

El Papa Francisco, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, y nuestro propio pastor, el Arzobispo Cupich, se han pronunciado sobre los horrores de la violencia en nuestras comunidades y su gran amenaza para la vida y la dignidad humana. Sin lugar a dudas, el poner fin a la violencia en los barrios puede parecer insuperable, y puede muy bien necesitar de un enfoque múltiple, una estrategia de gran envergadura con la policía y cambios de política en los niveles federal, estatal y local.

Pero, como nuestros líderes católicos nos recuerdan, la promoción de la paz y la estabilidad en nuestros barrios, no tiene que ver únicamente con grandes reformas radicales, también tiene que ver con los pequeños cambios que pueden ocurrir cada día en las vidas de los individuos. El Papa Francisco designó a este periodo como un Año Jubilar de la Misericordia, porque nuestro mundo turbulento necesita desesperadamente el poder transformador de la misericordia. El Santo Padre ha pedido a cada uno de nosotros ser instrumentos de la misericordia de Dios, traer esperanza y ayudar a nuestros hermanos y hermanas que más lo necesitan, especialmente los que enfrentan amenazas a la vida y a la dignidad humana.

El otoño pasado, Caridades Católicas publicó un informe sobre la violencia y la pobreza, que explica cómo con demasiada frecuencia, el hecho de experimentar la violencia va mano a mano con vivir en la pobreza (www.catholiccharities.net/publications). Aunque la violencia ciertamente no se limita a las comunidades y a las personas en situación de pobreza, hay una relación muy clara y lamentable entre la inestabilidad y la desesperación que trae la pobreza y la desesperación de la violencia. La violencia se alimenta donde hay falta de recursos básicos y hay carencia de esperanza en el futuro. La violencia es una conducta aprendida y puede llegar a ser tristemente una forma de vida en algunas comunidades; los actos de violencia casi siempre provocan más violencia.

En Caridades Católicas, nuestra meta es traer, de manera compasiva y misericordiosa, los recursos y la esperanza que pueden transformar vidas y promover comunidades saludables. 164 centros de servicio de Caridades Católicas se encuentran en algunas de las zonas más conflictivas en los condados de Cook y Lake. Nuestros programas están diseñados para atender las necesidades específicas de barrios acosados, proporcionando un ambiente seguro y de apoyo para los niños, las familias, los veteranos, los refugiados, las personas mayores y otros individuos que tienen una variedad de necesidades insatisfechas. Conforme debilitemos, poco a poco, a la pobreza y a la desesperación, estaremos promoviendo lentamente la estabilidad y la mejora de las comunidades... una persona, una familia a la vez.

Un ejemplo de esto es la nueva sociedad de Caridades Católicas con Peace Corner (Esquina de la Paz), en el barrio de Austin. Estamos muy contentos de que Peace Corner esté ahora incorporada bajo el paraguas de Caridades Católicas, añadiendo otro elemento a nuestra presencia en la comunidad de Austin. El centro traerá capacitación laboral y colocación de empleo, programas de fitness y deportes, programas de nutrición, y una variedad de otros servicios a las personas en un área que realmente necesita ayuda. La existencia de Peace Corner es posible gracias a los generosos donantes y al apoyo voluntario que recibirá de la parroquia de San Martin de Porres y de la escuela secundaria Cristo Rey. El apoyo y la participación de los fieles es absolutamente fundamental para Peace Corner, como lo es para todos y cada uno de los programas que Caridades Católicas ofrece a las personas necesitadas en toda la Arquidiócesis de Chicago. Hacemos nuestro trabajo junto con usted.

La violencia puede tener un efecto dominó: la violencia engendra violencia. Pero el amor de Cristo es un antídoto: la bondad engendra bondad. Cuando las complicaciones de la pobreza o la violencia sean abrumadoras, piensen en la Beata Madre Teresa que nos enseñó a ofrecer humildemente nuestra sonrisa, amor y consuelo a una persona a la vez. Como ella tan elocuentemente declaró: “... hay muchas personas que pueden hacer grandes cosas. Pero hay pocas personas que harán las cosas pequeñas”. Así como el Arzobispo Cupich y el Santo Padre nos han pedido durante el Año de la Misericordia, y en especial durante este tiempo de Cuaresma, vamos a usar las obras corporales y espirituales de misericordia como una guía para hacer las pequeñas cosas que juntas pueden tener un gran impacto.

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