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Epifanía para nuestro tiempo

Por J. Pablo Padilla
jueves, diciembre 31, 2015

¿Alguna vez has estado en una situación bastante negativa en la cual la posibilidad de salir de la misma pudiese sentirse imposible? Quizá en esa situación experimentaste oscuridad y desesperanza al no ver una salida al “fin del túnel”. Ahora imagínate a todo un pueblo sintiéndose de tal forma, en una época de caos y oscuridad en donde el contemplar la esperanza es cada vez más imposible de concebir. Así es, un pueblo experimentando en carne propia, la transformación de sus vidas radicalmente, al ver como otras naciones poderosas se turnaban ocupando sus tierras. Probablemente nosotros ante una realidad similar contemplaríamos la posibilidad de que Dios nos ha abandonado. Las vidas del pueblo judío antes del nacimiento de Jesús era esta realidad, y ellos probablemente dudaron si se cumpliría la promesa de Dios en cuanto a la llegada del Mesías. Pero luego, justo cuando todo parecía no tener ya solución y al tiempo de Dios, nace en un establo la historia de amor más grande de la humanidad.

En el evangelio según San Lucas, el Niño Dios nace durante la época del emperador Agustus del imperio romano. Otro imperio poderoso que había llegado para derrotar y tomar ventaja del pueblo judío como lo habían hecho muchos otros a lo largo de la historia. Fue durante el censo ordenado por Agustus cuando San José y María salen de Nazaret hacia Belén. En aquella ciudad antigua, lejos de sus hogares, la pareja buscando posada sólo logran encontrar un establo para refugiarse. En aquel lugar, sucede el detalle mas grande de amor de Dios hacia la humanidad entera. Dios Hijo toma forma de humano en la persona del Niño Dios, Jesús. La visión de Dios no se hizo esperar y aquel hermoso acontecimiento fue el anuncio nuevo que se dio a conocer por todo el mundo, y aquellos a quienes hoy llamamos reyes magos llegaron de tierras lejanas a visitar al Niño Dios. Entre sus regalos, los reyes le obsequiaron a Jesús, oro, el rey de los metales como símbolo de la nobleza de Jesús, incienso, utilizado para adoración simbolizando la divinidad de Jesús, y mirra utilizado en sepelios simboliza la humanidad de Jesús. La fiesta de la Epifanía o la llegada de los reyes magos cumplen las promesas de los profetas del antiguo testamento.

Jesús no llega a nosotros como un majestuoso rey caudillo al mando de un ejército liberador para derrotar al ejercito de Agustus o Tiberius en una batalla militar. Más bien Jesús llega a nosotros para revelarnos la voluntad del Padre aquí en la tierra, es decir la práctica del Amor. En el bautismo de Jesús los cielos se abren, desciende a Jesús lo que parece ser una paloma y una voz dese el cielo lo identifica. Dentro del contexto cultural e histórico del pueblo judío, esto significó una nueva era, una nueva creación y un nuevo Adán. Jesús llega al pueblo judío buscando sanarlos y liberarlos perdonando los pecados, sanando a los enfermos y resucitando a los muertos. Estas tres son las señales clave del Reino de Dios aquí en la tierra. Jesús, pues, llega a sembrar una semilla que dará fruto, y ese fruto es el Reino y la llegada del Reino de Dios, según Jesús será un proceso largo y doloroso.

Hoy en día, nuestras vidas humanas se asimilan bastante a la del pueblo judío de aquel entonces. Igual que ellos, muchos jóvenes se preguntan si Dios existe ya que hay tanta maldad en el mundo. Ante esta pregunta o quizá duda, Jesús nos invita a ser parte de la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra y nos invita a seguir su ejemplo para desafiar nuestra era oscura y desesperada con El Amor de Dios. ¿Cómo responderemos nosotros a esta invitación?

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