El padre jesuita Brian Strassburger conversa con jóvenes migrantes el 24 de mayo de 2022 en el albergue diocesano para migrantes en Reynosa, México. Foto: David Agren/CNS
REYNOSA, México (CNS) -- En una homilía pronunciada en una misa para migrantes decepcionados porque las restricciones fronterizas impuestas por Estados Unidos se mantendrían, el padre jesuita Brian Strassburger les dijo: El Título 42 no es el plan de Dios. “No están solos”, expresó el 24 de mayo en el refugio diocesano para migrantes en Reynosa, que limita con McAllen, Texas. “Todos somos hermanos y hermanas en Cristo”. El Título 42 es una norma de salud instaurada durante la pandemia, que facilitó la rápida expulsión de casi 1.9 millones de migrantes y solicitantes de asilo a México, a menudo a peligrosas ciudades fronterizas controladas por carteles de droga. La administración del presidente Joe Biden planeó levantar el Título 42 el 23 de mayo, pero un juez federal en Luisiana ordenó que se mantuviera. Los migrantes se juntaron en las zonas fronterizas antes del levantamiento programado del Título 42, uniéndose a los miles de posibles solicitantes de asilo que ya esperaban en ciudades como Reynosa la oportunidad de presentar sus peticiones a funcionarios estadounidenses. El padre Strassburger calificó el retraso del levantamiento del Título 42 como “perturbador e injusto, pero no sorprendente”. En la ciudad de Tijuana, el padre Scalabriniano Pat Murphy expuso, “ha sido una experiencia frustrante”. Mientras tanto, migrantes llegaron a las ciudades fronterizas mexicanas antes del 23 de mayo, aunque algunos mencionaron que ni siquiera tenían idea de que el Título 42 existía antes de abandonar sus países de origen. Marleny, una salvadoreña de 35 años, señaló que los traficantes le dijeron en 2021 que las madres con niños serían admitidas en Estados Unidos. Sin embargo, la rechazaron después de intentar ingresar con su hijo de 8 años. Ella esperaba reunirse con su esposo, quien huyó de El Salvador en 2017, después de recibir amenazas, y actualmente vive en Los Ángeles. Ella le explicó a Catholic News Service que los funcionarios de inmigración de Estados Unidos no le dijeron que la iban a regresar a México y usaron la geolocalización en los mensajes de WhatsApp con su esposo para descubrir que estaba en Reynosa, donde los cárteles de la droga se aprovechan de los migrantes y controlan el acceso para cruzar el Río Grande. Se estima que 2,000 migrantes vivieron durante meses en un campamento de tiendas de campaña en el centro de Reynosa, cerca del puente fronterizo internacional. Su hijo se enfermó de diarrea en las miserables condiciones del campamento mientras los residentes soportaban olas de calor y frío y falta de saneamiento. Dependían de las donaciones de alimentos y suministros de grupos de iglesias y estadounidenses de buen corazón. Criminales y policías allanaban el campamento para secuestrar y robar a inmigrantes. Los funcionarios de Reynosa despejaron el campamento en mayo, lo que obligó a los residentes a trasladarse a refugios para migrantes, siempre que hubiera espacio disponible. “Las olas de calor son lo más difícil aquí”, expresó Rosabla Peralta, una hondureña que huyó de la violencia y fue devuelta a Reynosa. “Hay (también) depresión que no puedes soportar. Te sientes tan estresado que a veces te enfermas de tanta preocupación”. En diciembre, ella pagó a contrabandistas $1,400 para que llevaran a su hijo al otro lado del río, donde lo dejaron para que los agentes de la patrulla fronteriza lo recogieran y finalmente lo reunieran con su padre. CBS News, citando documentos del gobierno, encontró 12,212 reingresos de menores migrantes previamente expulsados bajo el Título 42. “Lo que yo quisiera algún día es cruzar legalmente a Estados Unidos y tener la oportunidad de poder arreglar papeles allá y solicitar asilo”, expuso Marleny en abril. “Todos aquí tenemos el mismo sueño, las mismas esperanzas”. Las reglas para el Título 42 pueden aplicarse de manera un tanto cambiante, según los activistas migrantes. Activistas en otras ciudades fronterizas informaron casos de libertad condicional humanitaria, incluyendo 20,000 ucranianos que huían del conflicto. El padre Strassburger y un colega jesuita, el padre Louis Hotop, sirven en la Diócesis de Brownsville, Texas, y cruzan a Reynosa dos veces por semana para celebrar misa y visitar refugios para migrantes.