Padre Claudio Díaz Jr.

Caminando la Cuaresma en victoria

viernes, marzo 4, 2022

Jesús va al desierto con la intención de hacer un alto en su vida y sumergirse, a través de la oración y del ayuno, en la oración personal y en la contemplación. De esa manera lo encontramos en una posición vulnerable.  El enemigo lo ataca... Aunque la intención sea una de silencio interior, meditación y oración sabemos que el enemigo no descansa, que aprovecha cualquier situación para querer meterse en nuestras vidas y trabaja tiempo doble. No es de sorprendernos que en ocasiones similares, cuando el hombre o la mujer se encuentra en una posición de profundidad en su oración y de bonanza espiritual, surgen tentaciones, algunas muy veladas, para distraernos de lo que es verdadero, hermoso y salvífico.

¿En cuántas ocasiones una familia que vive la fe que la constituyó como familia en Cristo se ve amenazada repentinamente por un conflicto, una crisis que involucra a los mismos miembros que la componen? Fue así el caso de Jesús en el desierto. En medio de la paz de su oración lo atormenta el enemigo.

Jesús fue tentado con pan, lo que representa todo aquello necesario o atractivo para el cuerpo. Esta tentación fundamental se traduce de varias maneras. El cuerpo se mueve, se inclina a la mera satisfacción, tratando de llenar un vacío. Esto se da con todo tipo de distracción, desde lo más fundamental -comida-, hasta lo más complejo, por decir, fama.

La segunda tentación de Jesús pretende que él demuestre que es Dios. El enemigo lo coloca en una posición en donde se sienta obligado a expresar su divinidad, dejándose conocer por un evento extraordinario en el cual él simplemente pueda lucir su divinidad.

Finalmente, Jesús es tentado con poder terrenal donde él sea recipiente de todos los honores, acólitos y reconocimientos que el mundo pueda dar y él pueda humanamente disfrutar. Pero hay un solo detalle: esto es a cambio de que él adore la vanidad, el vacío y las promesas huecas de la antítesis de Dios.

La Cuaresma es un tiempo para recobrar la nueva vida en Cristo. Al unirnos con él en el desierto, particularmente en este tiempo litúrgico, colocamos nuestra atención en lo que verdaderamente tiene valor en esta vida como en la futura. Jesús combatió las tentaciones con oración, ayuno y eventualmente con su servicio al prójimo. De su experiencia en el desierto se mueve a la tarea de predicar la Buena Nueva y predicar el arrepentimiento para poder hacer el Reino de Dios una realidad entre nosotros.

Siguiendo el ejemplo de Jesús, estemos preparados en todo momento, para combatir toda tentación. ¡Que Jesús sea nuestro escudo y fortaleza! Que a través de los tesoros de la Iglesia, los sacramentos, el ayuno, la oración, la abstinencia y nuestros ministerios, podamos salir victoriosos, dejando al enemigo solo y limitado al lugar destinado para él. A través de nuestra fe en Cristo marchemos en victoria, Hagámosle compañía en el desierto. Entremos con él en Jerusalén. Subamos con el nazareno al Calvario y caminemos con él en Domingo de Pascua, dejando atrás un sepulcro vacío.

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