Cardenal Blase J. Cupich

Predicar en la Trinidad

viernes, junio 17, 2022

Siempre es un reto para los sacerdotes encontrar una idea nueva para la homilía del domingo. Hacer frente a la misma tarea semana tras semana puede ser desalentador. Nuestros sacerdotes saben que la gente quiere escuchar algo que les nutra mientras continúan en su camino como discípulos. Sin embargo, hay días en los que te quedas seco. Como me comentaron un par de sacerdotes mientras preparaban sus homilías del domingo de la Trinidad: ¿Qué se puede decir sobre el Dios trino que tenga relevancia para la vida de la gente corriente?

Compartí con ellos algunas ideas sobre la Trinidad que encontré útiles en el libro de Meghan Clark La visión del pensamiento social católico: La virtud de la solidaridad y la praxis de los derechos humanos. Esta joven teóloga laica observa que, sin la Trinidad, faltaría algo en nuestra comprensión de Dios. El Dios revelado desde el principio en las narraciones de la creación es un Dios de personas que comparten la vida. De hecho, la misma declaración, “Dios es amor”, indica un intercambio mutuo de vida de personas distintas.

Al mismo tiempo, sin la Trinidad, algo faltaría en nuestra comprensión de nosotros mismos como seres humanos. Hechos a imagen del Dios trino, no somos individuos autónomos que midamos el valor de nuestra vida simplemente por nuestros logros privados. Más bien, crecemos hasta convertirnos en las personas que Dios quiere que seamos cuando compartimos la vida con los demás. Es forjando lazos de solidaridad como vivimos a imagen de Dios, el amor oblativo del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En un mundo que valora el éxito material, la fama y la fortuna, siempre existe la tentación de medir nuestro propósito definido por lo que logramos como individuos. Pero Dios es serio al llamarnos a estar a la altura de la dignidad que nos corresponde, como aquellos creados a la imagen y semejanza divina.

Estas ideas también tienen mucho que ofrecer cuando pensamos en la Iglesia. Al igual que los seres humanos están llamados a vivir a imagen y semejanza del Dios trino, la Iglesia debe reflejar la vida de la Trinidad, sin reducir nunca nuestra misión a proyectos y objetivos egoístas. También la Iglesia debe llegar al mundo y compartir la vida que se nos ha dado. Tal es la visión de la iglesia ofrecida por los obispos en el Concilio Vaticano II cuando escribieron:

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (Gaudium et Spes, 1).

Cabe destacar que el calendario litúrgico de la iglesia programa el Domingo de la Trinidad para que siga inmediatamente después de la Fiesta de Pentecostés, conocida tradicionalmente como el cumpleaños de la Iglesia. ¿Podría ser esto un recordatorio de que el renacimiento de la Iglesia en cada época implica madurar en nuestra comprensión de cómo vivimos, como comunidad de fe, a imagen y semejanza de un Dios que comparte la vida como una familia?

Como sugerí a los sacerdotes que se esforzaban por preparar una homilía para el Domingo de la Trinidad, abordar la manera en que los hijos de Dios pueden madurar en su comprensión de cómo vivir a imagen y semejanza del Dios trino sería un buen punto de partida.

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