El sitio web de Amazon tiene un listado de 60,000 libros sobre “liderazgo”. Es un tema candente en estos días. Todas las personas parecen tener una opinión sobre qué es lo que hace a un buen líder y qué se supone que deben hacer los líderes. Durante estos días, en los que nuestra iglesia local acaba de ordenar a ocho sacerdotes y a 23 diáconos, debemos tomar un momento y reflexionar sobre las cualidades del liderazgo que se esperan de aquellos que nos lideran. Las que son obvias vienen a la mente. Un líder siervo debe ser desinteresado, paciente, colaborador, decidido, trabajador, visionario. La mayoría de los libros señalan esas y otras cualidades. Pero una cualidad del liderazgo que es específica de la vida de la iglesia, que se remonta a los primeros días de nuestra tradición, es pasada por alto con frecuencia: los líderes en la iglesia deben ser primero que todo “testigos de la Resurrección”. Eso es lo que aprendemos leyendo el primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles. Allí Pedro identifica los criterios para seleccionar un reemplazo para Judas. Además de estar con Jesús a lo largo de su vida terrenal, escuchando sus palabras y viendo sus muchas acciones, el candidato a ser nombrado como uno de los 12 también tenía que ser “un testigo de su resurrección”. Sin duda, alguien que lidera en la iglesia debe conocer y ser testigo de Jesús, que vivió hace 2,000 años como se narra en las Escrituras y tradición. Llegar a conocer a Jesús, especialmente a través de los Evangelios, debe estar en el centro de toda formación ministerial. Pero eso debe incluir no solamente a Jesús, que caminó a lo largo de las orillas de Galilea y vivió en Palestina hace 2,000 años. Los ministros en la iglesia deben también dar testimonio del Señor Resucitado, como alguien que está presente y activo en el mundo hoy. Al hacer que el testimonio del Señor Resucitado sea la prioridad, los líderes de la iglesia mantienen siempre fresco en sus mentes que Jesús es el que lleva la iniciativa, no ellos. Su trabajo es discernir y señalar hacia dónde él nos está llevando. Dicho enfoque al ministerio distingue al liderazgo de la iglesia de varias maneras. Primero, alivia las cargas del liderazgo, como Jesús le dijo a sus primeros discípulos: “tomad mi yugo sobre vosotros… porque mi yugo es fácil y mi carga ligera” (Mateo 11:30). En vez de agobiarse con la tarea de tomar la iniciativa, trazando un camino hacia adelante y definiendo metas, los líderes siervos en la iglesia tienen la confianza que todo para la salvación del mundo, de la manera como San Pablo recuerda con frecuencia a los primeros cristianos, no depende de nuestras obras, sino que está procediendo de acuerdo al propio diseño de Dios. (cf., 2 Tm 1). Este es un aviso a los líderes de la iglesia a no tomarse a sí mismos muy enserio, como si todo subiera y cayera sobre ellos. Siempre deben recordar que es el Señor quien toma la iniciativa y que son llamados a estar atentos a todo lo que él está haciendo. Dedicarse al liderazgo de esta manera también tiene efectos tranquilizadores en momentos de grandes desafíos e incluso de crisis. Siempre me gusta lo que San Juan XXIII cuenta en sus memorias. Después de un día muy pesado, lleno de los muchos problemas aparentemente intratables que enfrentó como papa, él simplemente decía a Jesús, “Es tu iglesia, Señor, yo me voy a la cama”. Este gran papa era capaz de permanecer sereno y sosegado a medida que llevaba a cabo su ministerio, porque sabía que el Señor Resucitado estaba otra vez en el barco con él cómo sucesor de Pedro. Finalmente, los líderes siervos, para quienes dar testimonio del Señor Resucitado es la prioridad, son capaces de ofrecer una visión esperanzadora, porque le recuerdan a la comunidad que Cristo siempre está haciendo algo nuevo. Ningún desafío es demasiado desalentador, ninguna crisis es demasiado abrumadora. El futuro no es intimidante, ni el pasado es limitante, porque Cristo es el Señor de la historia, que está moviendo a toda la creación hacia adelante de acuerdo a su plan y diseño. Ciertamente, los líderes siervos en la iglesia deben tener el conjunto de habilidades para responder a las necesidades diarias de la comunidad viviendo en este mundo temporal. Deben tener integridad, saber cómo consultar, colaborar, dar dirección y tomar decisiones difíciles. Se requiere más de aquellos que sirven como líderes en una iglesia que reconoce que Jesús está vivo y que está trabajando de maneras que siempre son nuevas y que necesitan ser discernidas. Depende de los líderes siervos en la iglesia estar atentos a todo lo que el Señor Jesús Resucitado está haciendo, porque es su testimonio de ello lo que inspira y da dirección a los peregrinos de Dios a medida que avanzan a través del tiempo hasta que todas las cosas prometidas se cumplan.