Cardenal Blase J. Cupich

Razones para tener esperanza

martes, febrero 12, 2019

“Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes”. Estas palabras de la Primera Carta de Pedro (3:15), vienen a la mente en estos días cuando la gente encuentra muchas razones para estar desanimada.

Parece que cada día escuchamos una historia nueva de líderes que rompen la confianza de aquellos a quienes sirven, bien sea en el gobierno, instituciones educativas, los mundos del entretenimiento y los deportes, y sí, en la iglesia; particularmente cuando enfrentamos un difícil capítulo en nuestra historia, en relación con la protección de menores.

Y, mientras la arquidiócesis persigue la audaz agenda de Renueva mi Iglesia, y se pide a los feligreses que observen bien la difícil realidad de los limitados recursos materiales y humanos, es fácil desanimarse por los cambios que interrumpen los patrones de nuestra práctica religiosa. No debemos subestimar la desmotivación que puede instalarse sobre nosotros como una nube oscura y despojarnos de cualquier sentido de esperanza.

Sin embargo, mientras veo el panorama de desafíos y vulnerabilidades que enfrenta la iglesia en estos días, una serie de razones para tener esperanza vienen a la mente y aquí ofrezco tres.

Primero está el valor que he visto en las víctimas que han sido lastimadas por el personal de la iglesia, especialmente aquellos abusados siendo menores por clérigos. Compartir dichas historias no es fácil, ya que se corre el riesgo de revivir la dolorosa experiencia.

Está claro para mí, cuando visito a las víctimas, que muchas se presentan porque hacerlo puede traer liberación y sanación. Pero también es verdad que también le quieren decir a los líderes en la iglesia que necesitan que vivamos a la altura de los estándares del Evangelio. Su sacrificio al insistir que la iglesia sea lo que se supone que es constituye un acto de amor que nos debe dar a todos esperanza.

Segundo, encuentro esperanza cuando veo a los feligreses renovar sus vidas de fe a través del proceso de Renueva mi Iglesia. Las personas que participan completamente en la consulta y lidian honestamente con los desafíos llegan a ver que el cambio no solo es necesario, sino que da vida.

Es tentador mantener firme el estatus quo, ignorando las realidades que ponen en peligro la sustentabilidad a largo plazo de nuestras parroquias. El hecho de que tantos estén dispuestos a enfrentar audazmente la presente situación con todas sus vulnerabilidades es un testimonio de la confianza profunda que tienen que Cristo nos está llamando a nosotros y trabajando con nosotros para asumir su misión.

Las personas están viendo más a fondo que no tenemos una iglesia con una misión, sino que nosotros tenemos una misión con una iglesia. La iglesia no puede ser un lugar donde anidar solo por comodidad, sino, como dice el papa Francisco, tiene que ser un hospital de campo que llegue a aquellos en necesidad.

Mi tercera razón para la esperanza es la persona del papa Francisco. Como lo señaló una vez el Santo Padre, estamos viviendo no una era de cambio sino un cambio de era. Los nuevos tiempos llaman a una iglesia sinodal, como lo ha mencionado el papa Francisco, una que no solamente enseña, sino que escucha.

Al llamar a la iglesia a ser sinodal, él nos da la imagen de una pirámide invertida. La iglesia ha sido visualizada por mucho tiempo como una pirámide con el papa arriba, seguido por la jerarquía en diferentes niveles, luego los religiosos y finalmente los laicos. Él nos dice que es hora de voltear la pirámide de tal manera que los líderes de la iglesia comprendan que no han de servir gobernando sino gobernar sirviendo y abriendo vías para que todos asuman su llamado bautismal.

Este es el enfoque necesario para que la iglesia aborde el escándalo de abuso sexual, retomar la misión de Cristo, y adoptar una espiritualidad que hable a la vida diaria de las personas. Esta última tarea es particularmente relevante si vamos a pasar la fe a la próxima generación.

Esta es la reforma y renovación a la que el Santo Padre está llamando, y su elección fue un momento providencial que nos debe dar una gran cantidad de esperanza, confiando en que Cristo camina con nosotros a cada paso del camino.

G.K. Chesterton una vez observó que la más diabólica de todas las tentaciones es el desánimo. La verdad es lo que acabamos de celebrar en la Navidad: que Dios está con nosotros en la persona de Cristo. Incluso a través de todos nuestros sufrimientos, a través del escándalo de los obispos que cubrieron el abuso sexual, a través del dolor que sentimos mientras nos preguntamos sobre el futuro de la iglesia que amamos, Dios camina con nosotros. Esta verdad está en el núcleo de nuestras razones para tener esperanza, porque, como Cristo nos recuerda y como lo vemos en los milagros diarios de alegría y justicia, con Dios, todas las cosas son posibles.

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