Cardenal Francis George, O.M.I.

Semana Santa 2011: Dios nos hace libres, aun cuando las leyes nos esclavicen

sábado, abril 30, 2011

Hace dos semanas, me uní al obispo Joseph Perry y a otros miembros de la Arquidiócesis de Chicago en una peregrinación a la tumba del Padre Augustus Tolton (1854-1897), quien aceptara la invitación del Arzobispo Feehan para fundar la parroquia de Santa Mónica en Chicago en 1891. Debido a que la Arquidiócesis ha presentado la causa de santidad del Padre Tolton, tuvimos que reconocer oficialmente que se trata de un personaje histórico, visitando su tumba, la cual está marcada con una gran cruz en el cementerio de San Pedro, en Quincy, Illinois.

Quincy fue la población a la que Martha, la madre de Augustus Tolton, llevó a sus tres hijos cuando se escaparon de la esclavitud en Missouri. Como parte de la peregrinación, visitamos la granja cercana a Brush Creek, Missouri, donde Augustus nació, en condición de esclavo, en 1854. Fuimos al lugar donde fue bautizado y al cementerio donde están enterrados quienes fueron sus dueños, en un lado del cementerio, y sus esclavos, en tumbas anónimas, en el lado opuesto, tan separados en la muerte como lo habían estado en vida. Oramos en el lugar cerca de Hannibal, Missouri, donde la señora Tolton valientemente se metió en un pequeño bote y remó para cruzar con sus hijos a través del río Mississippi, caudaloso por las lluvias de primavera, hasta Quincy, Illinois. Puesto que su marido ya había escapado para unirse al ejército de la Unión en la Guerra Civil, ella dependía totalmente de la Providencia de Dios para encontrar refugio en Quincy. Ella y su familia fueron recibidos y protegidos por sacerdotes y religiosas católicas.

Años más tarde, después de haber sido ordenado como sacerdote en Roma y enviado de regreso a Estados Unidos como el primer sacerdote católico afroamericano que había nacido esclavo, el Padre Tolton, a pesar de que había experimentado los prejuicios y los efectos del racismo, afirmó en un discurso pronunciado en el Primer Congreso de Católicos Negros en Washington, DC en 1889: “La Iglesia Católica lamenta la doble esclavitud, la de la mente y la del cuerpo. Se esfuerza para liberarnos de ambas. Yo era un niño pobre y esclavo, pero los sacerdotes de la Iglesia no me despreciaron. Fue mediante la influencia de uno de ellos que me convertí en lo que soy esta noche”.

El proceso para establecer la santidad es semejante a poner una persona muerta en un juicio y examinar toda la evidencia histórica para ver si él o ella practicó la virtud en grado heroico. Esa acumulación de pruebas para su presentación ante la Congregación para los Santos en Roma, está empezando aquí y ahora. Cuando hayamos hecho todo lo que esté en nuestras manos para llegar a la verdad, esperaremos entonces a que Dios dé una señal de que el Padre Tolton está entre los amigos de Dios en el cielo. Por lo general, esta señal se trata de una curación física extraordinaria que no puede explicarse por causas puramente naturales, tanto como lo podamos determinar.

En la Semana Santa, hemos revivido litúrgicamente otro juicio: el de Jesús ante Poncio Pilato. Al ser interrogado por el procurador romano, Jesús respondió que había venido al mundo para dar testimonio de la verdad. La pregunta de Pilato: “¿Qué es la verdad?” fue contestada con el milagro de la resurrección de Jesús de entre los muertos. La libertad de Jesús de las ataduras de la muerte actúa en nosotros para librarnos de la esclavitud del pecado. Dios quiere que seamos libres y podemos confiar en el milagro moral del perdón de Dios para hacernos libres.

La libertad espiritual es posible, incluso, cuando el cuerpo está atado legalmente; la esclavitud racial, fue condenada por primera vez como inmoral e ilegal por el Papa Eugenio IV en 1435, tan pronto como los conquistadores europeos comenzaron a esclavizar a los que habían comenzado a colonizar. Debido a que el comercio de esclavos era muy rentable, las potencias colonizadoras hicieron caso omiso de la condena papal y continuaron con este comercio de forma regular, siglo tras siglo, hasta 1890, cuando la esclavitud legal, finalmente llegó a su fin en casi todas partes (ver Joel S. Panzer, The Popes and Slavery; Alba House, 1996). Por lo tanto, tres siglos y medio antes de que la Constitución de los EE.UU. fuera escrita, sus disposiciones sobre la esclavitud racial habían sido condenadas como inmorales por la Iglesia Católica. Como a menudo sucede, la práctica no siguió al principio, pero la enseñanza oficial de la Iglesia refleja lo que el Padre Tolton dijo en 1889: La Iglesia Católica condena la esclavitud del espíritu y del cuerpo.

La ley puede destruir en lugar de proteger. Si bien es cierto que en la actualidad nuestras leyes civiles se han modificado de modo que nadie puede ser destruido por la esclavitud racial e inmoral, también es cierto que las leyes pueden ser usadas para destruir las demás libertades, incluida la libertad de la Iglesia Católica para ser ella misma, para enseñar libremente y para controlar sus propios ministerios y actividades religiosas. En Illinois, la Iglesia puede ser ahora investigada por el Estado, llevada ante jueces y castigada por enseñar la verdad sobre la naturaleza del matrimonio y porque sus diferentes ministerios de educación y beneficencia reflejan esta verdad del Evangelio. En los próximos meses veremos qué milagro podría apoyar esta verdad. Sin embargo, necesitamos ahora, más que nunca en la historia reciente, católicos que imiten a Martha Tolton, una mujer católica fuerte que espiritualmente era libre y se negó a someterse a las leyes civiles que la esclavizaron, tanto a ella como a su familia. Esta es la intención de mi oración durante esta Semana Santa de 2011.

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