Cardenal Francis George, O.M.I.

Un misionero en Chicago. El Padre Arnold Damen, S.J.

agosto 1, 2007

En mi última columna, escribí acerca del trabajo del Padre Peter John DeSmet entre los nativo americanos de las planicies, un ministerio que comenzó en 1823. Durante los viajes que el Padre DeSmet hizo de regreso a Europa, reunió fondos para apoyar el trabajo de la Iglesia entre los indígenas norteamericanos y reclutó hombres para unírsele como misioneros. En 1837, el Padre DeSmet trajo a América a un holandés de veintidós años de edad que estaba ansioso de unirse a los jesuitas en las colonias americanas. Su nombre era Arnold Damen.

Durante su noviciado en Florissant, Missouri, en las afueras de St. Louis, Arnold escribió a sus padres acerca del trabajo que los jesuitas realizaban entre las distintas tribus nativas; sin embargo, después de su ordenación en 1844, el joven sacerdote fue asignado al trabajo parroquial en St. Louis. Su impulso misionero fue redirigido a predicar, dar retiros y a la conversión de los no católicos.

En 1856, el entonces Obispo Anthony O’Regan invitó al Padre Damen y a otros tres sacerdotes jesuitas a venir a Chicago a predicar en las misiones de la Parroquia del Santo Nombre. Los conflictos entre los diferentes grupos nacionales de la ciudad habían provocado divisiones en la iglesia local. Ya fuera por solicitud del obispo o por su propia iniciativa, el hecho es que el Padre Damen habló durante su primer sermón en Chicago acerca de la reverencia que las personas debían a su obispo. Como producto de este sermón o por otras razones, el obispo solicitó al Superior Provincial Jesuita en St. Louis que asignara al Padre Damen a Chicago. El Provincial correspondió.

El Padre Damen eligió como sitio para la primera fundación de la Sociedad de Jesús en Chicago un lugar ubicado una cuadra al oeste de la intersección de lo que entonces se conocía como la Twelfth Street y la Hoosier Avenue, ahora el Roosevelt Road y la Blue Island Avenue. Aquí dio inicio a la Parroquia Holy Family, la cual tenía un área asignada de cincuenta millas cuadradas de praderas escasamente pobladas; casi todo el oeste y suroeste de Chicago. Cuando la parroquia inició sus actividades en 1857, también hizo planes para escuelas, en una época en la que una parroquia con una escuela era aún una rareza, así como para un colegio. A pesar del pánico económico de 1857, de su llegada sin fondos y de su imposibilidad para pedir dinero prestado al Obispo O’Regan, todas las instituciones que planeó fueron completadas en una docena de años. Damen había anticipado bien la velocidad de crecimiento de Chicago y había tomando en cuenta también el espíritu de los inmigrantes irlandeses a quienes llegaría a reunir en la parroquia más grande del medio oeste.

Mientras construía, con su gente, dieciséis edificios en veinte años, el padre Damen continuó predicando los ejercicios espirituales de San Ignacio, supervisando las vidas espirituales de sus feligreses, atendiendo el ciclo regular de preparación y celebración sacramental y reuniendo fondos para pagar a sus numerosos acreedores. Las confesiones se escuchaban diariamente, con frecuencia hasta la media noche, y las comuniones llegaban a los miles. Él se las arregló para hacer todo esto con una actitud amigable y exuberante que atraía y unía a católicos y a otros.

El Padre Damen administró la parroquia Holy Family como una misión continua, con una clara intención de auxiliar y llegar a todas las personas, convirtiéndolas a Cristo en la Iglesia. Su gran iglesia gótica fue dedicada en 1860 y sus diferentes escuelas, algunas dirigidas por Religiosos del Sagrado Corazón y las Hermanas de la Caridad de la Bendita Virgen María y otros por los Hermanos Jesuitas y algunos laicos, alimentaron al colegio. Hoy en día la iglesia y parroquia Holy Family continúan laborando en un vecindario muy cambiado, bajo la dirección del padre Jeremiah Boland, un sacerdote de la Arquidiócesis de Chicago. Las ocho escuelas primarias de la parroquia del Padre Damen fueron sucedidas por la Escuela Children of Peace en el campus del Centro Médico de la Universidad de Illinois. El edificio del colegio es ahora la Secundaria St. Ignatius, dirigida por el Padre Brian Paulsen de la Provincia de Chicago de la Sociedad de Jesús y el colegio original se convirtió en la Universidad de Loyola Chicago. En 1923, se hizo un conteo del número de sacerdotes y mujeres religiosas que se había graduando de las instituciones de Holy Family, resultando un total de 235 sacerdotes y 414 hermanas.

En 1871, la iglesia y la parroquia del Padre Damen sobrevivieron al Gran Incendio de Chicago. Desde el incendio, siete velas de vigilia han estado ardiendo de manera continua ante la estatua de la Bendita Virgen María en el transepto este. La intercesión de María, creía el Padre Damen, salvó a su recién construida iglesia. Un año después del Gran Incendio, la madre de mi padre, Mary Connolly, fue bautizada en la iglesia Holy Family. Siendo ya una dama muy anciana, contaba historias sobre su educación en la parroquia del Padre Damen mientras la ciudad era reconstruida y la población católica crecía.

El Padre Damen mismo nunca abandonó sus primeros deseos de convertir a América. En sus últimos años, mientras continuaba como párroco en Chicago, pasó mucho de su tiempo viajando, predicando misiones parroquiales por todo el país y entrando incluso a Canadá. Toda su misión estaba basada en el texto, “¿En qué se beneficia un hombre al ganar el mundo entero y perder su propia alma?” El entusiasmo pastoral, esa sed para ganar almas para Cristo, permaneció como una de sus virtudes principales y la fuente de motivación de todo lo que hizo. Pero sobre todo, independientemente de lo que estuviera haciendo o donde se encontrara, oraba con regularidad, pasando largos periodos de tiempo cada día ante el Sagrado Sacramento.

El Padre Arnold Damen, S.J., murió el 1º de enero de 1890. Entregó su celosa alma a Dios después de varios meses de dolorosa enfermedad. Aún cuando la memoria viva de su piedad y su amabilidad personal, su habilidad organizacional y su duro trabajo disminuye de manera inevitable, las instituciones que fundó mantienen vivo entre nosotros el sentido de su personalidad y su actividad.

La vida del Padre Damen nos recuerda que la misión es el propósito de la existencia de la Iglesia. Perdida de otro modo en una plétora de actividades y distracciones, una vida ocupada es organizada por su propósito primordial. Para la iglesia como tal y para todos sus miembros de manera individual, este propósito es la conversión del mundo. ¿Cómo organizaría el Padre Damen su vida y actividades en el Chicago de hoy en día? Tendría que atender las divisiones que distraen a la Iglesia de su misión. Estaría conciente de las dificultades económicas y familiares de la vida diaria que enfrentan los católicos y otros en la ciudad. Trabajaría para profundizar el entendimiento que los católicos tienen de los misterios de la fe. Organizaría trabajos de caridad práctica para poder asistir al pobre y al necesitado. Desafiaría a los exitosos a tener una aún mayor generosidad. Combatiría el prejuicio. Alentaría las vocaciones para el sacerdocio ordenado y la vida consagrada. Mantendría contacto regular con todas aquellas personas que Dios le hubiese dado para amar y, a través de las oraciones, con Dios mismo.

Aún cuando las circunstancias para hacer todo esto han cambiado, estas son las preocupaciones y actividades diarias que impulsan nuestras vidas hoy en día. Todas ellas cubren las principales tareas de la misión de la Iglesia. Que Dios los bendiga.

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