Cardenal Blase J. Cupich

Constructores de puentes

junio 2, 2025

Al haber recién regresado de Roma por unos días antes de la misa de inauguración del papa León XIV, quiero ofrecer algunas reflexiones sobre mi experiencia al asistir al funeral del papa Francisco y participar en el cónclave. Dos imágenes me vienen a la mente.

Primero, mientras estaba en los escalones de la Basílica de San Pedro con una vista a la plaza y calles adyacentes, me impresionó la inmensidad de la multitud. Se extendía hasta el río Tíber. Personas de todos los idiomas, culturas y edades, especialmente jóvenes, formaron una masa de humanidad que fue abrazada por los brazos de las columnatas de la plaza.

Aquí vimos el potencial que se abre ante nosotros cuando cada uno de nosotros deja de lado nuestras diferencias y recuerda que hay mucho más que nos une que lo que nos divide. Ciertamente, el valor de la solidaridad humana fue resaltado cuando los 133 cardenales, procedentes de 71 países, fueron capaces de unirse para elegir al Sucesor de Pedro en menos de 24 horas. ¿No podría inspirarse el mundo en ese mensaje para emprender el camino de la paz en este momento cuando una guerra mundial se libra en fragmentos?

La segunda imagen que se ha quedado conmigo fue la procesión hacia la Capilla Sixtina al comienzo del cónclave. Nos unimos al coro para cantar la Letanía de los Santos. Esa experiencia me impresionó sobre la solemne tarea que teníamos ante nosotros los cardenales, y que estábamos asumiendo en nombre de la Iglesia y el mundo.

Sin embargo, también me dejó con el consuelo de que no estábamos solos, ya que la Iglesia entera, la Comunión de los Santos, estaba con nosotros mientras invocábamos al Espíritu del Señor resucitado a inspirarnos a elegir al próximo obispo de Roma. También me sentí alentado y agradecido al saber que los católicos del área de Chicago estaban allá en casa orando por nosotros también. En pocas palabras, participar en el cónclave fue una experiencia espiritual profundamente conmovedora.

A su debido tiempo, tendré más que ofrecer, ya que estoy bastante seguro de que este momento nuevo en la vida de la Iglesia, y especialmente lo que significa para los Estados Unidos, en especial aquí en Chicago, traerá muchas nuevas posibilidades y gracias para proclamar el Evangelio.

El papa Francisco con frecuencia habló acerca de la naturaleza significativa y transformadora del tiempo actual. “No estamos en una era de cambio, sino en un cambio de era”, dijo. Los cambios que estamos experimentando no son ajustes menores, sino más bien un cambio fundamental de cómo son y serán las cosas. Mientras pienso en la elección del papa León XIV, ahora veo cuán proféticas fueron realmente esas palabras.

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