El Concilio Vaticano II recuperó la antigua comprensión de la iglesia como un pueblo peregrino. Es una noción que tiene profundas raíces en nuestra tradición, particularmente cuando consideramos que antes de que se acuñara el término “cristianismo”, los discípulos de Jesús hablaban de sí mismos como pertenecientes al “Camino”. El papa Francisco nos invita a profundizar nuestro aprecio de lo que significa ser un pueblo peregrino al llamarnos a ser una iglesia sinodal. Una iglesia sinodal en una en la que todos viven en comunión y son responsables de construir lazos de compasión dentro de nuestra iglesia y sociedad. Ser una iglesia sinodal significa que hay un sentido de pertenencia y solidaridad, al punto que vivimos como hermanos y hermanas y como amigos, compartiendo nuestras bendiciones, nuestro tiempo, talento y tesoro. También significa formar una sociedad entre todos los miembros para participar en la misión de la Iglesia. Hay la feliz coincidencia de que mientras nos preparamos para el sínodo sobre la sinodalidad este octubre, los católicos en nuestra área están emprendiendo peregrinaciones a dos lugares. Primero, muchos jóvenes locales viajaron a Lisboa, Portugal, la primera semana de agosto para la XVII Jornada Mundial de la Juventud. Esta reunión internacional de jóvenes católicos (típicamente de 16 a 30 años) de alrededor del mundo se lleva a cabo cada dos a tres años en diferentes países anfitriones. Comenzó con el papa San Juan Pablo II en 1984. Recientemente, tuve el placer de rezar con algunos miembros de nuestro grupo que viajó a Lisboa y ofrecer una bendición mientras iban en su camino. Se unieron a los cientos de miles que hicieron la peregrinación a Lisboa. Para dar foco a su peregrinación, el Santo Padre escogió el pasaje del Evangelio de Lucas contando la visitación de María a Isabel: "María se levantó y se fue deprisa". Muchos en nuestra comunidad polaca también estarán en una peregrinación el 12 y 13 de agosto al Santuario de Nuestra Señora de Czestochowa en Merrillville, Indiana, que es supervisado por los padres Salvatorianos. Esta caminata de 30 millas es un gran testimonio de la importancia de la unidad a medida que las personas viajan juntas para promover la paz en el mundo y la unidad entre los pueblos de todas las razas, idiomas, culturas y religiones. Las peregrinaciones son más que viajar de un lugar a otro. Se trata de dejar lo que es familiar, ayudándose unos a otros en el camino, dedicando tiempo para la reflexión, haciendo de la peregrinación un viaje hacia el interior. Pero también nos ayudan a apreciar lo que significa ser Iglesia. Nos recuerdan que nuestra vida cristiana es un camino, uno en el que tomamos la vida paso a paso, nos acompañamos unos a otros con paciencia, damos dirección a aquellos que están perdidos y compartimos nuestras bendiciones para que nadie quede atrás o afuera. Le deseamos un viaje seguro a todos los que hacen una peregrinación este verano, nuestros jóvenes, nuestros amigos polacos. También les agradecemos por recordarnos que todos somos peregrinos, invitados a emprender el viaje de la vida, paso a paso.